No
me he equivocado con el título; sí, puse democracia iliberal, con i por
delante, en contraposición a la democracia liberal, de la cual soy un firme
defensor. Lamentablemente, en la actualidad las democracias iliberales están
creciendo en número e influencia, desvirtuando y socavando los fundamentos de
un verdadero orden democrático, en el cual el poder está limitado y sujeto al
estado de derecho.
El término Democracia Liberal lo popularizó Viktor Orban, primer ministro de Hungría, quien se jactó de que ese es el sistema de gobierno que él ejercía. Desde entonces se lo aplicado, porque describe muy bien a muchos gobiernos, algunos mejor categorizados como regímenes, en los cuales se abusa de las mayorías electorales que se obtienen, para controlar las instituciones democráticas, como, por ejemplo, todas aquellas pertenecientes al sistema de justicia, sin cuya independencia no existen garantías para las libertades y derechos fundamentales de los ciudadanos.
Este tipo de gobiernos, pueden tener postulados afines a los conceptos tradicionales de izquierda o de derecha, en realidad no les importan los principios ni las ideas, sino que los utilizan para llegar en el poder y, una vez en el mismo, asegurarse de controlar a todos los poderes del Estado, lo que la Constitución boliviana actual denomina Órganos del Estado, estableciendo una primacía absoluta del Ejecutivo sobre los demás, lo cual inevitablemente, terminará caracterizando un régimen autoritario, y en algunos casos, dictaduras abiertas, como ya sucede en Nicaragua y en Venezuela.
Entre sus características comunes están el caudillismo, el populismo, y la inevitable búsqueda de la reelección indefinida, porque quienes han ejercido el poder necesitan continuar en el mismo para sentirse protegidos frente a los eventuales procesos que tuvieran que afrontar en el futuro, por los abusos que hubieran cometido.
Por eso es que una de las discusiones centrales de la democracia actual es la institucionalidad, imparcialidad e independencia de la justicia. Lo que este tipo de gobiernos ha descubierto es que ganando las elecciones y controlando la justicia, se puede establecer un sistema con apariencias democráticas, en el cual exista oposición sin posibilidades reales de competir, y en el cual todo se vuelve legal con el apoyo de tribunales constitucionales sumisos al oficialismo, que validan desde la máxima instancia constitucional, todas las leyes que la mayoría oficialista apruebe, aunque claramente contradigan la Constitución Política del Estado.
Existe otros campos en los cuales las democracias iliberales socavan las instituciones básicas de la democracia como la libertad de expresión, procurando silenciar a los periodistas y a los medios críticos e independientes, demandándoles que reduzcan su rol al de informadores de noticias policiales y generadores de entretenimiento.
Sin embargo, aunque muchos medios han desaparecido o se han reducido a la mínima expresión, las modernas tecnologías de la comunicación han permitido que los ciudadanos asuman directamente estos roles, con los cuales se vuelve cada vez más difícil para este tipo de regímenes, incluso para aquellos totalitarios, controlar a la libertad de expresión; ya no bastan los censores de los periódicos de antes, puesto que son millones las personas interconectadas entre sí.
Todo esto no nos debe llevar a dejar de ver que la democracia liberal está en crisis, por la perdida de credibilidad de los dirigentes políticos, de los partidos políticos, de la administración publica en general, especialmente en aquellos países donde no existe un servicio civil institucionalizado. También, habrá que reconocer que la polarización social es cada vez más profunda y que la mayoría de las sociedades se encuentran partidas en mitades sin puentes entre sí. No menos importante, es la rebelión contra la imposición de lo políticamente correcto que el progresismo ha tratado de establecer como regla general, desconociendo el derecho de los creyentes a ser respetados en su fe, sus creencias y sus valores morales, lo cual está provocando el surgimiento de nuevos movimientos políticos para representarlos, que ya están ganando las elecciones.
Como dijo Churchill, el problema de la democracia es que, con todos sus defectos, no conocemos otro sistema mejor para precautelar la libertad, por lo que el desafío continúa siendo como preservarla y fortalecerla en estos tiempos convulsos.
Oscar Ortiz Antelo ha sido senador y ministro de Estado.