“Esto no se ha visto en ningún lugar. Es reprochable y vamos a hacer la denuncia internacional porque no puede ser que nuestro país, so pretexto de una candidatura absolutamente injustificada e inconstitucional, estén tomando este tipo de acciones contra el personal médico y personeros de la policía que lo único que hacen es cumplir su deber”, fueron las palabras del presidente Luis Arce en referencia al ataque, seguido de agresiones, que sufrió una ambulancia que transportaba heridos y personal médico e intentó atravesar un bloqueo de los seguidores del expresidente Evo Morales en Cochabamba.
El autor intelectual y satinador de estas conductas, acostumbrado a mentir, justificó lo ocurrido diciendo que en la ambulancia atacada no había heridos ni personal médico, sino policías: “Me informaron que se presentó una ambulancia con tres policías y llena de gases. ¿Qué heridos? ¿Qué médicos?” (…). “Querían hacerla pasar, pero no había heridos. No había médicos. Eran tres policías. Voltearon, y tampoco quemaron. Esa es la mentira”.
En línea con sus desvaríos, horas antes Morales se refirió a la detención de Enrique Mamani, el dirigente que amenazó públicamente a los miembros del TSE, diciendo en su cuenta de “X”: “Anoche, de manera forzada e injusta, fue detenido nuestro hermano Enrique Mamani, Ejecutivo Nacional de la Confederación de Comunidades Interculturales de Bolivia. ¿Cuál es su delito? Hacer uso de sus derechos como cualquier ciudadano: opinar, informar, defender la democracia y levantar la voz por aquellos que hoy sufren las consecuencias de la pobreza y el abandono al que nos ha llevado este gobierno. Cuando se persigue a dirigentes que luchan por la dignidad del pueblo, no se ataca solo a una persona, se ataca a todo un proceso de transformación que nació desde las entrañas mismas de nuestra historia, de nuestras luchas y de nuestras comunidades. No nos van a silenciar. A pesar de esta cacería de dirigentes, vamos a seguir al lado del pueblo, con la verdad, con la conciencia limpia, defendiendo lo que con tanto sacrificio hemos construido: un país con dignidad, con justicia social y con derechos para todos”.
Y remató el día domingo con un post en el que dice: “El gobierno y aquellos que se hacen llamar candidatos del pueblo, en alianza con la derecha y el imperialismo, ejecutan un segundo golpe contra los movimientos indígenas y el pueblo organizado. Ya vencimos el primero en noviembre de 2019 con la unidad del pueblo. Este nuevo intento también fracasará. El pueblo, en el campo y la ciudad, sabe que está en juego nuestra soberanía, nuestros recursos naturales y nuestra democracia. Hoy la lucha no es solo entre gobierno y oposición. Es entre el pueblo y el imperio. Entre Trump y Evo”.
Aislado y derrotado como está, sigue creyendo que es el redentor de la humanidad y de los pobres del mundo y ha recibido el apoyo de intelectuales del exterior, que firman un comunicado absolutamente ridículo, fruto del desconocimiento que tienen sobre la realidad boliviana, a la que conocen por sus libros y sus dogmas.
Más allá de lo relatado, es necesario aclarar y recordar algunas cosas. Al presidente Arce: que, en 2020, en lo peor de la pandemia por la Covid19, sus seguidores (seguidores también de Morales) bloquearon e impidieron el paso de cilindros de oxígeno que hubieran salvado decenas de vidas de ciudadanos bolivianos. Barbaridades como esas tampoco se ve en ningún lugar del mundo, excepto el Gaza, a la que nos referiremos más adelante.
Al expresidente Morales hay que recordarle que en 2019 no hubo ningún golpe, sino hastío de la ciudadanía con su desmedido apego al poder, que no ha perdido hasta hoy, y que fue causante de casi cuarenta muertes, por su ambición de seguir siendo presidente, aunque un referéndum le dijo NO a sus intentos de reelección indefinida. En ninguna parte del mundo un gobierno, un sujeto, se estornudó en un referéndum, como hizo él.
Y preguntarle, ¿en qué se diferencia un desalmado que justifica el ataque a una ambulancia y agresiones a sus ocupantes, bajo pretexto de que llevaba gases y policías, de otro infeliz que está arrasando Gaza, cerrando los hospitales que allí existen porque en su interior dice que se esconden terroristas de Hamás y que está matando de hambre a la población palestina con el pretexto de que entre ella hay terroristas, incluidos los niños palestinos que “serán terroristas” según la concepción de este oráculo del infierno y que por eso hay que matarlos?
¿Cuál es la diferencia entre este demens que además de armas utiliza el hambre como arma de guerra, al punto de impedir que una flotilla de ayuda humanitaria llegue hasta Gaza, entrega comida inservible y dispara contra quienes van a recogerla, muertos de hambre y sed, y otro también demens que ordenó por lo menos en dos ocasiones cercar la ciudad de La Paz, para que su población muera de hambre porque llegó la hora de la “batalla final”?
¿Cuál es la diferencia entre un demens que entiende la política como guerra y otro, pelirrojo altanero, que quiere hacer de las suyas en su país y se cree dueño del mundo?
¿Es suficiente justificación para el genocida afirmar que Dios prometió a los judíos esa tierra, para el enfermo de poder levantar el puño izquierda y gritar a los cuatro vientos que es antimperialista o para el pelirrojo millonario buscar el MAGA (que ya tronó)?
Demasiada demencia, sin duda alguna. En todos y cada uno de ellos. Y demasiado alcahuetería de parte de quienes justifican a estos dementes.