Una segunda consideración es que la vocación democrática de la gente, expresada en los masivos cabildos de Santa Cruz, La Paz, Tarija, Cochabamba, Potosí y Oruro, se volcó hacia las urnas este 20 de octubre y demostró, de manera clara, que un porcentaje mayoritario de la población en las áreas urbanas del país apostó por la democracia frente a una alternativa autoritaria e incierta.
Contra lo que suponían muchos y en particular los estrategas del “futuro seguro”, el MAS y Evo Morales en ningún momento encajaron con esa propuesta. Los bolivianos, conforme a lo reflejado en las urnas, tienen una visión de futuro que no es resultado del inventario de aparentes cambios que produjeron los 14 años de gobierno.
La democracia, según algunos, era solo un concepto etéreo, lo mismo que las libertades, pero el voto del 20 de octubre reveló hasta qué punto es importante para la gente vivir en un país donde el estado de derecho para todos prevalezca sobre el capricho de uno. El “futuro” es más “seguro” en democracia que en dictadura.
Y es que, en la práctica además, no hay “futuro seguro” con un gobierno que ignoró y despreció la preocupación ciudadana frente a los incendios de la Chiquitania. Para millones de jóvenes, que reaccionaron con indignación frente a la negligencia y la demora gubernamental ante el desastre, este hecho fue determinante tanto para superar la apatía y participar activamente del proceso electoral, como para inclinarse por una opción de cambio.
Esos jóvenes, que quizás hayan representado el porcentaje que cambió el tablero electoral, creen en un futuro vinculado a la necesidad de preservar los bosques, como símbolos de vida, antes que en una consigna meramente política anclada más bien en un pasado de supuesto bienestar compartido.
Los cabildos posiblemente no hubieran tenido la enorme convocatoria que tuvieron de no haber sido por el factor Chiquitania, un elemento central de articulación del desencanto del ciudadano que resultó crucial a la hora del voto, particularmente en Santa Cruz, donde el crecimiento de Carlos Mesa fue equivalente a la dramática y rápida caída de Evo Morales.
Por último, aunque no por ello menos importante, está la vigencia del 21F. Los bolivianos que se sintieron burlados por el desconocimiento de su voto en el referéndum, reafirmaron su vocación democrática y volvieron a marcar diferencia con el gobierno a través del voto. El NO de hace tres años fue el SI al cambio democrático de octubre de 2019.
Queda ahora un tramo por recorrer antes de la segunda vuelta de diciembre, pero está claro que las cosas cambiaron y mucho para los dos candidatos en carrera. Mientras que la campaña de Morales irá de subida, la de Mesa, contra el que ya se agotó gran parte del arsenal de la guerra sucia, tendrá un horizonte más despejado y de mejores posibilidades.
Obviamente no está dicha la última palabra, aunque la voz de los bolivianos el 20 de octubre parece haber escrito ya el primer capítulo del cambio.
Hernán Terrazas es periodista.