En el acto de creación del municipio de San Pedro de Macha, provincia Chayanta, del departamento de Potosí, Ever Rojas, secretario Ejecutivo de la Federación de Campesinos del Norte de Potosí, hizo gala impune de tres exabruptos: amenazó con envenenar a los opositores que se atrevan a hacer campaña electoral en la zona; instruyó también a la asamblea de vecinos del lugar a emitir “voto cerrado” en favor del ilegal binomio oficialista, y, no contento con ello, cerró su delictivo discurso gritando en quichua :“¡Qué mueran los q’aras, carajo!”.
Pese a tratarse de un evento rutinario de promulgación legislativa, centenares de veces repetido en las oficinas de la Presidencia del Estado, en el evento estuvo Evo Morales, quien se permitió arengar a los asistentes, induciéndoles a que preserven la paz entre ayllus y a que se mantengan en estado de guerra contra los colonizadores (léase blancos, q’aras, es decir, la mayoría de la población según el censo del propio gobierno).
Con la poca información difundida por la prensa, es difícil determinar si fue el dirigente campesino envenenador quien estimuló los ocultos deseos guerreristas de Evo Morales o si, por el contrario, fue éste quien insufló la agresividad verbal del primero.
Empero, la pregunta que ronda nuestras cabezas es: ¿por qué ambos belicosos personajes se expidieron como lo hicieron? Para contestar esta interrogante necesitamos revisar la información sobre la situación del MAS en la región.
Tres provincias integran el norte de Potosí: Rafael Bustillo, Chayanta y Charcas, en cuyos municipios el cuadro mide el peso del padrón del MAS sobre el padrón electoral de 2016 (último conocido en evento electoral nacional). Así, sabemos ahora que en la provincia Rafael Bustillo el 17,6% del padrón electoral fue registrado al mismo tiempo en el padrón del MAS; 22,1% en la provincia Chayanta (sede del nuevo municipio) y 33,4% en la provincia Charcas. Se trata, por cierto, de elevados y sospechosos porcentajes, dado que es inverosímil que, por ejemplo, en el municipio de Colquechaca, del que se desprende la nueva unidad político administrativa, una de cada tres personas inscritas en el padrón electoral municipal sea asimismo militante del MAS (esto es lo que muestra el porcentaje del 32,0%).
Lo fraudulento del padrón del MAS se puso en evidencia en las elecciones primarias, en las que las cantidades de militantes que votaron fueron sustancialmente menores. Siguiendo con el ejemplo, en el municipio de Colquechaca, menos del 56% de las y los habilitados acudieron a las urnas, reduciendo, en consecuencia, el peso de la militancia masista en el padrón municipal al 17,9%. Visto el tema en escala provincial, las cifras se tornan alarmantes para el MAS: en la provincia Bustillos su peso real se redujo al 7%; en Chayanta bajó al 11,6% y en la provincia Charcas al 23,2%.
Las menguadas cifras de las provincias Bustillos y Chayanta son las que laten detrás de los exabruptos de Evo Morales y Ever Rojas. En la región del Norte de Potosí, al igual que en otras similares, los dirigentes masistas de las comunidades tradicionales, apelando a prebendas y amenazas, ejercen coacción electoral sobre las y los comunarios, digitando así forzadas decisiones colectivas y controlados votos en favor del binomio oficialista. No pueden, por ello, permitir que las organizaciones políticas de oposición, en ejercicio de sus derechos políticos y de la democracia, realicen actividad en la zona y menos, mucho menos, implementen el control electoral.
Este es el resorte final de los delitos electorales cometidos por Ever Rojas, ante los cuales el Tribunal Supremo Electoral guarda un silencio cómplice. En suma, de lo que se trata es de que la oposición no ejerza control electoral allá donde el MAS implementará el fraude electoral.
Carlos Böhrt I. es un ciudadano crítico.