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Raíces y antenas | 25/02/2024

De dólares, calzones y bandas borrachas

Gonzalo Chávez
Gonzalo Chávez

La Camacho Street es el pariente pobre de la Wall Street de Nueva York. Aquí están las principales casas de cambio y bancos de La Paz. En la única vía sin cables aéreos de la ciudad; también trabajan decenas de cambistas del mercado informal de los dólares. Jacinto Verdever, es un importador de lencería recatada. Ha llegado a esta arteria financiera en búsqueda de 2.000 dólares para gastos operativos para su viaje a Colombia, de donde importará ropa íntima por un valor de 200.000 verdes. Como en el pasado, pretende hacer una transferencia bancaria a su proveedor y llevarse algo de efectivo.

A las 11:00 de la mañana, el sol paceño está en su máximo esplendor. El azul del cielo grita su belleza sin pudor. Desde la avenida Camacho existe la vista urbana más linda del Illimani. Da la impresión de que esta vía lleva directamente al majestuoso nevado. El achachila, el abuelo, abraza la ciudad y sus secretos.

Jacinto sabe que no hay dólares y que la policía secreta nacional decidió perseguir tanto a los que compran la divisa como a los que venden. Los hombres del orden pretenden hacer desaparecer la especulación a palos. Según ellos, nada como un buen carajazo y una apretada de guindas para que las leyes del mercado se moderen.

Nuestro buscador de dólares conoce las artes y partes de la informalidad. Entra a una casa de cambio con aire distraído y pregunta si hay washingtones. Ante la negativa se retira lentamente saboreando el eco de la respuesta adversa. Sabe que dejo plantada la semilla de la demanda. A 25 metros del recito, la oferta se hace presente. Un sujeto vestido con su mejor traje de anónimo se le acerca, como quien no quiere nada, y con media boca le dice: ¡Joven! ¿Cuántos verdes quiere? Jacinto mira a su alrededor. Verifica que no hay ningún paco de civil, escanea a todas las personas que están a su alrededor en busca signos sospechosos. Y cuando se siente seguro, también con boca chueca responde: dos palos. ¿A cuánto están? A ocho, jefe, dice el cambista.

Jacinto, con la mirada, desaprueba la oferta. Están negociando clandestinamente a plena luz del día y a puro gestos. 7,80, ultimo, sentencia el ofertante y con un movimiento de wistupiku, le indica que lo siga. Entra a un snack pequeño. Los olores intensos de la salchipapa y el pollo al horno anuncian la llega del medio día. Hora del morfe. La que atiende en el lugar pide la contraseña: ¿Qué se van a servir? El operador criollo de la Camacho Street responde: Para comenzar pancito con llajua. Y con los ojos, la cocinera y cómplice señala una puerta del fondo que está detrás de una cortina. En el cuarto contiguo dos personas fingen que conversan.

El cambista dice: 2.000 a 7,80. Un señor que parece disfrutar de su gordura responde lacónicamente el valor total y espera la entrega. Debajo de la mesa surge una máquina contadora automática que se traga eficientemente los bolivianos. De una riñonera, oculta bajo un grueso abrigo, saca los 2.000 dólares. Jancito cuenta nerviosamente los billetes y comienza a acariciar, pellizcar y ver a tras luz la marmaja del imperio. Es una tentativa inútil de saber si son falsos. El que parece ser el dueño del negocio, con voz ronca afirma: sellados están, joven, con mi lagartito rojo. ¿Nové? Yo trabajo solo con los que llegan del Chapare. Sacuda el billete y verá  que con don Benjamín no se despeina. No hay pierde. El importador sale victorioso de la transacción y se dirige al banco. Ahora debe realizar la transferencia de los 200.000 dólares a Colombia.

Entra a su banco y habla con el oficial de negocios, un mozalbete de arete en la oreja izquierda y mirada de ispi. Frente al requerimiento de hacer la transferencia de los dólares al exterior, este, a quemarropa, le dice que la comisión es 20%. Jacinto, espantado, reacciona y pregunta con rabia contenida: “¿Por qué tan caro? Si yo pagaba máximo 3% en el pasado”. El funcionario responde algo inseguro. No somos nosotros que hemos aumentado la comisión. Le voy a explicar cómo funciona el mercado de los dólares. En primer lugar, los bancos, hace unos cinco años prestaban 3.000 millones de dólares al Banco Central de Bolivia. A cambio se recibía bolivianos para realizar préstamos. Ahora nos dicen que no tienen para devolvernos. Me puede bolsiquear si quiere, no tengo dolarachos, bromea el joven bancario. Entonces para conseguir esos 200.000, el banco debe comprar en el mercado los dólares y estos están a 7,80 o más, debido a la gran escasez. Washingtones a 6,96 Bs y la cara de Dios usted ya no va a ver. A rigor, nuestra participación es más o menos la misma del pasado. Las elevadas comisiones, en realidad, están reflejando el mercado de las divisas. Eso sí, para conseguir el dinero va a tener que entrar a una fila electrónica que puede durar más de un mes.

Furioso, dice que reclamará a la ASFI. El funcionario pone cara de póker y le dice a Jacinto que llene un formulario de queja, un ODECO. Con la bronca tatuada en las venas, Jacinto vuelve a casa y le cometa el incidente a su esposa, Teruca Saltibajes. Ella le comenta que acaba de ver, en las noticas, que la ASFI creó una banda para las comisiones bancarias de un máximo de 10%. “Aleluya”, explota Jacinto. Problema resuelto. 

La compañera del importador increpa a Jacinto. No pues querido, no es tan simple. No estás entendiendo cómo funciona el mercado. Eso te pasa por faltar a tus clases de macroeconomía con el Chávez. ¡Chachón! En la U. te la pasabas en el billar en vez de aprender cómo funciona los mercados de las divisas. 

A ver, te voy a refrescar la memoria. La oferta de verdes proviene de las exportaciones, las inversiones extranjeras, los préstamos y las remesas internacionales. Estas fuentes están secas o muy bajas. La demanda de dólares proviene, sobre todo, de las importaciones. Nada de esto ha cambiado. A rigor, la banda es una forma de control de precios del mercado que solo va a generar más escasez de dólares. Con esta banda de precios, de taquito están devaluando indirectamente el boliviano. En los hechos del mercado, el Gobierno está aceptando nuevos precios del dólar, a saber: 7,30 Bs a 7,65 bolivianos. Y habrá que ver, en coca yungueña, si esto regulariza el mercado. ¡Waway! Teruca comienza a cantar una vieja canción de los Wawancos: “Lo que pasa que la banda está borracha, está borracha”.

Ahora, escúchame bien Jaci, si los exportadores no traen los dólares, no salen estos del Colchón Bank y la banda no funciona, sospecho que el Gobierno decretará control de capitales (obligará a los exportadores a entregar los dólares) e impondrá restricciones a las importaciones, complicando más la situación, afirma sabiamente Teruca. Así que no seas Tribilín y andá a hacer la transferencia con la comisión que te han dicho en el banco, total las doñas igual van a pagar más caro por los calzones.



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