Las redes sociales están alcanzando niveles
de crispación desconocidos. Hasta hoy, los guerreros digitales del MAS las
utilizaban, a cambio de remuneración (lo que los convirtió en mercenarios de la
palabra, lo mismo que el que escribe contra Carlos Mesa por encargo) para
denostar a sus adversarios políticos, a los que calificaban como “derechista”, “vendido
al imperio”, “fascista” y otros epítetos similares, cuyos significados
probablemente ignoraban, pero que los usaban ufanos. Algo parecido sucedía con los
adversarios del MAS, que denostaban a los líderes espirituales, a los falsos
matemáticos y otros congéneres masistas, muchas veces insultándolos o
utilizando adjetivos que sólo ratificaban que, en Bolivia, persisten el racismo
y la discriminación social.
Hoy no se trata sólo de eso. Las diferentes redes sociales y a veces los grupos en los que supuestamente están personas que tienen mucho en común, han dado paso a la intolerancia cuando no a posiciones que se vierten con aire de “perdonavidas” o de “jueces supremos”, que descalifican a quienes disienten de sus puntos de vista.
Veamos algunos ejemplos.
Criticar al dictador Bukele supone ser considerado defensor de delincuentes y pandilleros, repitiendo las acusaciones que proferían los dictadores de los años 70 a los defensores de derechos humanos, a quienes calificaban de “protectores de terroristas y comunistas”. Revela, además, supina ignorancia en los acusadores, que desconocen olímpicamente que los derechos humanos corresponden a todas las personas, sin discriminación alguna.
Denunciar el genocidio que Israel está cometiendo en la franja de Gaza, convierte al denunciante en simpatizante (cuando no militante) de Hamás y en antisemita, revelando esto que el acusador no tiene la más peregrina idea de cómo Hamás fue patrocinado y auspiciado por Israel para dividir a los palestinos. Asimismo, cae en una generalización inaceptable, similar a la de alguien a quien se le ocurriera decir que todos los bolivianos son masistas.
Opinar en contra del histriónico malhablado que pugna por la presidencia en Argentina, convierte automáticamente al opinador en kirchnerista, pues se considera al líder de “La libertad avanza” como infalible, pese a que, durante las dos últimas semanas, ha dado muestras suficientes de ser “como Ovando y Onganía” (“la misma porquería”) pues, para ganar las elecciones, se ha juntado con la “casta” a la que quería sepultar, olvidando agravios y suspendiendo los suyos contra la “chorra montonera” que ahora es su aliada.
Manifestar que en el mundo hace falta justicia social convierte a quien lo propone en “socialista”, “comunista” y “zurdo”. Los autores de los adjetivos reniegan de todo lo que tenga olor a social o comunitario (“mugre” le llaman algunos), porque creen que la sacrosanta libertad de mercado (que incluyen dentro de la definición genérica de “libertad”) traerá la prosperidad y eliminará las injusticias que, como sabemos, son muchas.
Preguntar quién financia el “Encuentro por la libertad” que se realizará próximamente, se considera muestra de chatura intelectual, aunque haya quienes se ufanen del mismo diciendo que será “un gran encuentro de liberales, en un lugar excelente, a precios accesibles, con una buenas carnes, charlas y temas”.
Triste que las redes sociales se estén convirtiendo en un espacio del que haya que huir por salud mental y seguridad personal; duele que esto sea ejecutado por supuestos demócratas que actúan, en los hechos, como fascistas, tal vez en la creencia de que “el fascismo es hoy democrático”.
Bukele es un violador ejecutoriado de los derechos humanos en El Salvador. Hamás es un grupo terrorista despreciable, lo que no da derecho a Israel de hacer las barbaridades que está haciendo en la franja de Gaza. Milei es otro político más de los muchos que tiene la casta a la que critica y da muestras evidentes de desequilibrios. La justicia social sigue siendo una aspiración de la humanidad, que se consigue con la intervención del Estado en la economía, propugnada por un economista connotado (Keynes) para salvar al capitalismo luego de la crisis de 1929. La realización de un encuentro con algún financiamiento anónimo pone en tela de juicio la independencia de sus asistentes.
Amigos: sean tolerantes, sean demócratas en la práctica, dejen de lado la soberbia, las ironías y los insultos. La libertad y la justicia se los agradecerán. ¿Cuesta tanto entenderlo?