Los fallos y contrafallos de la justicia boliviana ocupan los titulares de los medios de comunicación y generan incertidumbre sobre la situación económica, social y política del país, constituyendo una de las amenazas más graves para la vigencia del orden democrático, ya de por sí sumamente debilitado. Restablecer la institucionalidad de la justicia boliviana es imprescindible para que la nación pueda tener esperanza de un futuro mejor sustentado en la vigencia del Estado de Derecho, sin el cual no hay desarrollo ni prosperidad que sea sostenible.
Lamentablemente, llevamos años en los
cuales el devenir de los principales acontecimientos y conflictos, que han
marcado la historia nacional reciente, han sido determinados por los fallos del
Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) que no solo desnaturalizan la
Constitución Política del Estado, sino que generan una jurisprudencia
contradictoria que destruye todas las bases del ordenamiento jurídico nacional,
generando un escenario ya no solo de incertidumbre sino incluso de zozobra para
el conjunto del país.
Si a las actuaciones del TCP se le agregan
las múltiples intervenciones de resoluciones de alcance constitucional
dispuestas por jueces en las distintas jurisdicciones departamentales, se
configura una situación que se puede denominar indudablemente como caos
jurídico, en la cual las contradicciones entre distintos actores y niveles del
sistema judicial se contraponen, destruyendo la certeza jurídica que debiera
constituir la base del sistema democrático, el Estado de Derecho y el normal
desarrollo de las actividades económicas.
Es lo que sucedió, por ejemplo, con las
elecciones judiciales, las cuales fueron saboteadas –creo que es el término más
adecuado– desde distintos juzgados y tribunales, afectando el derecho de
millones de ciudadanos a la elección de los magistrados que representasen a sus
departamentos, en un cálculo político gubernamental orientado a preservar el
control de ciertos altos tribunales, especialmente el TCP, a fin de convertirlo
en la base de su gobernabilidad, ante la pérdida de la mayoría parlamentaria en
la Asamblea Legislativa Plurinacional. En los hechos, el TCP está reemplazando
muchas de las funciones constitucionales que corresponden a la Asamblea
Legislativa y al Tribunal Supremo Electoral (TSE), lo cual constituye un nuevo
atentado contra la democracia en Bolivia y una franca violación de la
Constitución Política del Estado, la cual establece con claridad que las
funciones de los órganos del Estado no son delegables entre sí; la llamada
separación de poderes que constituye la base de todo sistema democrático.
No hay que ser clarividente para entender
que, en un año electoral en el cual se percibe una opción mayoritaria en la
opinión pública por un cambio político de fondo, estas manipulaciones de la
justicia y sus resoluciones, especialmente en el ámbito constitucional, pueden
afectar el normal desarrollo de las próximas elecciones nacionales y la
consecuente transición pacífica del poder. Por ello, es de fundamental
importancia que la ciudadanía esté atenta para exigir con firmeza que se
rechacen todas aquellas demandas que obviando el principio de preclusión
pretenden alterar el cronograma electoral y se respeten la normativa
constitucional y legal vigente; además de los acuerdos a los que se
comprometieron los principales actores institucionales y políticos en las
reuniones convocadas por el TSE para garantizar el normal desarrollo de los
próximos comicios.
Igualmente, es de vital importancia que
quienes aspiran a gobernar el país tengan en cuenta que no solo serán
necesarias reformas económicas, ni tampoco el cambio de leyes y otras normas,
sino que para que todas las medidas que se deben tomar para superar la crisis
actual tengan éxito y se consoliden en su implementación, se necesita un
sistema de justicia que brinde seguridad, certidumbre y confianza a los
ciudadanos, empresarios e inversionistas, pues de lo contrario no se generarán
las condiciones necesarias para establecer un nuevo modelo de desarrollo que
favorezcan el crecimiento y el desarrollo sostenible de Bolivia en el largo
plazo.