La invasión rusa a Ucrania marca un cambio de época, similar al que determinó la caída del muro de Berlín hace poco de más de 30 años. Así como en ese momento la humanidad caminó esperanzada hacía una nueva era de libertad y prosperidad, que ha llevado al mundo a niveles de progreso económico, disminución de la pobreza y avance tecnológico sin precedentes, la guerra desatada por la ambición nacionalista e imperialista de Putin, nos recuerda que la historia es constantemente alterada por acontecimientos provocados por esa parte oscura de muchos gobernantes que van a la guerra para imponer una supuesta superioridad de unos pueblos sobre otros.
Si el siglo XX fue marcado por la lucha para liberarse de sistemas totalitarios que impusieron tanto el nazismo de Hitler como el comunismo soviético, la libertad de las personas y el futuro de las naciones en este siglo XXI estará determinado por el resultado de la guerra en Ucrania, en la cual el régimen de Putin procura desconocer el derecho de los ucranianos a existir como nación y como estado. Si Putin prevaleciera, se desatará un periodo histórico marcado por la violencia, el retroceso democrático y el atraso global.
Por el contrario, si Rusia saliera derrotada, no solo por el desgaste militar que provocará la resistencia ucraniana a la ocupación, sino por el golpe a su economía que le significarán las sanciones que están imponiendo las naciones democráticas y la reacción en cadena de las grandes corporaciones del mundo que están saliendo del mercado ruso, se habrá sentando un precedente que evitará que en el futuro otros dictadores y regímenes autoritarios desaten guerras similares para anexionarse territorios de otros países, como se hacía hasta antes de la segunda guerra mundial.
Es el dilema sobre el cual nos advertía Yuval Noah Harari en un ensayo publicado en The Economist días antes de la invasión a Ucrania “Si vuelve a ser norma que un país poderoso engulla a su vecino más débil, cambiará el modo en el que los pueblos se sientan y comporten”, concluyendo que se corre “el riesgo de volver a la ley de la jungla, con un consecuente salto en gastos militares a expensas de los demás, en el que el dinero para maestros, enfermeras y trabajadores sociales será reasignado a tanques, misiles y armas cibernéticas”.
Muchas naciones están abriendo sus ojos a esta nueva realidad, en la que todo el mundo que se había construido al finalizar la segunda guerra mundial, basado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el compromiso con la democracia y la prosperidad que genera la economía de mercado se ve amenazado por la nueva guerra desatada por Putin.
El discurso del canciller alemán Olaf Scholz ante el Bundestag (Parlamento Federal) en el que anunciaba que a partir de este año se invertirán 100.000 millones de euros en potenciar las fuerzas armadas alemanas para garantizar su seguridad frente a esta nueva amenaza, sintetiza en una palabra lo que significa este giro histórico, Zeitenwande, un termino que podría tener varias traducciones pero que la más compartida y comentada en los medios internacionales, es la de cambio de época.
Mientras Putin trata de ocultar la verdad al pueblo ruso, controlando los medios de comunicación y las redes sociales, la exclusión de Rusia de las principales eventos culturales y deportivos del mundo, así como el cierre masivo de las operaciones de las empresas internacionales más importantes en el territorio ruso, la inflación y la devaluación que ya están golpeando los bolsillos de sus ciudadanos, además de las imágenes que circulan sobre las pérdidas de las vidas de jóvenes soldados y la resistencia y el rechazo ucraniano a la invasión, volverán cada vez más difícil que el pueblo ruso apoye en el mediano plazo esta cruel agresión a una nación hermana con la que comparten una historia milenaria.
Como dice el destacado economista internacional y compatriota boliviano, Augusto López Claros, quien cita a Bertrand Russell que afirmó que las guerras terminan cuando los agresores son derrotados, es necesario redefinir lo que implica la derrota para Putin, siendo el mejor escenario que la misma se dé por la contundencia del impacto de las sanciones económicas y la utilización de sus reservas internacionales para reconstruir Ucrania. Por el bien de todos, esperemos que esto funcione, pues la alternativa de la respuesta militar tendría consecuencias globales absolutamente imprevisibles.
Oscar Ortiz Antelo ha sido senador y ministro de Estado