En un lejano país africano, Gasolandia, gobernado por dos jefes de la misma tribu durante casi 20 años, se descubrió un gran boicot contra la economía, que era muy dependiente de un recurso natural.
En Gasolandia la producción de gas natural había caído de 60 millones de metros cúbicos día a 30 millones, entre 2014 y 2023. En el mismo periodo, las exportaciones bajaron de 6.600 millones de dólares a 3.000 millones de verdes y la renta gasífera se contrajo de 5.489 millones de dólares a 2.000 millones.
En este pintoresco país, el sector hidrocarburífero daba el excedente financiero que hacía funcionar el modelo económico y que les había permitido a los gobernantes gozar de apoyo popular. Pero misteriosamente, el sector gas natural comenzó a languidecer. ¿Quiénes fueron capaces de matar a la gallina de los huevos de oro y del excedente? ¿Qué mano criminal había convertido la empresa estatal, Yacimientos Fiscales de Gasolandia (YFG) en una cueva de sindicalistas e incompetentes?
Felizmente, la inteligencia del Gobierno de Gasolandia descubrió a los boicoteadores. Se trataba de opinadores telépatas de toda laya que, a través de técnicas sofisticadas de hipnosis y control de mentes a distancia, habían convertido al presidente, ministros de Economía y Finanzas Públicas y de Hidrocarburos en zombis vivientes. Con sus poderosas ondas cerebrales intervinieron reuniones de gabinete y obligaron a las autoridades a cortar las inversiones en exploración de nuevos pozos de gas y convertir a YFG en una entidad ineficiente y tomada por sindicatos y jirafas.
Las reservas internacionales del Banco Central de Gasolandia cayeron de 15.000 millones de dólares, en 2015, a 1.700 millones de verdes en 2023. Ahora se sabe que este despilfarro de dólares se trató de otro boicot. Comandos de analistas económicos del pantano neoliberal, entrenados por curacas pandinos, yatiris de Curva y orishas cubanos que viven en Miami, hicieron una combinación poderosa entre macumba y milluchada y así lograron doblegar y controlar el alma revolucionaria y la voluntad del equipo económico del proceso de cambio de Gasolandia. Los obligaron a gastar, a diestra y siniestra, los dólares de las reservas internacionales, a prestar esa plata a empresas públicas y a vender las joyas de abuela (los lingotes de oro).
Hace 12 años, Gasolandia registra un déficit público elevado, en promedio del 8% del producto interno bruto (PIB). Es decir, los gastos e inversiones del Estado son mucho más grandes que sus ingresos. Ahora se sabe que este fue otro sabotaje de mentes malignas y mal entretenidas que pululan en los medios de comunicación y redes sociales de este país africano. En este caso, estaríamos frente al fenómeno sobrenatural más increíble de la historia de la humanidad: Posesión demoniaca colectiva. Todo el equipo económico y político del Gobierno de los dos líderes fue tomado por satanases neoliberales y luciferes libertarios juniors. Los obligaron a crear centenas de empresas públicas ineficientes, los forzaron a inflar el Estado en más de 500.000 personas y gastar el dinero público como locos, en propaganda, sedes sindicales, museos y proyectos faraónicos. El objetivo de estas sabandijas del infierno era desprestigiar y, por supuesto, hacer fracasar el glorioso modelo económico.
La deuda pública externa, interna y de las empresas estatales con el Estado subió al 80% del PIB. Este boicot fue descubierto gracias a la sagacidad de ciberagentes entrenados en Venezuela. Opinadores y ventrílocuos económicos habían desarrollado ácaros electrónicos que, en cuanto los sacrificados hermanos y compañeros del proceso de cambio de Gasolandia dormían, entraban por sus bocas y se convertían en micrófonos que se conectaban a los cerebros revolucionarios. A través de estos artefactos de alta tecnología, analistas predicadores con melodiosas voces de sirenas y mantras efectivos controlaban la voluntad de las autoridades económicas y los obligan a contratar más deuda pública.
Si bien se había descubierto el boicot económico, se sospechaba que detrás de los opinadores económicos, de los políticos de poca monta y de periodistas especuladores había una mente maestra, un topo dentro del equipo económico que nunca fue descubierto y que, desde la oscuridad, en los pasillos y recovecos del poder, inducía a que se tome malas decisiones en política económica y sectorial. Se trataría del acto de infiltración más eficiente en la historia política en el país.
Era tanto el misterio, que el líder máximo de Gasolandia decidió involucrarse directamente en la investigación y búsqueda del saboteador consuetudinario. Existían muchos rumores sobre el agente. Una leyenda urbana se había construido a su alrededor. Se decía que se movía, con comodidad, en las instituciones públicas siempre disfrazado de un nuevo personaje. A veces era un mensajero, en otras ocasiones un experto en estadística e inclusive habría pasado como un consultor del Banco Mundial. No había duda, era un maestro del camuflaje y de la disimulación. Su historia inclusive se remonta a muchos años y hay gente que dice haberlo visto en las oficinas del Banco Central de un lejano país en Sud América.
Después de requisas por todos los recovecos del Estado, una noche se informó al presidente de Gasolandia que se supo que el infiltrado estaría en el viejo salón de Los Espejos del antiguo palacio. El presidente de la república africana comunicó a su equipo que él solito desenmascararía y agarraría al saboteador. Esto era algo personal.
Al final de una dura jornada laboral, como a las 11 de la noche, se dirigió al salón de Los Espejos. La oscuridad era casi absoluta. El día respiraba sus últimas horas. El presidente de Gasolandia tenía sangre de venganza en los ojos y aunque había entrado raudamente a la edad de la pocorancia, el engorde en disfrute, esa noche se desplazaba como un lince herido. Logró escuchar unos pasos y algunos amagos de sombra. Había alguien definitivamente en el recinto. Los espejos reposaban en un silencio cómplice. Comenzó a buscar por todo lado y no encontraba el interruptor. Cuando finalmente pudo encender la luz, el corazón se le paralizó en siete idiomas, sintió convertirse en un monolito de hielo, estuvo a punto de desplomarse. Finalmente, después de tantos años en el poder, primero, como ministro y ahora como presidente, tenía frente a él a quien estaba boicoteando su gobierno. Con voz acongojada preguntó: ¿Eras tú? ¿Como es posible este suceso? No entiendo. Enfrente suyo estaba él mismo, pero con 10 años menos de edad.