El revoltijo político y electoral en el país es general. Hay barullo en la derecha e izquierda nativas con acusaciones, descalificaciones y todo tipo arremetidas entre bandos, aunque la batahola es más intensa entre quienes supuestamente comparten los mismos parapetos ideológicos. Esto no se había visto en el primer cuarto de siglo en la política boliviana: un verdadero todos contra todos.
¿En qué terminará esta ensalada? La confusión y la incertidumbre se han apoderado de los votantes porque aparecen tantas opciones electorales en este momento y, al mismo tiempo, tantos ataques políticos que no dan lugar a la esperanza y sumergen al soberano en la decepción porque ve que todo se resume a batallas sin cuartel por el poder, mientras la multicrisis avanza sin parar hacia la médula misma de la sociedad.
Cómo se puede ordenar el caos político en el país. Lo lógico sería que en la izquierda populista y en la derecha variopinta definan hacer un “parate”, un paréntesis, para reflexionar y meditar sobre la oportunidad que están desperdiciando, los unos para renovar en serio el denominado proceso de cambio y los otros para presentar una nueva visión de país, una alternativa real. Como van las cosas, es pedir peras al olmo.
Quedan días para la inscripción de candidaturas y el panorama muestra pocas probabilidades de que los partidos y alianzas que están en carrera cedan en sus pretensiones porque en sus cálculos más finos está la segunda vuelta, en octubre de este año, es decir acabar primero o segundo en la votación del 17 de agosto para forzar el apoyo del resto en un segundo y definitivo momento del proceso electoral.
Se rehúsan a promover sinceros procesos de unidad porque entienden que esa tarea le corresponde ahora al electorado. Desde diciembre de 2024 hasta abril de este año, los componentes del fallecido bloque opositor repitieron que el objetivo de fondo era la unidad, pero quedó claro en la implosión que la última de sus prioridades fue precisamente la unidad.
Lo mismo está sucediendo con los liderazgos de la izquierda populista. Hablan y hasta claman por unidad del movimiento popular indígena, pero en simultáneo ordenan ataques y descalificaciones a los exhermanos y exhermanas, bloqueando cualquier entendimiento a días del 19 de mayo, fecha final para la presentación de listas de candidatos a presidente, vicepresidente, senadores, diputados y representantes supraestatales.
La irrupción de Andrónico Rodríguez como postulante presidencial provocó una sensación de mayor desorden político en Bolivia por las reacciones en la izquierda populista y la derecha que anda añorando el pasado. Todos, absolutamente todos, se refirieron a Andrónico, la mayoría con críticas, cuestionamientos, adjetivaciones y hasta subestimaciones porque el presidente del Senado no estaría a la altura del desafío histórico.
No conciben que su ingreso a las arenas electorales puede convertirse en el factor que empuje la posibilidad de la reanudación de conversaciones y negociaciones, no oficiales por supuesto, para intentar nuevamente la configuración de opciones de unidad en las dos veredas. En las oposiciones, las consideraciones apuntan a que hay que seguir adelante, tal como se ha planificado, sin dar paso a un nuevo esfuerzo de unidad, que evite el desastre de la dispersión.
En el otro bando, los condicionamientos están a la orden del día. Conversamos, pero si no participan tal y cual. Excluyen de antemano a quienes son señalados como responsables de la decadencia del MAS, el otrora partido beneficiado por la hegemonía. El 19 de mayo se sabrá si los precandidatos, candidatos, entornos, partidos y alianzas pensaron más en sus intereses y no en las necesidades de la gente en tiempos de crisis. También puede haber sorpresas. Serán recibidas con interés democrático.
Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista y analista.