¿Cuáles son los factores de movilidad social en una sociedad? ¿Cuáles son los ascensores sociales que impulsan el progreso individual/familiar de una persona? ¿Cuáles son las oportunidades de progreso que tienen los ciudadanos de una nación? Estas son preguntas que debemos hacernos para ver si estamos ofreciendo las respuestas correctas, mejor dicho, los incentivos y las condiciones apropiadas para que los miembros de nuestra comunidad puedan prosperar. Lamentablemente, en la mayoría de los casos tenemos las respuestas equivocadas.
Una sociedad próspera debe ofrecer amplias oportunidades de movilidad social, a fin de que los ciudadanos tengan las condiciones de vivir con dignidad y que en cada familia una generación pueda dejar a la siguiente mejores niveles de vida que los que recibió. Si esto se cumple en lo individual y familiar, entonces se cumplirá en lo colectivo. Para ello, tiene que haber ciertas condiciones básicas, como el acceso a un buen sistema de educación, libertad de trabajo y de emprendimiento, niveles razonables de tributación y un sistema que garantice los derechos de propiedad privada, pues estos bienes patrimoniales son los que incentivan el esfuerzo de los padres y garantizan que los frutos de su trabajo beneficiarán a los hijos, en su búsqueda permanente, intrínseca a la naturaleza humana, de dejarles un mejor futuro.
En Bolivia, estamos mal en casi todos estos campos. La educación, no tiene la calidad suficiente para brindar al estudiante una formación moderna y competitiva que le brinde condiciones de acceso al mercado laboral. Aunque se invierten millones en la educación pública, esta falla desde los primeros peldaños del sistema, por ejemplo, la politización e ideologización del sistema de formación de maestros para los niveles de educación preescolar, primaria y secundaria. La negativa a que nuestro país participe en sistemas de evaluación de la calidad educativa, siguiendo estándares internacionales, equivale a cerrar los ojos frente a nuestras falencias.
La desinstitucionalización y politización del sistema de la universidad pública tampoco contribuye a que estas casas de estudios superiores conviertan a la educación en un ascensor social. La falta de actualización de los contenidos educativos, la carencia de un sistema de educación técnica superior y la baja valoración social a este nivel de formación, marcan un divorcio entre la educación que se imparte y la demanda del mercado laboral, lo que después se traduce en frustración, pues muy pocos de quienes logran finalizar sus estudios universitarios consiguen trabajo en el campo en el que se han formado.
Esto no significa que la educación no continúe siendo un importante e indispensable factor de movilidad social, quizás el más importante; la alfabetización universal, la posibilidad de culminar con la educación secundaria y el acceso a la educación superior, son fundamentales para crear una sociedad mayoritariamente de clase media, en la cual los ciudadanos tengan oportunidades de prosperar.
En los otros campos tampoco estamos bien. La presión del estado sobre las actividades económicas y la falta de garantías a la propiedad privada ocasiona que tengamos el nivel de informalidad más alto de Latinoamérica, en el cual la inmensa mayoría de los ciudadanos encuentran apenas una fuente de subsistencia, con condiciones de movilidad social más lenta y difícil.
Resultado, el acceso a un cargo público se convierte en la principal fuente de movilidad social y, como no existe una carrera meritocrática de servicio civil, los salarios por lo general son bajos y existe una alta rotación de los empleados públicos según las militancias partidarias, se genera un desincentivo a la formación de los recursos humanos y a la superación personal, y un gran incentivo para que integrarse en esquemas de corrupción que aceleren el enriquecimiento individual.
Necesitamos cambiar las respuestas a un problema real, generando nuevos y mejores incentivos para que los ciudadanos puedan encontrar en la educación, el acceso competitivo al mercado laboral y el desarrollo de la capacidad y vocación emprendedora de nuestra población, el camino para lograr condiciones vida acordes la dignidad humana y oportunidades de prosperidad familiar.
Óscar Ortiz ha sido senador y ministro de Estado