Cuando el expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada eligió al jurista René
Blattmann como su delfín para las elecciones generales de 1997 no se imaginaba
la resistencia que iba a encontrar en el camino. Es más, se sentía tan dueño de
los destinos del MNR, que impuso su capricho por encima de las aspiraciones de
dirigentes históricos que querían devolverle mayor protagonismo al partido.
Blattmann, a quien acompañaba entonces como aspirante vicepresidencial el actual dirigente de Comunidad Ciudadana, Carlos Alarcón, sucumbió pronto a las presiones y más tardó en llegar que en irse.
La posta partidaria fue tomada entonces por un histórico del MNR, el cruceño Juan Carlos Durán, quien, pese a partir con demora logró el segundo lugar, muy cerca del ganador, el adenista Hugo Banzer Suárez.
El objetivo de Gonzalo Sánchez de Lozada fue manejar el partido a su manera y adecuarlo a sus propias necesidades políticas.
Goni fue beneficiario de una decisión similar de Víctor Paz Estenssoro, pero obviamente éste había conducido una revolución victoriosa y el otro solo había ganado una elección, menuda diferencia.
Con el MAS pasa algo similar. Evo Morales definió, prácticamente sin consultar, el binomio de su partido para las elecciones del 3 de mayo. Se inclinó por Luis Arce Catacora, su ministro de Economía durante casi 14 años y un aparente símbolo de la estabilidad y el crecimiento económico de la última década, y por David Choquehuanca, la sombra indígena detrás del “blanco sano”.
Arce, el único ministro que se dio el gusto de construir su propio y lujoso “palacio”, en lo que fue un antiguo terreno del BBA sobre la principal avenida de La Paz, gozó siempre de la simpatía presidencial, al extremo que cuando dejó temporalmente el cargo por enfermedad, fue despedido con lágrimas por el Presidente.
Como Blattmann, que se había convertido en una suerte de “paladín” de algunos cambios, bulliciosamente difundidos, en la justicia, Arce fue el artífice de un modelo que supuestamente había permitido disparar el crecimiento hacia niveles sorprendentes y casi cuadruplicar el tamaño de la economía. Era, algo así, como la prueba viviente de que el “socialismo” no lo hacía tan mal con los números, como ocurría en Venezuela y Cuba.
Por apuntar a las clases medias y reivindicar el que considera su mayor logro –“una economía próspera”– Morales tal vez haya sacrificado el elemento diferenciador más importante de su proyecto, la “inclusión”, como se ha visto en las primeras manifestaciones públicas de rechazo de las organizaciones indígenas y de cocaleros.
Cuando tenía la oportunidad de reafirmar lo inclusivo como eje de su discurso, precisamente frente a candidaturas que él mismo descalificó como “racistas” y “excluyentes”, opta por un señuelo que muy probablemente no lo acerque a las clases medias y más bien lo aleje de sus bases.
La mayoría de las encuestas que se han difundido hasta hoy revela que, independientemente del candidato, la intención del voto del MAS es igual o superior al 20%. Eso quiere decir que el voto duro, mayoritariamente indígena, permanece intacto luego de la renuncia de Morales.
Al elegir a Arce, el líder masista arriesga precisamente a ese voto duro, para ir en búsqueda de un sector que le es mayoritariamente esquivo desde el 21F, las clases medias urbanas, que fueron las protagonistas de la resistencia contra el fraude el 20 de octubre y en última instancia de la huida del exmandatario.
Además, la economía no será, por ahora, un tema central en el debate político. Si bien las tendencias indican que la bonanza quedó atrás, tampoco es inminente un descalabro que sirva para establecer comparaciones con el pasado.
Arce es un técnico que tendrá que lidiar en los debates con candidatos que también lo son y experimentados, como Jorge Tuto Quiroga y eventualmente, Samuel Doria Medina, quienes tienen la información y el conocimiento como para diluir el espejismo de un milagro económico que fue resultado más de las condiciones externas que de las genialidades de la exautoridad.
Por si lo anterior fuera poco, Arce tendrá que asumir responsabilidades por haber autorizado un manejo dispendioso de los recursos y utilizado al Banco Central como una suerte de “caja chica” gubernamental.
La resistencia a su nominación irá creciendo, lo mismo que la suspicacia de las organizaciones sociales, sobre todo indígenas, a la decisión de Morales. Por las razones antes expuestas Arce puede correr el mismo destino que Blattmann en 1997.
Hernán Terrazas es periodista.