Muchas amenazas y algunas oportunidades, nos ofrece un
entorno internacional que continúa afectado por la pandemia y sus secuelas, las
cuales aún continuarán afectando las economías y obstaculizando los esfuerzos
por volver a la normalidad y reactivar las economías de países como el nuestro.
Entre las oportunidades debiéramos procurar posicionarnos en las nuevas
corrientes de comercio internacional que se generarán a partir de que los
países desarrollados no querrán depender en el futuro de que un solo país,
China, sea casi un único proveedor en muchos rubros y, por lo tanto, mirarán
hacía otras regiones como Latinoamérica para diversificas sus fuentes de provisión
de materias primas y, especialmente, de manufacturas.
Entre las amenazas, la prolongación de la pandemia por un nuevo año, el 2022, sería un golpe muy duro para todos los esfuerzos de reactivación. Si bien se ha avanzado mucho con el desarrollo de las vacunas y su aplicación, entre las mutaciones del coronavirus y los millones de personas que aún quedan por vacunar, todavía se puede sufrir nuevas olas que ocasionen a nivel mundial otras restricciones a las actividades económicas, lo que agravará y prolongará los problemas causados por la interrupción de los procesos de producción y distribución de las mercaderías durante el 2020.
Entre ellos, quizás el más grave sea la crisis global de la cadena de suministros, por la cual los precios del transporte internacional de mercaderías, especialmente el marítimo, se han elevado sustancialmente, además de incrementarse los tiempos de transporte, por la demora en los puertos para embarcar y desembarcar las mercaderías, lo que ha generado un círculo vicioso de problemas que se retroalimentan entre sí, generando escasez de muchos productos y, consecuentemente, encareciéndolos. Se estima que esta crisis continuará con el nivel de dificultad actual hasta fines del 2022.
La inflación vuelve a ser tema de discusión a nivel internacional, después de unas tres décadas en las que había dejado de ser un tema por el cual preocuparse para la mayoría de los países.
En Europa se están estudiando escenarios sobre el Gran Apagón y la economía de la escasez, debido a que se teme que los problemas de abastecimiento energético que ya está sufriendo la China y también, la incertidumbre sobre la seguridad energética europea debido a una serie de conflictos geopolíticos, como las tensiones entre Europa occidental y Rusia, hacen temer nuevos cortes en la cadena de producción, distribución y abastecimiento. Obviamente, cualquier escenario de escasez implicará una elevación de precios internacionales.
Algunas de estas situaciones pueden representar oportunidades para la economía boliviana, como la elevación de los precios de los commodities, aunque la caída de la producción de hidrocarburos y las limitaciones a la producción agropecuaria por los cupos a la exportación, el control de precios y la limitación al uso de biotecnología, restringirán el aprovechamiento de una nueva coyuntura de precios altos. Al mismo tiempo, para un país esencialmente importador como el nuestro, el encarecimiento de los combustibles, maquinarias e insumos que importamos, también representarán un importante incremento de los costos internos.
La principal oportunidad, si hubiera una visión de desarrollo de mediano y largo plazo, sería la de prepararse para ser parte de la reorientación de las corrientes de comercio internacional, derivadas de la necesidad que sienten las naciones desarrolladas de disminuir la dependencia de China, por lo cual buscaran nuevos lugares donde establecer sus plantas de producción.
Claro, para aprovechar esas oportunidades el país debería tener una visión de desarrollo orientada a la atracción de inversiones para desarrollar capacidad exportadora, lo que exige ofrecer seguridad jurídica y un entorno favorable para las actividades empresariales, todo lo contrario de lo que se tiene como agenda estatal actualmente.
*Ha sido presidente del Senado y ministro de economía.