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10/08/2022

Albertina

Por los sesenta, el antropólogo Oscar Lewis propuso el modelo de la "cultura de la pobreza" con base en su trabajo de campo en México, Perú y Estados Unidos. La propuesta plantea que los pobres tienen una estructura y lógica [structure and logic] sostenida de generación en generación que los mantiene reproduciendo la pobreza: una cultura de los pobres. El modelo fue ampliamente debatido en su momento. Principalmente porque se le criticaba la esencialización de cómo "es" el pobre y como "debe ser" el pobre.

Este debate sobre la condición moral de la pobreza salpicó a gran parte de Bolivia en los últimos días. Esto a raíz de un video que “denunciaba” que la tiktoker Albertina Sacaca quería cobrar la suma de mil dólares por publicidad a un negocio. Albertina Sacaca, la influencer con millones de seguidores en la plataforma Tiktok, se caracteriza por mostrar una vida austera en el área rural del sur de Bolivia. En su cuenta, ella construyó una forma comunicativa novedosa a partir de su particular carisma con el que contaba la cotidianidad de la vida en el campo. El fenómeno de los influencers indígenas no es netamente boliviano. Nancy Risol, youtuber ecuatoriana, hace algunos años viene cautivando también a las redes sociales mostrando lo bonito y diferente de la vida rural-indígena frente la aplastante urbanización latinoamericana. Hay actualmente varias cuentas en otros países como Perú, Brasil, entre otros.

Ahora bien, el debate público de las redes sociales bolivianas sobre Albertina dividió al público en dos. Un bloque consideraba que Albertina era “falsa”, un “engaño”: una actriz que había engañado al público con su actuación de joven rural pobre. En cambio, el otro bando aplaudía que Albertina saque provecho de las redes sociales y que puede generar ganancias económicas para su movilidad social.

Si bien es cierto que el debate aún está abierto, la investigación social boliviana puede dar algunos insumos a la reflexión de esta pugna sobre el ‘fenómeno Albertina’. La antropóloga Pascale Absi hace un tiempo escribió un interesante artículo que ahora traigo a debate: "La pobreza como categoría moral. Por qué la riqueza no es suficiente para dejar de ser pobre" (2015). En el texto, ella propone que hay una construcción moral de la pobreza que luego no deja "surgir" a los pobres: "El supuesto pobre debería cultivar la miseria, que es precisamente la fuente de su marginalidad y estigmatización." (419). Sus investigaciones en los mineros y trabajadoras sexuales dan cuerpo a su argumento: "En Bolivia, la acusación moral a los pobres es un mecanismo central de descalificación del ascenso social de personas de origen campesina e indígena que amenazan la posición de las élites tradicionales (pensadas como blancas o mestizas)." (419).

En ese sentido, y con base en los aportes académicos disponibles, el gran debate frente a las descalificaciones a Albertina muestra que hay algo más profundo en juego. Al final, está en juego no un hecho individual, sino un hecho social de la sociedad boliviana: el racismo y su intersección con las representaciones colectivas de la pobreza.

Después de la propuesta de Lewis, llegó una oleada de reflexión antropológica que buscaba un modelo más dinámico de una cultura de los pobres. Al final, cualquier grupo social no se constituye por sí mismo sin relacionarse con los demás. El resto de la población de una sociedad tiene ciertamente influencia en la reproducción de otros grupos sociales. El etiquetamiento influye en cómo se comportan ciertos grupos, nos diría el sociólogo Howard Becker. Nos toca a los científicos sociales explicar hasta qué punto la pobreza boliviana se construye o se mantiene con estos discursos morales de cómo debe ser un pobre. 

Daniel Mollericona 



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