José María Bakovic nació en Cochabamba el 17 de diciembre de 1938 y falleció en la misma ciudad el 12 de octubre de 2013. Lo mató asistir a una audiencia en La Paz en uno de los 76 procesos penales instaurados contra él por el poder desde 2006. Su salud corría riesgo en altura superior a los 2600 msnm; sin embargo, ilegalmente, dos médicos forenses del Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF) desde Sucre, refutaron el informe médico respectivo, dejándole sin otra opción que ir a La Paz.
Bakovic, profesional de alta competencia, sin militancia política, católico convencido, de moral intachable y comprometido con el país, había dejado su trabajo en el extranjero al haber ganado en concurso la Presidencia del Servicio Nacional de Caminos (SNC). Volvió para contribuir al fortalecimiento de tan importante institución pública, habiéndose destacado por su ejemplar dirección.
Él representa a las víctimas de la dictadura masista. Sin causa justificada alguna, fue perseguido con saña por los esbirros en función judicial desde el 2006, por más de 7 años hasta matarlo. Por orden del más alto nivel del gobierno. Fue asesinado bajo ejecución continuada y pública ante la cual sólo contó con la solidaridad de sus seres queridos y su círculo de afecto, en medio del silencio cómplice de muchos.
Eran los tiempos de la consolidación hegemónica del “proceso de cambio”, la hora de arrancarle el alma a la clase media, de vengarse de los k’aras. Era cuando la caterva crecía sumando a sus filas a muchos intelectuales, a miembros de la clase media y, por supuesto, a todos los entusiastas militantes de la izquierda “caviar”, renegados de su origen étnico-cultural, muchos católicos entre ellos. Con y sin sotana. Todos dispuestos a doblar la cerviz para limpiar el suelo que pisarían los “excluidos” y, tal vez, tomar algo más que las migajas de su mesa.
José María Bakovic llegaba a Tarija cada lunes, con su abogada. Ese día le tocaba el suplicio en un juzgado del sur a cargo de una mujer con título de abogada, ignorante del Derecho y de que la función de los jueces es hacer Justicia y no obedecer al poderoso. Él creía saber un motivo de especial encono del “líder de los humildes” en su contra, el cual no ha sido revelado. Lo indiscutible fue ese encono. Contra él y contra tantas otras víctimas, como Marco Antonio Aramayo. Es que hay entre los llamados humanos turbios recipientes de odio y resentimientos. Por complejos y frustraciones. Gratuitos también.
El 4 de septiembre de 2013 José María acudió a Jorge Bergoglio, el jesuita elegido Papa hacía apenas unos meses, en marzo de ese mismo año. Lo hizo pidiendo que intercediera por él ante el poderoso que había decidido su sacrificio. Este es un momento adecuado para recordar detalles de su terrible caso en una apretada síntesis expuesta en sus propias palabras en aquella carta, con señalamiento de entretelones oscuros no esclarecidos hasta hoy.
Comienza diciendo: “Te dirijo esta carta para pedirte que, en la visita que te hará el Presidente Morales, le pidas que detenga la tortura judicial a la que me ha sometido desde el día de su posesión el 22 de enero de 2006 en que me condenó bajo el principio de “presunción de culpabilidad”. La tortura física y los campos de concentración han sido reemplazados por un acoso judicial sañudo que incluye más de 70 causas abiertas en mi contra, en siete departamentos de mi país, incluyendo dos prisiones ilegales con la tercera ya anunciada. Mi salud está agotada, física, psíquica y financieramente”. Tal alerta estaba siendo dada algo más de un mes antes del desenlace fatal.
Describe luego la subordinación del poder judicial a las órdenes del ejecutivo: “Fiscales y jueces serviles obedecieron el mandato de Morales haciéndome el primer preso político de su gobierno en marzo del 2006 y que se me detenga por segunda vez en agosto de 2007”.
Presenta indicios de móviles corruptos detrás de su persecución: “Ambas prisiones ilegales coincidieron con adjudicaciones irregulares de proyectos que acabaron en manos de una misma empresa. Mis denuncias desde la cárcel obligaron a derogar los decretos y hoy día enfrento la tercera orden de detención por un proyecto que ejecuta la misma empresa”.
Incorpora la relación con la embestida contra los indígenas y la naturaleza: “En llamativa coincidencia, esta empresa es la misma que se adjudicó la obra que intentaba dividir el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro-Securé (TIPNIS) para así ampliar la frontera de la coca, en la zona en que Evo es el dirigente de los productores. Luché también contra esta adjudicación ilegal en línea con lo que hicieron hace 300 años tus antecesores en las misiones jesuíticas del oriente de mi país, protegiendo a los indígenas contra las invasiones esclavistas de mamelucos bandeirantes en alianza con maloqueros locales”.
Su carta no tuvo respuesta ni efecto. Los hechos dejan claro porqué.
José María Bakovic mantuvo entera su dignidad hasta el final. Que su recuerdo nos impulse a seguir en la dirección correcta.
Gisela Bakovic es abogada.