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Mundo | 08/02/2024

|OPINIÓN|Sebastián Piñera: “Lo podemos soñar, lo podemos hacer”|Loreto Correa|

|OPINIÓN|Sebastián Piñera: “Lo podemos soñar, lo podemos hacer”|Loreto Correa|

Foto: EFE

Brújula Digital|08|02|24|

Santiago de Chile|Loreto Correa| 

En agosto de 2023 Sebastián Piñera concurrió a una entrevista en “Elegidos”, de Canal 13. Durante el diálogo realizó un balance de su vida, su matrimonio y su trayectoria; al finalizar la entrevista, expresó esta frase respecto del futuro de Chile, el que por cierto esperaba ver.

Sebastián Piñera Echenique (1949-2024) ha sido, y cuesta decir “ha sido”, un personaje extraordinario en la historia chilena. Sale de todos los moldes y de todos los cánones establecidos del chileno común: arriesgado, decidido, infatigable, deportista, trabajador incesante, organizado, exigente y muy cariñoso con su familia y sus cercanos. Era sin duda alguna uno de los hombres con una red de contactos formidable a nivel nacional e internacional. Fue además el mentor de la mayor formación de cuadros humanos en su partido, Renovación Nacional. Todos sus ministros y asesores lo han calificado en estos días como genuinamente preocupado por cada uno de ellos, por sus familias y entornos. Lo lloran, no como a un caudillo, sino como a un líder al que emular en alguna de sus tantas facetas.

Los que trabajaron directamente con él, tal como lo ha señalado más de un exministro por estos días, pasaban permanentemente por exámenes de grado. Así, la exministra de transportes durante su segundo mandato y actual presidenta del partido político EVOPOLI, Gloria Hutt, señalaba que Sebastián Piñera se metía en todo y consultaba de todo. Lograba especializarse si no conocía y estudiaba hasta los alcances más mínimos de una propuesta o un desafío. Ese, por ejemplo, fue el caso del rescate de los 33 mineros de la mina San José en Atacama. En efecto, Piñera estuvo junto a Laurence Golborne y Andrés Sougarret hasta que salió el último de ellos desde el fondo de la tierra aquel 13 de octubre de 2010, entre los cuales se encontraba un boliviano, al cual abrazó con el mismo cariño que a los otros 32 chilenos que estuvieron sepultados 77 días bajo tierra.

Pero Sebastián Piñera no era un hombre fácil. De ideas fijas y animado por una energía incontrarrestable, muchas veces chocaba con su entorno.

Pero siempre tuvo en su mente un mundo mejor para Chile y para América Latina. Y, en ese objetivo, sus detractores lo atacaron con encono y maldad. Se burlaron de él en innumerables ocasiones, como cuando creó la Alianza del Pacífico (2011) o Prosur (2016). Pero como cuando quien nada malo hace, nada teme, Piñera mantuvo la mirada latinoamericana incluso más allá de los contextos de gobiernos adversos en la región.

Quizás su mayor sombra sea aquella que generó adversidades tremendas en su sector, como las sufridas cuando se lo acusó de ser uno de los responsables del estallido social del mes de octubre de 2019. Entonces, su eterno optimismo flaqueó y bregó con menos compañía que otras veces. En aquella entrevista, sosegados los ánimos, Piñera explicó que para él lo más importante fue mantener la democracia y no aplicar la fuerza. En eso muchos de sus correligionarios lo han criticado hasta la saciedad.

Para Bolivia, este presidente y no otro es responsable directo de una política exterior concreta, incluso diremos, una política exterior a pesar de los bolivianos. Sus tres ministros de Relaciones Exteriores, Roberto Ampuero, Teodoro Ribera y Andrés Allamand recibieron instrucciones muy precisas sobre cómo conducir y qué hacer con Bolivia. Por ello, valga recordar la creación del Grupo de Reflexión Chile-Bolivia, instancia creada bajo su Gobierno en el período del canciller Ribera para pensar la relación de futuro entre ambos países.

Para Piñera, Bolivia fue un tema permanente en su mente. Sus frases tales como, “hagamos algo”, “no los dejemos solos” o “busquemos cercanía”, aún resuenan entre sus asesores. Por ello, su preocupación concreta se reflejó cuando se produjo la renuncia de Evo Morales y Chile ofreció que el avión en el que viajaba pasara por suelo chileno. Por ello, su genuino interés por colaborar con la pacificación de una Bolivia convulsionada tras el ascenso constitucional y la presidencia transitoria de Jeanine Añez. Por ello también es que firmó cartas por el injusto juicio de Añez y abogando por su liberación.

Por ello también dio un apoyo constante a Bolivia en los meses siguientes a la caída de Morales y que se cruzaron con una pandemia inclemente; un complejo cierre de fronteras, la ayuda al cónsul general de Bolivia en Santiago con los retornos de personas. Así también su idea de comprar vacunas para todos o de iluminar con internet la zona fronteriza entre Chile y Bolivia, o de apuntalar uno de los corredores bioceánicos, todas estas oportunidades que Bolivia dejó pasar por un mal entendido orgullo nacional.

Por eso, dio la orden de solucionar cualquier dificultad que hubiera en materia de libre tránsito y por lo mismo también mantuvo equipos que cerraran de una vez el pleito judicial interpuesto por Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia y que permitiera a ambos países volver a encontrarse y avanzar; o por ello, la voluntad de Chile de demandar a Bolivia cuando Evo Morales instaló la idea de que el Silala no era un río internacional ante esa misma Corte.

Un país democrático, próspero, estable y en crecimiento trasuntan la mirada de futuro que el expresidente Piñera tenía y que las personas de bien en Chile desean para Bolivia. Por eso, y tal como dice en aquella entrevista, “si podemos soñarlo, podemos hacerlo”. 

Loreto Correa es historiadora chilena y analista de temas internacionales.



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