Golpe de Estado en Birmania.
Potsdam, Alemania |08|03|21|
Hernán Sarmiento / Especial para Brújula Digital
El pasado 12 de febrero Bolivia pidió que se excluyera su nombre de la resolución S-29/1 que condenó el golpe de estado perpetrado en Myanmar por sus Fuerzas Armadas. La resolución adoptada sin votación por el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, compuesto por 47 Estados, del que es parte Bolivia, pidió “la liberación inmediata e incondicional de todas las personas detenidas arbitrariamente” y “la restauración del gobierno electo”.
La representación boliviana en Ginebra se alineó con Rusia y China, tradicionales aliados de los militares en Myanmar. La negativa boliviana se sumó a las de Venezuela y Filipinas, que en conjunto alegaron, a tono con Rusia y China, que lo que ocurre en Myanmar son “asuntos internos” en los que no se debe interferir de ninguna manera. En otras palabras, hacer la vista gorda ante la flagrante violación de derechos humanos que incluye asesinatos, persecución y censura.
El golpe militar ocurrido el 1 de febrero, depuso al gobierno y arrestó a la Consejera de Estado Aung San Suu Kyi, quien en 1991 fue galardonada con el premio Nobel de la paz por sus esfuerzos para democratizar su país. En noviembre de 2020, su partido, Liga Nacional para la Democracia, que estaba en el poder, ganó las elecciones parlamentarias, pero no pudo conformar un nuevo gobierno pues los militares se lo impidieron.
Estos hechos desataron una ola de protestas callejeras que están siendo violentamente reprimidas, decenas de personas fueron asesinadas en las manifestaciones, muchos han sido arbitrariamente detenidos y la libertad de prensa ha sido severamente restringida. El gobierno militar cortó el acceso a internet en el país y continúa cometiendo atropellos contra la sociedad civil para afianzar la nueva dictadura. Los manifestantes, en Ragún y otras ciudades, son en su mayoría jóvenes. Hacen marchas, organizan barricadas y utilizan cascos, escudos de turriles y latas, así como mascaras de todo tipo. Reminiscencia para muchos bolivianos.
Para nadie es sorpresa las simpatías que tiene el gobierno del MAS con los regímenes autoritarios. Pero resulta especialmente paradójico que el gobierno de Arce, que no se cansa de tachar el anterior gobierno transitorio de “de facto” y “golpista”, en los hechos estaría respaldando al gobierno militar y genuinamente golpista de Myanmar. Es incluso aberrante, que el Estado boliviano, en su calidad de miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, este avalando la brutal represión y la ostensible violación a los derechos humanos que está aconteciendo en el país asiático. Es evidente que Myanmar es una pieza importante del rompecabezas geopolítico regional y mundial y que es como otros países, incluido el nuestro, el campo donde se disputa la preeminencia de los sistemas políticos dominantes, simplificando, democracia versus dictadura.
El apoyo silencioso de nuestro gobierno a la dictadura en Myanmar, es una alarma más que los bolivianos debemos tomarnos seriamente. Es evidente que el Sr. Arce y el MAS han ganado las elecciones en buena ley y que su gobierno es constitucional. Pero eso no quiere decir que la democracia en nuestro país esté garantizada. Es trascendental mantenerse en alerta y exigir a la oposición política el máximo esfuerzo, vigilancia y compromiso para contrarrestar los impulsos autoritarios del MAS, que tiene como modelo a seguir a países como Cuba, Venezuela, o peor aún, China, para muchos “la dictadura perfecta”. Todo indica que las venideras elecciones subnacionales, generaran cierto balance de poder en Bolivia, pues, si confiamos en las encuestas, podemos anticipar que el oficialismo no podrá tomar control de los gobiernos municipales en las ciudades más importantes y algunos departamentos del país.
Más allá de las posiciones político-ideológicas y los intereses nacionales que por supuesto debe salvaguardar el gobierno, por ejemplo los buenos negocios con la Republica de China, es innegable que los regímenes autoritarios mencionados tienen como prioridad cardinal mantener el poder a como dé lugar, y que para ello hacen uso de artimañas y estratagemas cada vez más sofisticadas. Ya conocemos de lo que es capaz el MAS de cuando intentó tramposamente dar continuidad a su máximo líder.
Aún con todo el empeño del partido en función de gobierno para reescribir la historia, sin un ápice de mea culpa, es absolutamente necesario preservar la memoria fresca. Una democracia plena no es solo aquella que puede elegir a los gobernantes. Nos convendría tener siempre presente eso, como un mantra, así como el proverbio que reza: dime con quién andas y te diré quién eres.
Hernán Sarmiento C. es politólogo.