Algunos tienen paneles solares donados por Orygen, el operador de Rubí, pero la mayoría no puede permitirse las baterías y los convertidores necesarios para que funcionen. Por la noche, usan linternas o simplemente viven a oscuras.
Brújula Digital|BBC|12|08|25|
Alejandro Millán Valencia|BBC
Cada mañana, Rosa Chamami se despierta con las llamas lamiendo trozos de cartón en una estufa improvisada en su patio.
Las cajas que trajo a casa contenían 800.000 paneles solares de alta tecnología. Ahora, alimentan su pasión.
Entre 2018 y 2024, estos paneles se instalaron en Rubí y Clemesí, dos enormes plantas solares en la región peruana de Moquegua, a unos 1000 kilómetros al sur de Lima, la capital. Juntos, conforman el complejo solar más grande del país y uno de los más grandes de Latinoamérica.
Desde su casa en el pequeño asentamiento de Pampa Clemesí, Rosa puede ver las hileras de paneles brillando bajo focos blancos. La planta de Rubí está a solo 600 metros.
Sin embargo, su casa –y el resto de su pueblo– permanece en total oscuridad, sin conexión a la red a la que se alimenta la planta.
Energía del sol, pero no en casa
Ninguno de los 150 habitantes de Pampa Clemesí tiene acceso a la red eléctrica nacional.
Algunos tienen paneles solares donados por Orygen, el operador de Rubí, pero la mayoría no puede permitirse las baterías y los convertidores necesarios para que funcionen. Por la noche, usan linternas o simplemente viven a oscuras.
La paradoja es sorprendente: la planta solar de Rubí produce alrededor de 440 GWh al año, suficiente para abastecer de electricidad a 351.000 hogares. Moquegua, donde se ubica la planta, es un lugar ideal para la energía solar, ya que recibe más de 3.200 horas de sol al año, más que la mayoría de los países.
Los residentes se reúnen para cenar en la oscuridad, iluminados únicamente por una linterna a energía solar. Foto BBC
Y esa contradicción se hace aún más aguda en un país que actualmente experimenta un auge de las energías renovables.
Solo en 2024, la generación de electricidad a partir de energías renovables creció un 96%. La energía solar y eólica dependen en gran medida del cobre debido a su alta conductividad, y Perú es el segundo mayor productor mundial.
“En Perú, el sistema se diseñó pensando en la rentabilidad. No se hizo ningún esfuerzo por conectar zonas escasamente pobladas”, explica Carlos Gordillo, experto en energía de la Universidad de Santa María de Arequipa.
Orygen dice que ha cumplido con sus responsabilidades.
"Nos hemos sumado al proyecto gubernamental para llevar electricidad a Pampa Clemesí y ya hemos construido una línea dedicada para ellos. Además, completamos la primera fase del proyecto de electrificación, con 53 torres de energía listas para operar", declaró Marco Fragale, director ejecutivo de Orygen en Perú, a BBC News Mundo, el servicio en español de la BBC.
Fragale añade que se instalaron casi 4.000 metros de cable subterráneo para suministrar electricidad a la aldea. La inversión de 800.000 dólares está completa, afirma.
Pero las luces aún no se han encendido.
El último paso –conectar la nueva línea a viviendas particulares– es responsabilidad del gobierno. Según el plan, el Ministerio de Minas y Energía debe tender unos dos kilómetros de cableado. Las obras estaban previstas para comenzar en marzo de 2025, pero aún no han comenzado.
BBC News Mundo intentó comunicarse con el Ministerio de Minas y Energía pero no recibió respuesta.
La planta solar de Rubí produce electricidad para unos 350.000 hogares en Perú. BBC.
Una lucha diaria por lo básico
La pequeña casa de Rosa no tiene enchufes.
Cada día, ella camina alrededor del pueblo, esperando que alguien pueda darle un poco de electricidad para cargar su teléfono.
"Es esencial", dice, explicando que necesita el dispositivo para mantenerse en contacto con su familia cerca de la frontera con Bolivia.
Una de las pocas personas que puede ayudar es Rubén Pongo. En su casa, más grande, con patios y varias habitaciones, un grupo de gallinas moteadas se pelea por el espacio en el tejado, entre los paneles solares.
"La empresa donó paneles solares a la mayoría de los aldeanos", dice. "Pero tuve que comprar yo mismo la batería, el convertidor y los cables, y pagar la instalación".
Rubén tiene algo con lo que otros solo sueñan: un refrigerador. Pero solo funciona hasta 10 horas al día, y en días nublados, no funciona en absoluto.
Ayudó a construir la planta de Rubí y posteriormente trabajó en mantenimiento, limpiando los paneles. Hoy gestiona el almacén y la empresa lo lleva al trabajo, aunque la planta está justo enfrente.
Cruzar la Carretera Panamericana a pie está prohibido por la ley peruana.
Desde la azotea de su casa, Rubén señala un grupo de edificios brillantes en la distancia.
"Esa es la subestación de la planta", dice. "Parece un pueblito iluminado".
La planta solar de Rubí se puede ver desde varios puntos del pueblo. Foto BBC.
Una larga espera
Los residentes comenzaron a establecerse en Pampa Clemesí a principios de la década de 2000. Entre ellos se encuentra Pedro Chará, que ahora tiene 70 años. Ha visto cómo la planta Rubí, de 500.000 paneles, se alzaba casi a las puertas de su casa.
Gran parte del pueblo está construido con materiales desechados de la planta. Pedro dice que incluso sus camas están hechas de restos de madera.
No hay sistema de agua, ni alcantarillado, ni recolección de basura. El pueblo llegó a tener 500 habitantes, pero debido a la falta de infraestructura, la mayoría se fue, especialmente durante la pandemia de COVID-19.
"A veces, después de tanto esperar, de luchar por el agua y la luz, uno simplemente siente que se muere. Eso es todo. Morir", dice.
Rosa corre a casa de su tía, con la esperanza de aprovechar los últimos rayos de sol. Esta noche, cocina la cena para un pequeño grupo de vecinos que comparten la comida.
En la cocina, una estufa de gas calienta una tetera. Su única luz es una linterna solar. La cena consiste en té dulce y masa frita.
“Sólo comemos lo que podemos conservar a temperatura ambiente”, afirma Rosa.
Sin refrigeración, los alimentos ricos en proteínas son difíciles de almacenar.
Los productos frescos requieren un viaje en autobús de 40 minutos hasta Moquegua, si pueden permitírselo.
"Pero no tenemos dinero para tomar el autobús todos los días".
Sin electricidad, muchos en América Latina cocinan con leña o queroseno, arriesgándose a contraer enfermedades respiratorias.
En Pampa Clemesí, los habitantes utilizan gas cuando pueden permitírselo y leña cuando no pueden.
Rezan a la luz de las antorchas pidiendo comida, refugio y agua, y luego comen en silencio. Son las 7 p. m., su última actividad. Sin teléfonos. Sin televisión.
"Nuestra única luz son estas pequeñas linternas", dice Rosa. "No iluminan mucho, pero al menos podemos ver la cama".
"Si tuviéramos electricidad, la gente volvería", dice Pedro. "Nos quedamos porque no teníamos otra opción. Pero con luz, podríamos construir un futuro".
Los habitantes de Pampa Clemesí no cocinan de noche por falta de iluminación y usar velas o estufas a leña puede ser peligroso. Foto BBC.
Una suave brisa agita las calles desérticas, levantando arena. Una capa de polvo se posa sobre las farolas de la plaza principal, a la espera de ser instalada. El viento anuncia que se acerca el anochecer y que pronto no habrá luz.
Para quienes no tienen paneles solares, como Rosa y Pedro, la oscuridad se extiende hasta el amanecer. Y también su esperanza de que el gobierno actúe algún día.
Como tantas noches anteriores, se preparan para otra noche sin luz.
¿Pero por qué siguen viviendo aquí?
—Por el sol —responde Rosa sin dudarlo.
"Aquí siempre tenemos el sol”.
BD/IJ