La renovada supremacía militar israelí viene acompañada del peligro de una sobreextensión y de un amargo conflicto interno. A medida que su gobierno avanza a toda marcha, corre el riesgo de convertir la arrogancia en desastre, dice un editorial de la revista británica The Economist.
Brújula Digital|29|05|25|
Es difícil de creer hoy, pero hace 18 meses Israel estaba en grave peligro. Rodeado de enemigos, en disputa con su principal aliado en Washington y sumido en dudas tras el ataque de Hamás que causó el día más mortífero en la historia del país, el Estado judío parecía vulnerable y confundido.
Ahora, en contraste, Israel está desatado. Todavía está combatiendo contra militantes palestinos en Cisjordania y a una escala aún mayor, en Gaza, donde un alto el fuego auspiciado por Estados Unidos se ha venido abajo, dijo la revista británica The Economist en un reciente editorial.
El trauma del 7 de octubre debería haber unido a la sociedad israelí, afirma el texto. Sin embargo, el país vuelve a estar dividido. Una clara mayoría de israelíes apoya negociaciones con Hamás y una retirada de Gaza para traer de regreso a los rehenes que aún están allí. Creen que el primer ministro, Benjamin Netanyahu, está llevando a cabo la guerra para apaciguar a la extrema derecha, cuyo apoyo necesita para evitar el colapso de su gobierno. Cada vez más, los reservistas del ejército se preguntan si están luchando una guerra en interés nacional o en interés de una minoría.
La renovada supremacía militar israelí viene acompañada del peligro de una sobreextensión y de un amargo conflicto interno. A medida que su gobierno avanza a toda marcha, corre el riesgo de convertir la arrogancia en desastre, agrega el editorial.
La mejora en la seguridad de Israel ha sido notable y bienvenida. Desde las atrocidades del 7 de octubre de 2023, Israel ha atacado y debilitado gravemente a Hamás. Las acciones militares en Líbano han decapitado a Hezbolá. La nefasta influencia de Irán en todo Oriente Medio ha quedado destrozada, ya que sus representantes en Gaza, Líbano y Siria han fracasado. Israel repelió dos grandes andanadas de misiles iraníes con la ayuda de Estados Unidos y respondió atacando las defensas aéreas de Irán.
Sin embargo, el gobierno israelí ha sacado dos conclusiones preocupantes de este éxito. Una es que las tácticas crueles funcionan. Tras haber matado a decenas de miles de civiles en Gaza, ha vuelto a retener la ayuda y cortar servicios básicos, en lo que parece ser una violación del derecho internacional.
En Gaza se está preparando para una nueva ocupación como parte de lo que podría convertirse en una enorme operación terrestre. Planes vergonzosos de limpieza étnica están ganando terreno. Animado por la visión del presidente Donald Trump de una "toma" estadounidense y el reasentamiento de la población de Gaza, el gobierno israelí ha aprobado la creación de una agencia para la salida "voluntaria" de palestinos.
Desde el año pasado ha participado en una rápida anexión de facto de Cisjordania, expandiendo asentamientos israelíes, expulsando a decenas de miles de palestinos de sus hogares y permitiendo que colonos violentos actúen sin control. Está tomando fuerza un impulso para la anexión formal, agrega The Economist.
La segunda conclusión del gobierno es que, después del colapso de la disuasión el 7 de octubre, debe protegerse creando zonas de amortiguamiento y atacando amenazas percibidas lo antes posible. El ejército ataca Líbano, incluso si eso desacredita a los grupos libaneses que contrarios a Hezbolá. En lugar de esperar a ver si el nuevo gobierno en Damasco puede reconstruir Siria, Israel la está bombardeando. Esa misma lógica podría llevar a un ataque preventivo contra Irán para evitar que adquiera un arma nuclear.
Este es un camino peligroso para Israel: en la región, con los palestinos y en casa. En la región, Israel luchará por mantener su dominio militar si exige demasiado de sus propias fuerzas. Tiene un ejército de ciudadanos reservistas, que sirven en momentos de peligro nacional. Los soldados que tienen familias que cuidar y negocios que atender no pueden vivir sus vidas si son llamados al servicio de forma permanente. Además, Israel aún depende de Estados Unidos para proyectar fuerza. Pero Trump no es un aliado confiable—especialmente si una guerra contra Irán se prolonga. Incluso si su apoyo persiste, los demócratas podrían volver al poder en 2029 y serían menos tolerantes con la anexión. Y finalmente, a medida que los repetidos ataques israelíes en la región provocan una reacción popular, los líderes árabes gradualmente reflejarán la hostilidad de sus pueblos. Con el tiempo eso podría amenazar las alianzas regionales de Israel, con Egipto y Jordania y con varios otros países árabes a través de los Acuerdos de Abraham, agrega The Economist.
Israel no puede simplemente cancelar el anhelo de los palestinos a tener una patria. Tras los horrores del 7 de octubre, la mayoría de los israelíes se opone a la creación de un Estado palestino o a la incorporación de palestinos como ciudadanos plenos dentro de Israel. Pero las otras opciones son nefastas. La anexión formal de tierras palestinas conduciría ya sea a una limpieza étnica, o a la creación de no ciudadanos sin plenos derechos, o a un mayor confinamiento de los palestinos en pequeños estados inviables. Si esas políticas se llevan a cabo, será una afrenta a los valores sobre los que se fundó Israel, opina The Economist.
Esto ocurre mientras el gobierno muestra una inquietante disposición a un retroceso democrático. Está utilizando tácticas agresivas para frenar la independencia de las instituciones israelíes. En los últimos días, el gabinete ha aprobado el despido del jefe del Shin Bet, la agencia de seguridad interna, y de la fiscal general, ambas decisiones son ferozmente criticadas. Los dos funcionarios están involucrados en investigaciones sobre los asesores de Netanyahu por acusaciones de corrupción y otros delitos. En el centro de la crisis de Israel está la campaña de los sionistas religiosos, que ven su visión de Israel como un país que abarca las tierras bíblicas de Azza, Judea y Samaria –como llaman al territorio palestino– siendo frustrada por las instituciones seculares del país.
Israel parece fuerte. Pero su ejército está cansado y su política está dividida. Mientras tanto, la parte más dinámica de la economía israelí, su sector tecnológico, es altamente móvil. Antes del 7 de octubre, los trabajadores tecnológicos, desilusionados por las divisiones políticas y la erosión del estado de derecho, amenazaron con mudarse al extranjero. Algún día podrían cumplir esas amenazas. Durante muchos años, Israel dependió de su aliado estadounidense para que le dijera cuándo dejar de luchar. Con Trump en la Casa Blanca, esos días se han acabado. Ahora Israel necesita la sabiduría para practicar la autocontención, concluye The Economist.
BD/RPU