EEUU y China disputan hegemonía económica, militar y tecnológica. Mientras el orden global se debilita, América Latina sigue irrelevante. ¿Podrá alzar su voz en el nuevo orden?
Brújula Digital|08|03|25|
Víctor Rico
Uno de los temas frecuentes en los debates de la geopolítica mundial es la disputa entre Estados Unidos y China por la hegemonía definida en términos económicos, militares y sobre todo tecnológicos. Aquellos que pronostican que China terminara por imponerse se basan en dos constataciones. Su acelerado crecimiento económico que en promedio alcanzo aproximadamente el 9% entre 1985 y 2019 y el derrumbe del orden internacional basado en reglas e instituciones surgido después de la II Guerra Mundial bajo el liderazgo de Estados Unidos.
Es evidente la espectacular transformación de China luego de las reformas impulsadas por Deng Xiaoping a partir de 1978 que le ha permitido convertirse en la segunda economía mundial, erradicar la extrema pobreza y reducir la pobreza del 60% de su población a menos del 1%. Su poderío militar ha aumentado significativamente, particularmente en el ámbito naval. Mas aún se ha colocado a la vanguardia de la innovación y las nuevas tecnologías con empresas de talla mundial tales como Tencent Holdings (videojuegos), Alibaba (comercio electrónico y logística), Huawei (telecomunicaciones) y ByteDance (TikTok).
También es cierto que el orden global vigente los últimos 80 años se encuentra en una profunda crisis. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas es inoperante para cumplir su principal función que es el mantenimiento de la paz y seguridad mundiales. Las agencias de Naciones Unidas están desfinanciadas y en algunos casos deslegitimadas y el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y en particular la Organización Mundial de Comercio han perdido relevancia. China ha propiciado la creación de instituciones financieras alternativas como el banco de los BRICS con sede en Shanghái y el Banco Asiático de Infraestructura ubicado en Beijing.
Sin embargo, Estados Unidos continua como la primera potencia militar y económica y la mayor fuente de innovación y de nuevas tecnologías.
George Modelsky, cientista político polaco, profesor de la Universidad de Washington (1926-2014) y uno de los teóricos de la geopolítica moderna, sostiene que un país que pretenda asumir un liderazgo hegemónico tiene que ser capaz de proponer innovación que provea orden y seguridad. Se entiende por innovación, el conjunto de ideas, instituciones y prácticas que definen la agenda geopolítica mundial y que sean aceptadas por la mayoría de los países. Eso ocurrió con Gran Bretaña en los siglos 18 y 19 y con Estados Unidos en el siglo 20.
¿Está en condiciones Estados Unidos de reimponer un nuevo orden sobre las cenizas del antiguo? ¿Está en condiciones o más bien tiene la voluntad China de plantear una propuesta innovadora de un nuevo orden en el que sea la super potencia hegemónica?
Mi respuesta en ambos casos es “no”; o si prefieren que sea más cauto, “probablemente no”. Aquí van mis razones:
Las guerras en Irak y Afganistán han mostrado que la capacidad militar de Estados Unidos para intervenir en varios conflictos a la vez, es limitada. El quiebre con sus aliados occidentales, la Unión Europea y Canadá, sobre cómo encarar un eventual acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania que debilitara profundamente la alianza atlántica, muestra claramente que uno de los pilares del orden post segunda guerra mundial dejo de ser prioritario para Estados Unidos. A partir de ahora Europa tendrá que asumir la responsabilidad de su seguridad y defensa. Hasta ahora ha dado señales muy claras en esa dirección. El presidente Macron ha ofrecido extender su paraguas nuclear al resto de la Unión Europea. Por su parte, la presidenta de la Comisión Europea Úrsula Van del Leyen ha declarado que Europa se encuentra frente a un momento “existencial” y que debe estar preparada para defenderse. El fiasco de la reunión Trump-Zelenski y la subsecuente suspensión de la ayuda militar y de inteligencia a Ucrania reflejan cuáles son sus nuevas prioridades. Por otro lado, las instituciones multilaterales se debilitarán aún más con la nueva Administración norteamericana.
Existe además en el Sur Global un claro sentimiento contestario con el orden vigente y el rol de Estados Unidos.
En el caso de China, su interés no pasa por reemplazar el viejo orden en su dimensión institucional. De hecho, participa activamente en algunas agencias de la ONU. Promueve organismos alternativos particularmente financieros para equilibrar la influencia de Estados Unidos en las instituciones de Bretton Woods. Su objetivo es disputarle la hegemonía a Estados Unidos en todos los frentes y ampliar su presencia e influencia económica en el mundo a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (la nueva Ruta de la Seda) y de la diplomacia. Una estrategia que no tiene como sus fundamentos la promoción de la democracia y la defensa de los derechos humanos. En lo que se refiere a su relación con los países en desarrollo o con el denominado Sur Global busca fundamentalmente la provisión de recursos naturales, materias primas y de alimentos para sostener su economía además de influir en la no alineación de estos países con Estados Unidos. Relación que en muchos casos es asimétrica y violatoria de normas laborales y ambientales.
Nos encontramos, al igual que en otros periodos históricos, en la declinación de un ciclo hegemónico que por lo señalado previamente no vendrá acompañado por lo menos en el futuro previsible por la emergencia de una nueva potencia hegemónica. Países como la India, Turquía, Arabia Saudita y algún otro están intentando encontrar un espacio “autónomo” que les permita preservar sus intereses. El escenario actual y de los próximos años será de inestabilidad, incertidumbre y de recomposición de alianzas. En lo inmediato se ha iniciado una guerra comercial que afectara el crecimiento y la inflación mundial. En la historia moderna nada bueno ha salido de este tipo de enfrentamientos. Esta vez no será distinto. Para México la aplicación de nuevos aranceles por parte de Estados Unidos, es un golpe demoledor para su estrategia de integración al mercado norteamericano a través del NAFTA (Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica) asumida en la década de los 90.
El riesgo de un conflicto militar de alcance mundial cuyo detonador podría estar en Ucrania, Oriente Medio o el estrecho de Taiwán, no es descartable. Sería un error subestimar la insania de algunos lideres políticos.
En este cuadro de reordenamiento geopolítico signado por la inestabilidad, América Latina se muestra silenciosa e irrelevante. Lamentablemente, la utilización de los mecanismos de integración y cooperación como UNASUR y CELAC para regionalizar agendas políticas nacionales y excluir a países que a través de movilizaciones ciudadanas o medios constitucionales desplazaron legítimamente a presidentes adscritos a la ideología dominante, le han hecho un daño profundo a la confianza y al espíritu de asociación en nuestros países. La tantas veces cacareada voluntad de construir la “patria grande” ha perdido, si alguna vez los tuvo, contenido y sentido estratégico.
Debemos recuperar el espíritu de cooperación e integración dejando atrás experiencias fracasadas, adoptando una visión renovada que tenga como ejes la cooperación y la concertación política por encima de las diferencias políticas e ideológicas y, la infraestructura e integración física. La paz, la democracia, los derechos humanos el respeto a los principios del derecho internacional debieran estar en la base de este esfuerzo. América Latina además de ser un territorio de paz y libre de armas nucleares, tiene las condiciones y la legitimidad para ser un faro para la humanidad en la defensa de los valores universales y de temas globales como la agenda ambiental que afectan seriamente el futuro de nuestra especie.
En un mundo que se encamina a un orden multipolar inestable, con áreas de influencia e instituciones multilaterales debilitadas, nuestra región no puede situarse en la marginalidad. Debemos tener una voz en los asuntos globales y en la defensa de nuestra soberanía e intereses estratégicos. No hacerlo, no solo nos mantendrá en la irrelevancia, sino que puede poner en riesgo nuestra sobrevivencia como estados soberanos.
Víctor Rico Frontaura es economista y diplomático.