No parece lo más prudente dados los negativos antecedentes de Colombia y México, enfrascarse en una lucha a muerte, sin cuartel y con participación del Ejército, en contra de los criminales en Ecuador.
Presidente ecuatoriano Daniel Noboa/EFE
Brújula Digital|22|04|24|
Ricardo Paz Ballivián
Es casi una tradición de los presidentes ecuatorianos convocar a una consulta popular o referéndum para legitimarse y/o dar inicio a una nueva campaña electoral. Sucedió antes y volvió a suceder ayer, a convocatoria de Daniel Novoa. En términos generales, el resultado fue ampliamente favorable al joven mandatario, que logró ganar en nueve de las once preguntas planteadas.
El correísmo se equivocó de la misa a la media al plantear su consigna de “11 veces no”, es decir rechazar las 11 preguntas de la consulta. De hecho, Novoa ganó ampliamente en nueve de las preguntas. No supo leer la desesperación ciudadana, por la insoportable situación de inseguridad que padece la sociedad. La gente está dispuesta a lo que sea con tal de frenar la ola de asesinatos, secuestros, robos, extorsiones, violaciones y todo tipo de crímenes, que se han convertido en el pan de cada día.
Novoa planteó sin rubor, la consulta, como un evento electoralista para dar la patada inicial de su campaña, con miras a las elecciones del próximo 9 de febrero de 2025. Toda la propaganda oficial tuvo ese sesgo: posicionar al presidente como el adalid y conductor de una guerra a la que todos deben apoyar si quieren derrotar al crimen y la inseguridad. El hito central y validador de ese mandato son inexcusablemente los comicios del próximo año.
La primera pregunta de la consulta era: “¿Está usted de acuerdo con que se permita el apoyo complementario de las Fuerzas Armadas en las funciones de la Policía Nacional para combatir el crimen organizado, reformando parcialmente la Constitución?”. Recordemos que esta propuesta de reforma fue aprobada el año pasado en la Asamblea Nacional y requería de un referendo para quedar sancionada. Recibió un apoyo contundente de cerca del 80% de los votantes, lo cual deja claro y allanado el camino de la militarización de la lucha contra el crimen organizado por el que ha optado Novoa.
Las experiencias de Colombia y de México, a pesar de ser tan aleccionadoras y trágicas en este plano, parecen no conmover al presidente ecuatoriano. El involucrar a las Fuerzas Armadas en el combate al delito no ha sido una buena idea en los países mencionados y ha dejado como resultado cientos de miles de muertos, destrucción y mucho dolor en la sociedad. Las heridas y consecuencias de esa guerra inútil no se pueden cerrar hasta nuestros días.
Muchos analistas, sin embargo, oponen al anterior razonamiento la reciente experiencia de Nayib Bukele en su exitoso combate a la delincuencia en su país. Piensan que Novoa se inspira en su par salvadoreño y que podría irle igual de bien. Quiénes reflexionan así no toman en cuenta las abismales diferencias de las situaciones y circunstancias que hacen incomparables las realidades que viven hoy Ecuador y El Salvador.
En El Salvador, más allá del altísimo grado de deterioro al que había llegado la seguridad ciudadana, el sujeto delincuencial eran las pandillas criminales, de las cuáles la más importante y sólida era la “Mara Salvatrucha”. El Salvador no es productor ni distribuidor ni gran consumidor de las drogas que alimentan el circuito del narcotráfico. Los carteles y las grandes mafias no tenían en este país una presencia y menos un interés estratégico. No digo que para Bukele fue sencillo derrotar a la delincuencia, pero no hay punto de comparación, en escala y dimensión, con lo que tuvieron que enfrentar Colombia y México y que ahora encara Ecuador.
Ecuador hoy es el epicentro del narcotráfico en nuestra región. Allí están radicados los grandes intereses de los carteles que dominan este lucrativo negocio. La penetración que han logrado en las institucionalidad es espeluznante y su poder de fuego y destrucción se demuestra cada día.
No parece, por lo tanto, lo más prudente e inteligente, dados los antecedentes de Colombia y México mencionados, enfrascarse en una lucha a muerte, sin cuartel y con participación del Ejército, en contra de los criminales en Ecuador. Tal vez lo sensato hubiera sido, primero, con paciencia, temple y aplomo, provocar una profunda reforma institucional de la Policía, de la Justicia y de otros ámbitos, para no enfrentar una lucha con el enemigo adentro, lo que la hace casi imposible de ganar.
Las soluciones por el desastre no suelen ser soluciones, casi siempre son el desastre.