Sede de la Gran Logia Unida de Inglaterra, en Londres.
Alfredo Schramm |20|03|24|
La masonería se considera a sí misma una institución filantrópica. Es de carácter iniciático. Sus seguidores se reúnen en logias (también llamadas talleres) y un grupo de estas se llama Gran Logia. Las grandes logias son regulares reconocidas por su trayectoria. Su contribución fue de vital importancia en el desarrollo de las culturas y las civilizaciones durante siglos. La regularidad está consustanciada con la misma definición de masonería.
Sin esta noción, la orden se reduciría a una de las tantas organizaciones de corte filantrópico y filosófico que pululan en el mundo. La regularidad es el cemento que une a las distintas grandes logias bajo los mismos principios y estándares normativos.
Sin embargo, desde hace algún tiempo, el concepto de “regularidad” viene relajándose desde una discursiva masónicamente extraviada, que pretende ser “indulgente”, “tolerante” o “condescendiente”. En esta visión desviada, cualquiera que usa un mandil pasa a ser “hermano” y cualquier mancomunidad que los nuclee, pasa a ser una “potencia”.
Para peor, en este escenario de relativización, aparecen personajes que pervierten los criterios de regularidad acomodándolos a sus intereses particulares. Personajes que pretenden erigirse en “gurúes” o “vacas sagradas” de la masonería.
Uno de estos es Jorge Aladro, quien fuera Gran Maestro de la Gran Logia de Florida y miembro de la Comisión de Informaciones para el Reconocimiento de la Conferencia de Grandes Maestros de Norteamérica.
Aladro es un cubano nacionalizado norteamericano. Ya jubilado, se dedica a una empresa bastante particular: viajar por su país y el mundo haciendo lobby para grandes logias consideradas irregulares por el consenso mayoritario de la masonería regular universal. Un claro ejemplo es la “Gran Logia” del Líbano, cuyo reconocimiento por parte de las grandes logias norteamericanas gestiona Aladro, a pesar de que el territorio libanés se encuentra ocupado por logias afiliadas a la Gran Logia de Escocia, la Gran Logia de Francia y la Gran Logia de Washington.
Aladro también opera a favor de grandes logias clandestinas en Bulgaria y Paraguay, ambas irregulares y paralelas a las reconocidas por la Gran Logia Unida de Inglaterra. Las técnicas que utiliza Aladro para conseguir sus objetivos son varias: desde “intercambiar” reconocimientos de su Gran Logia y otras aliadas suyas por reconocimientos para sus pupilas, hasta desconocer a las grandes logias regulares que considera un obstáculo.
¿Quién o quiénes solventan los viajes de Aladro? Es arena de otro costal. Lo más triste es que, al menos en Estados Unidos, Aladro se aprovecha de la buena fe que despiertan los cargos que ocupara para instalar hechos falsos, tergiversados o sesgados, generando intrigas contra sus adversarios coyunturales. Todo un lobo disfrazado de cordero que viene degradando el ámbito internacional de la masonería.
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