El gobierno del presidente Luis Arce, en enero y junio de este año, 2023, adjudicó dos concesiones. La primera al Consorcio chino CBC y la segunda a Citic Guoan y la rusa Uranium One Group. Con una inversión total de 2.800 millones de dólares se espera que en 2024 el país exporte 65.000 toneladas de carbonatos.
Foto: ABI
Brújula Digital |10|08|23|
Raúl Peñaranda U.
La explotación del litio generará importantes recursos para la economía boliviana, le dará al sur del país una importancia política mayor y recuperará la prevalencia de la minería boliviana y de Potosí específicamente, dice un ensayo escrito por el excanciller Gustavo Fernández y publicado por Brújula Digital.
“Sin caer en pronósticos exagerados, en una previsión razonable, con los precios actuales y la proyección de producción de los contratos ya firmados, Bolivia podría exportar carbonatos de litio por un valor cercano a los 10.000 millones de dólares anuales en el curso de la próxima década”, asegura el texto de Fernández.
Como comparación, el autor del ensayo señala que, en su mejor momento, las ventas de gas natural fueron de alrededor de 5.000 millones de dólares anuales.
La exportación de este mineral, asegura Fernández, que también fue ministro de la Presidencia y diplomático, se sumará a las ventas de otros minerales, gas y la agroindustria nacional y su efecto positivo se reflejará “en el aumento y la diversificación de la producción y las exportaciones nacionales, el equilibrio fiscal y la mejoría de los números de la balanza comercial, las inversiones y la deuda”.
El gobierno del presidente Luis Arce, en enero y junio de este año, 2023, adjudicó dos concesiones. La primera al Consorcio chino CBC y la segunda a Citic Guoan y la rusa Uranium One Group. Con una inversión total de 2.800 millones de dólares se espera que en 2024 el país exporte 65.000 toneladas de carbonatos. El acuerdo incluye también la fabricación de cátodos y baterías.
El autor agrega también que con la producción de litio se produce otra consecuencia muy importante: la recuperación de la minería boliviana, que parecía haber ingresado en un crepúsculo tras el cierre de las minas a mediados de los 80, el tendido del gasoducto Corumbá-San Pablo y el desplazamiento del eje económico de los Andes a las tierras bajas.
“El polo de desarrollo del litio significa el resurgimiento de la minería de occidente, en Potosí y Oruro, los departamentos de mayores índices de pobreza y emigración, con los que el país tiene una larga deuda pendiente. Trae de la mano la reconfiguración de la balanza de equilibrio de poder económico interno, por un lado y de la proyección externa boliviana, por otro”, agrega.
Fernández expresa que la exportación del litio podría generar la estructuración de un Eje del Sur, que complete y complemente el eje central La Paz-Cochabamba-Santa Cruz, y que podría cambiar la dirección y el contenido de las “tensiones regionales” entre oriente y occidente.
Por eso, señala, “será una conversación de tres, ya no solo el forzado y engañoso debate de cambas del llano y collas del altiplano”, afirma.
También expresa que una producción importante de este mineral blanco volverá a poner sobre la mesa “la importancia histórica del Pacífico en la economía y política nacional y repondrá el papel geopolítico y estratégico de Bolivia en el centro del continente, como puente entre las cuencas del Plata y del Pacífico ahora y la del Amazonas”.
Fernández coloca como ejemplo a las exportaciones chilenas, que pasaron de 927 a 7.510 millones de dólares entre 2021 y 2022, porque el precio de los carbonatos que vende se incrementó entre 600% y 1.200%, en un año.
El autor explica que la transición hacia energías limpias, uno de los desafíos industriales más significativos, es esencial para enfrentar el cambio climático. El litio y el níquel son esenciales en esta transición de energías fósiles a limpias. Su cadena de valor, que abarca carbonato, hidróxido, cátodos, celdas y baterías, representa una industria química y de montaje intensiva en capital y alta sofisticación tecnológica.
La región sudamericana actualmente exporta carbonatos de litio. Expertos concuerdan que fabricar baterías en Sudamérica no es eficiente. Las baterías son pesadas, la distancia a las fábricas es considerable y las celdas son volátiles y difíciles de transportar. Dada la demanda creciente y los precios, la escasez de minerales es inevitable a largo plazo.
Las cifras respaldan esta aseveración. De una demanda estimada en 214.000 toneladas en 2018, se proyecta llegar a 1,8 mil millones de toneladas en 2030 según la empresa minera del cobre de Chile, Codelco. La Agencia Internacional de Energía predice un aumento del consumo de 40 veces entre 2021 y 2040, mientras el Foro Económico Mundial prevé una expansión anual del 25% en la demanda hasta 2030.
Una característica notable es la concentración de recursos y producción de litio y carbonato en Bolivia, Argentina y Chile. El 66% de los recursos mundiales de litio se encuentra en esos tres países. Bolivia posee las mayores reservas de litio, con 21 o 23 millones de toneladas. Pero las reservas certificadas están lideradas por Chile, Australia y Argentina.
Implicaciones internacionales
El ensayo señala que las potencias mundiales buscarán asegurar el acceso y control de minerales esenciales para la transición energética, una clave económica y geopolítica en este siglo.
El desafío radica en que los productores de litio de la región, en esta lucha por el control de recursos escasos, deben priorizar sus intereses sobre alineamientos geopolíticos ajenos. Esto implica que las firmas chinas, norteamericanas y europeas operarán y competirán en diferentes países del triángulo del litio.
En resumen, el litio se perfila como un pilar de la economía boliviana y su política exterior. Bolivia enfrenta la tarea de negociar y administrar sus recursos con habilidad y determinación, asegurando una transformación estructural de su economía y la consolidación de un sistema político inclusivo y libre. Esta oportunidad, si se aprovecha, podría marcar una nueva era en la historia de Bolivia.
BD/RPU
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