Brújula Digital |26|11|23|
Rodrigo Ayala Bluske | Tres Tristes Críticos
“Ni tanto, ni tan poco” podría ser la frase que resuma la valoración de esta película.
David Fincher es uno de esos directores que ha logrado posicionarse en cierto segmento del público merced a determinadas cintas que podrían denominarse como “de culto” (tomadas como referencia por algunas de sus características). Es el caso, especialmente de la película Seven (1995), El Club de la pelea (1999) y Zodiac (2007). Se trata de películas en las que se mueven personajes trastornados, que se expresan a través de una violencia turbia.
Lo llamativo en todo caso es que las películas en las que el director ha mostrado una mayor habilidad narrativa, a nuestro juicio, son las que salen de ese esquema; nos referimos por ejemplo a La red social (2010), donde describe el proceso de creación de Facebook, y Mank (2020), que se centra en el proceso creativo del guion de la célebre película El ciudadano Kane (película de 1941). Sin embargo, junto a esos títulos, se acumulan varios otros de envergadura menor, el caso por ejemplo de La Habitación del pánico (2002), La chica del dragón tatuado (2011) o Perdida (2014). Nos encontramos entonces ante un director claramente talentoso, aunque irregular en su filmografía.
El asesino, cinta estrenada como parte de la programación de Netflix, es una reelaboración de uno de los esquemas argumentales más usados por el cine contemporáneo: el del hombre peligroso (asesino, gánster, policía, expolicía, militar, exmilitar, etc.), que por circunstancias ajenas a su voluntad se ve obligado a defenderse o vengarse de contrincantes mucho más poderosos. Es un esquema lejanamente emparentado con El vengador anónimo (1974), actuada por Charles Bronson y que terminó de materializarse, adquiriendo entidad mundial, con filmes como Rambo (1982). En nuestros días, la saga que mejor está aprovechando el esquema es la de John Wick (2014, 2017, 2019, 2023). Pero hay que decir que, entre los ejemplos mencionados, podemos encontrar una innumerable cantidad de otros, similares, de las más variadas calidades y características.
¿Cuál es el atractivo de este modelo argumental? Básicamente que posibilita a guionistas y realizadores la introducción de diversas modalidades de violencia, justificadas desde el punto de vista moral; se puede aplicar cualquier extremo de sadismo ya que la persona se está vengando o defendiendo. “No hay problema en machucar el cráneo a un malevo ya que este mató a uno de mis seres queridos”, parece ser la consigna de estas películas.
En el caso de El asesino hablamos de una versión estilizada. Un asesino, tal cual reza el título de la película, comete un error en uno de sus trabajos y por tanto se convierte en sujeto de sanción por parte de sus contratantes. Para evitarla, se dedica a asesinar a todos los componentes de la cadena que lo contrató para el cometido
¿En qué consiste la reelaboración planteada por Fincher de este tipo de películas? En primer lugar, se enfoca en el “mundo interior” del personaje. Es decir, en gran parte de la cinta nos centramos en los pensamientos del individuo. Además, Fincher se enfoca, sobre todo, en los momentos previos a los diversos asesinatos, en los que se dan conversaciones de índole conceptual y filosófica. Es un recurso ya usado en muchas ocasiones, en los que los realizadores, seguramente para “elevar” el nivel de sus cintas, les dan a delincuentes y policías capacidades cercanas a las de Hegel o Kierkegaard. Por eso las escenas de violencia en la película son pocas, pero hay que decir que están elaboradas con un alto grado de sofisticación.
Christian, nuestro asesino, es un amoral de cuerpo entero, que se toma muy en serio los fundamentos que guían su profesión. A lo largo de la cinta va repitiendo una suerte de muletilla que resume su filosofía vital y por tanto laboral: “no se debe confiar en nadie, la empatía implica debilidad” (o algo parecido). El juego del argumento de la película consiste entonces en que nosotros comprobemos al final de la misma que todo lo que ha hecho el personaje principal tenía un solo sentido, cumplir a cabalidad esos postulados, varias veces reiterados en el filme.
Vuelvo al principio. “Ni tanto”, esta película no atrapa al espectador por su tratamiento dramático ni por una construcción narrativa verdaderamente original. “… Ni tan poco”, su elaboración estilizada la coloca por encima de la producción media que se estrena en las plataformas de streaming (en las que la vara, por cierto, no es muy alta). Es una cinta que se puede disfrutar, aunque diste mucho, debido a su construcción narrativa, de los mejores títulos de la filmografía del director.