¿Recomendamos nosotros Sin malos Rollos? Si a usted le gustan las comedias desenfadadas y políticamente incorrectas, seguro que sí.
Brújula Digital |09|07|23|
Rodrigo Ayala Bluske / Tres Tristes Críticos
El uso del(os) nombre(s) de esta película es una muestra de la estupidez que abunda en los sistemas de distribución del cine contemporáneo. El original en inglés es No hard feelings, que en una traducción más o menos literal significa Sin resentimientos. Pero en España se ha titulado Sin malos rollos y en Latinoamérica los amigos distribuidores decidieron llamarla Hazme el favor.
El problema no está en la misteriosa razón por la que estos pensadores decidieron que Hazme el favor es un título más taquillero que los dos anteriores, sino más bien en que al parecer no se enteraron de que vivimos en un mundo globalizado, donde hay internet. El resultado de dicha confusión es que la mayor parte de la repercusión de la película (comentarios, noticias, etc.) utiliza o el primer o el segundo título, por lo que el estreno con un tercer título en nuestros países, más que favorecerla la ha perjudicado notablemente.
Quizás esa sea una de las razones por la que la cinta ha estado tan pocos días en nuestras pantallas. En todo caso usted ya sabe que merced a esa realidad virtual, que ignoran los distribuidores de películas, si no ha alcanzado a la sala y tiene ganas de verla, en poco tiempo la tendrá en las tiendas de películas y que, en último caso, la podrá hacer “bajar” a un precio realmente módico.
¿Recomendamos nosotros Sin malos Rollos? Si a usted le gustan las comedias desenfadadas y políticamente incorrectas, seguro que sí. La cinta no es una obra maestra, pero está muy bien llevada y sobre todo es una bocanada de aire fresco en medio de la excesiva edulcoración y el conservadurismo que generalmente acompaña las cintas que se enmarcan en lo que se denomina la “comedia romántica”.
La película abandona el tratamiento sacralizado y/o sensacionalista que generalmente se usa para abordar lo relacionado a la sexualidad. Una muchacha a punto de perder su casa decide atender un anuncio en el que unos padres ofertan regalar un auto a la joven que seduzca a su hijo y lo haga perder la virginidad.
La protagonista (sin ser una prostituta) juega desde un principio a acercarse a un uso pragmático del sexo, lo que se retrata en forma hilarante en la primera escena (en la que le declara su amor a un exnovio a fin de que no le decomise su auto, mientras que desde atrás aparece su amante musculoso en calzoncillos). Y se reafirma posteriormente en la conversación que tiene con una pareja de amigos: “¿Tu nunca te acostaste con alguien por las razones equivocadas?”, pregunta a su amiga embarazada, la que responde “claro, una vez lo hice para no pasar Navidad sola y otra porque tenía miedo que mi pareja en la primera cita me mate”. Cuando el marido muestra su asombro, la amiga embarazada añade mirándolo: “ese eras tu”.
Por otra parte, la trama pretende tener cierto trasfondo social; los turistas ricos que compran casas para veranear en el pequeño pueblo hacen que los impuestos suban, lo que ocasiona que los lugareños, entre los que se encuentra la protagonista, tiendan a perder su vivienda. De ahí que, sin muchos remilgos, problemas de conciencia o dudas que serían recurrentes en otras películas de este tipo, la protagonista se lanza a seducir a un muchacho 13 años menor. El problema no está entonces en las objeciones morales o de conciencia sino en cómo el talante desinhibido de la joven choca con los remilgos del muchacho.
Y así como la cinta juega con el uso de la sexualidad, también lo hace con el desnudo como herramienta erótica y de explotación comercial. Jennifer Lawrence encarna a la perfección a una joven extremadamente sexi y atractiva (con la misma solvencia con la que encarnó a una soldado con daños cerebrales en la reciente Causaway, 2022, o una espía rusa en Red Sparrow, 2018, o a una heroína juvenil en la saga de Los Juegos del Hambre, 2012-2015).
En ese contexto, la trama coquetea permanentemente con la posibilidad de que se desnude y finalmente lo hace, pero en un contexto completamente distinto al esperado; unos muchachos quieren robar su ropa y la del coprotagonista, mientras están nadando en el mar, de tal manera que Lawrence sale del agua y comienza a golpearlos furiosamente. Es un desnudo, sí, pero vaciado de toda carga erótica. Y al ver la escena uno puede imaginarse a Lawrence y el director Gene Sputnisky riéndose de las expectativas frustradas de los espectadores. Una situación diametralmente opuesta por ejemplo a la de Blonde (2022), cinta en la que evidentemente Ana de Armas “explota” su desnudez en el marco de un argumento cursi que pretende ser trascendental.
Sin malos rollos es atrevida y descarada porque no cae en las convenciones del género. Pensemos por ejemplo en un clásico como Pretty Woman (1990) en el que el personaje encarado por Julia Roberts, una auténtica prostituta, es “redimido” por el amor del multimillonario Richard Gere.
En esta época en la que la corrección política se emparenta peligrosamente con el ultraconservadurismo no es extraño que haya habido algunas voces que atacaran la película acusándola de “alentar relaciones inapropiadas”, por la diferencia de edad entre los personajes (32 a 19 años). Probablemente son las mismas voces que impidieron que en su momento una cinta notable como Tres anuncios para un crimen (2017), ganara el Oscar debido a que uno de sus personajes, un racista violento, finalmente se redimía en un ejercicio de toma de conciencia y se aliaba con la madre de una víctima para ir a buscar a un violador. La corrección política es adecuada cuando apuntala los derechos de los sectores desprotegidos y las minorías, pero se vuelve peligrosa cuando cae en el simplismo extremo y pretende imponer un pensamiento monocorde y sin matices.
Para la realización de Sin malos rollos, Lawrence, también productora, se ha aliado al joven director Sputnisky, que viene de las filas de la televisión. La actriz, que en la vida diaria se caracteriza por su espontaneidad y desapego de las formalidades (y que políticamente forma parte de los sectores más avanzados del mundo del cine), esté siendo capaz de imponer su propia marca a las películas que ha protagonizado, y en ese sentido, más allá de los premios que ha ganado o ha sido nominada, parece encaminarse a ser una de las grandes intérpretes de Hollywood, con un aire de inconformidad y pensamiento propio que hace recuerdo a otras grandes transgresoras, como Katharine Hepburn o Ingrid Bergman.
BD / RPU