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Cultura | 09/04/2023   12:28

“División Palermo” y “Porno y helado” Los hijos argentinos de Woody Allen.

Rodrigo Ayala Bluske

La competencia, expresada en la necesidad que tienen las plataformas de streaming de mantener sus cuotas de suscriptores en mercados significativos, en este caso la Argentina, han logrado que de manera regular financien producciones locales. En este caso abordamos dos seriales cómicas; División Palermo, estrenada por Netflix recientemente y Porno y Helado, estrenado por su competidora Amazon, el año pasado.

Ambas propuestas son competentes, están bien realizadas, aparentemente han tenido éxito (en los dos casos se han anunciado segundas temporadas), y lo que es más interesante para nosotros; las dos son adaptaciones genéricas del primer cine de Woody Allen.

Se sabe que Allen, es un director prolífico que ha desarrolló un estilo bien definido en su larga (larguísima) filmografía, en la que con altas y bajas encontramos diversos productos relevantes, algunos de los cuales han resultado modélicos para el cine contemporáneo: Annie Hall (1977), Ana y sus hermanas (1986), Zelig (1983), La Rosa Purpura del Cairo (1985), Balas sobre Broadway (1994), y un largo etc., entre muchos, muchos otros filmes.

Pero nuestro personaje, también ha sido el productor (responsable último del manejo administrativo y financiero) de sus propias películas, terreno en el que también se ha  destacado. A lo largo de los años logró abrirse un espacio en el mercado, produciendo películas prácticamente cada año, en las cuales estuviera garantizada su independencia financiera y por tanto artística. Esa propuesta tuvo dos ingredientes básicos; en primer lugar, costos bajos  y en segundo lugar un mercado “cautivo” de fieles seguidores de su cine que garantizaran una rentabilidad mínima. Y tal como fueron demostrando las cifras a través de los años, uno de los componentes más importantes de ese mercado propio “allenciano”, fue el de la Argentina, donde sus películas casi siempre fueron éxitos de taquilla.

Al igual que los grandes cómicos de la historia; Chaplin, Cantinflas, Fernandel, etc.,  y a diferencia de otros que finalmente no tuvieron el mismo vuelo creativo (como Mel Brooks), Woody Allen desarrolló un “personaje” con características definidas, el que se convirtió en la base para la mayoría de sus planteamientos, especialmente los de la primera y segunda etapa de su carrera. El “Woody clásico”, es un neoyorquino de clase media, pretensiones intelectuales, admirador del cine europeo y aficionado a la literatura clásica, obsesionado con la muerte y cliente asiduo del psicoanálisis, hipocondriaco, cargado de fobias y complejos. Esta lleno de inseguridades y tiene un fuerte complejo de inferioridad.

Tal descripción explica entonces con facilidad la “ligazón” de este cine, con una sociedad como la argentina, no solo  por el heche de que este “hiper – psicoanalizada”, sino también porque su clase media bonaerense es la que ejerce las veces de rector cultural del país.

Tanto Porno y Helado como División Palermo, aunque pertenecen a productoras distintas, están hechas con la misma tijera. En ambos casos, el protagonista  Martin Piroyansky en el primer título y Santiago Korovsky en el segundo, es también el productor y el responsable creativo principal.

Pero sobre todo los personajes protagónicos de ambos productos responden al modelo del cómico estadounidense: son perdedores, dotados de una autoestima bajísima que quieren reivindicarse ante el entorno, pero sobre todo ante si mismos.

En Porno y Helado, el protagonista y su mejor amigo, pasan los fines de semana haciendo sesiones de consumo de los dos productos que componen el titulo de la serie, hasta que, de manera casual, al conocer a una joven estafadora, entran a una espiral de enredos que termina convirtiéndolos en una banda de rock de éxito.

En División Palermo, el protagonista ingresa (también por casualidad) en una nueva agrupación de vigilantes, integrada por miembros de “minorías” (judío, talla baja, invalida, trans, boliviano, etc.)  creada por la Intendencia de Buenos Aires con fines publicitarios.

En este caso la serie se destaca no solo por la adecuada construcción de trama y personajes , sino también por la forma desenfadada en la que juega con lo “políticamente correcto”, ironizando con sutileza sobre las convenciones e hipocresías que se han generado alrededor de su uso (en nuestro caso es deliciosa la inclusión del “bolita” entre la camada de marginales, muy bien interpretado por Renato Condori).

Ambas propuestas tienen el plus de haber tratado de “aggiornar”, su propuesta narrativa a los tiempos de las redes y la virtualidad: hablamos de secuencias cortas y secas, que se interrumpen abruptamente en algunos casos, y que están cada vez más condensadas, tal como ocurre con las herramientas comunicacionales de “la red”.

Ambas propuestas también son recomendables para su consumo, sobre todo si usted es aficionado a la comedia de estas características. 





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