Para las casas de apuestas de Las Vegas es un hecho ya cantado que Todo en todas partes al mismo tiempo, una tragicomedia familiar que fatiga las rutinarias multiplicidades del “multiverso”, ganará el Óscar a la mejor película este domingo (21:00 por TNT).
Mauricio Souza Crespo /Brújula Digital |12|03|23|
Tres Tristes Críticos
1. Para las casas de apuestas de Las Vegas es un hecho ya cantado que Todo en todas partes al mismo tiempo, una tragicomedia familiar que fatiga las rutinarias multiplicidades del “multiverso”, ganará el Óscar a la mejor película este domingo (21:00 por TNT). Se mencionan como muy lejanas pero todavía probables contendoras solo otras dos: la afectadita Los espíritus de la isla y –como queriendo halagar al público y no a la crítica– la entretenida Top Gun: Maverick. (Los críticos añaden que, si hubiera justicia en el mundo, debería ganar Tár de Todd Field).
2. Aunque sigue siendo una de esas noticias que aparecen al día siguiente en la primera plana de los periódicos del mundo, la entrega de los premios Óscar es, creen los expertos, una ceremonia cada vez más irrelevante. Y es cierto, en efecto, que no pasa un año sin que las muy bajas audiencias que prestan atención al asunto no sean motivo de escándalo. Del año pasado se recuerda que su público televisivo fue menor que el de Show Nacional de Perros.
3. Una de las respuestas a esta irrelevancia fue, hace una década, la ampliación del número de nominadas a mejor película de 5 a 10. Eso ha permitido que se hagan amagues de combatir el abismo entre los éxitos críticos y los populares. Este año, dos películas que han recaudado más de mil millones de dólares en taquilla son parte de las candidatas: Avatar y Top Gun.
4. Pero la favorita es Todo en todas partes, un emprendimiento que quiere satisfacer a dos clientelas a la vez. A saber: exhibe la “seriedad” de una tragicomedia (sobre una familia de inmigrantes chinos y sus violencias / traumas generacionales); a la vez, abusa, por enésima vez, del truco de los “multiversos” que ha popularizado Marvel. Para los que se aburren con gente en ropa de calle, sin superpoderes a la vista, intercambiando palabras y no golpes, Todo en todas partes ofrece el atractivo de hacer las dos: es un sentimental drama filial condimentado con abundantes escenas de kung fu, lucha libre y otros combates entre gente minuciosamente disfrazada para la ocasión.
5. La familia china de la película incluye representantes caricaturescos de tres generaciones, cada una de ellas rencorosa de la anterior. El drama consiste en exponer las conocidas miserias de esa incomunicación que arruina los afectos y malogra las cercanías. Pero para los directores, Daniel Kwan y Daniel Scheinert, esto es insuficiente: por eso se inventan una seguidilla de universos paralelos donde los mismos personajes han tenido otras vidas, generalmente más satisfactorias. La madre de la película, la frustrada administradora de una lavandería, puede ser, en sus “otras vidas”, cantante de ópera y estrella del kung fu.
6. En los hechos, la frenética versión proliferante del “qué hubiera sucedido si en vez de...” escenificada por Todo en todas partes es un pretexto para que los directores ensayen la mano en escenas copiadas de otras películas (de La matriz, de Odisea 2001, del cine de Wong Kar Wai, de alguna cinta genérica de Jacky Chan y luego un larguísimo etcétera). Sucede con esto lo que suele suceder: distraídos por lo vertiginoso del show de variedades, olvidamos por un momento que los retazos de cine que se amontonan en la pantalla no son muy interesantes en sí mismos.
7. Sin la confianza de que el ingenio visual sea suficiente para mantener al público atento a su escueta comedia familiar, los Daniels (que es como a estos directores les gusta que los llamen) son literalmente fieles al título de su película: nos quieren agotar además con la sensación de que en la pantalla ocurre quizá no todo en todas partes, pero por lo menos mucho en un montón de lugares. A la repetida sobrecarga de estímulos recibidos a diario por la Internet, añadimos entonces una película que imita el mismo efecto abrumador, con la misma monotonía. Sí, hay mucho que ver, pero curiosamente esa abundancia es poco satisfactoria. Este es un “all you can eat” de unos pocos conocidos platos y sus variantes.
8. Todo conduce, en suma, a lo que la noción de “multiverso” nos empuja cuando los que imaginan la multiplicidad solo tienen a mano una dieta de lugares comunes de la última cultura pop: los publicitados “otros universos”, decíamos, resultan siendo pedazos de malas películas o torpes parodias de las buenas. Por lo demás, se pretende, como con otros espectáculos de los hermanos Russo (Todo en todas partes fue producida por los mismitos responsables de la interminable saga de los Avengers) que las vulgaridades y pobrezas del guion no se noten haciendo las cosas rápido y por demás: decenas de chistes visuales, cambios incesantes de vestuario, peleas en diversos estilos, gesticulaciones y aspavientos, etc.
9. Los Daniel son la nueva encarnación de un tipo específico de director de cine, estirpe a la que pertenecieron, en su respectiva generación, Steven Spielberg y George Lucas: llamativos por el cuidadoso brillo visual de sus películas pero genéricos por el manejo de cansadas recetas dramáticas en sus guiones. La diferencia con sus mayores es una cuestión de cantidades: los Daniels, acaso para evitar que se note que lo suyo es lo mismo, aumentan las dosis. No dos realidades parales, como en La matriz, sino diez; no un villano de un solo disfraz, sino varios con uno diferente cada 5 segundos; no un superpoder por mocha, sino uno diferente para cada circunstancia. Si hacemos una pausa para ir al baño (aprovechando el momento para pensar), nos damos cuenta de que este esforzado artesanado “formal” disimula varias vacancias: los espacios son genéricos y obvios, los personajes son definidos –no importa en cuántos universos paralelos– por uno o pocos rasgos estereotípicos, las escenas son versiones de la misma escena. Ni las buenas actuaciones del elenco (los cuatro protagonistas estás nominados) nos salvan de mirar y mirar el reloj, esperanzados de que las dos horas y treinta minutos de este mal videojuego se acaben por fin.
10. Tampoco nos salvamos de una serie de perlas de sabiduría de imán de refrigerador que, como en el cine de superhéroes y supervillanos, aspiran a darle al asunto “profundidad filosófica”. Agotados, se nos deja con el mismo consenso: que el mundo gira por la lucha del bien contra el mal, que a pesar de sus tragedias “la familia es lo más importante”, que “madre hay una sola”, que “el amor lo cura todo” o por lo menos lo parcha bien, que mi vida, por muy difícil que sea, es mejor que otras que podría haber vivido si es que... Este es un multiverso, en suma, que no ha considerado otra posibilidad: que la vida que hemos arruinado en este universo la hemos arruinado en todos los demás.
Mauricio Souza Crespo es un crítico, ensayista y editor boliviano
@brjula.digital.bo