El efecto cómico de “Argentina 1985” de Santiago Mitre, la “película extranjera” ganadora del Globo de Oro y firme candidata a ganar la próxima semana el Oscar en esta misma categoría, reside en que un hecho histórico serio y hasta feo.
La película “Argentina, 1985” ganó el Globo de Oro a la mejor película no inglesa. Foto:andina.pe
Fernando
Molina/Brújula Digital |04|03|23|
Tres Tristes Críticos
En su tratado sobre “La risa”, el filósofo Henry Bergson define el “efecto cómico” como el desajuste entre un determinado acontecimiento y el marco en el que este debiera acontecer, que está prefijado en la mente del observador. Por ejemplo, en el marco de los hábitos y las creencias del siglo XVII y los siguientes, que los sucesivos lectores han de considerar “la realidad”, Don Quijote repite las acciones de los caballeros andantes, las cuales corresponden con un tiempo muy anterior. En esta discrepancia, y en las variaciones a las que da lugar (un bacín se usa como yelmo) reside la comicidad de la novela de Cervantes.
El efecto cómico de “Argentina 1985” de Santiago Mitre, la “película extranjera” ganadora del Globo de Oro y firme candidata a ganar la próxima semana el Oscar en esta misma categoría, reside en que un hecho histórico serio y hasta feo, el enjuiciamiento y condena (temporal) de la Junta Militar bajo cuyas órdenes los militares argentinos “desaparecieron” a unos 30.000 personas, se inserta en un marco contrastante: la entrañable vida doméstica del fiscal Julio César Strassera (Ricardo Darín), la forma dubitativa en que este recibe el encargo que se le hace de realizar una acusación civil contra los jefes militares, las dificultades que esto representa, la conformación del equipo de fiscales con abogados recién egresados (ya que los que tienen experiencia están en su mayoría comprometidos con la dictadura), la investigación, en fin, todo ello dentro de un tipo literario clásico: héroe-obstáculo-ayudantes-entrenamiento-enfrentamiento-desenlace.
Este marco se presenta en un tono narrativo de positivismo y campechanería que es ideal para la imagen y las habilidades de Darín. Es el mismo tono con el que se narra una anécdota a los amigos, buscando que se entretengan y acaso, de tanto en tanto, esbocen algunas sonrisas.
Volviendo a Bergson, este diferencia entre efectos cómicos superficiales y profundos. Lo hace de la siguiente manera: un hombre distraído va caminando y, zas, cae a un pozo; se produce un efecto cómico superficial o mecánico. En cambio, si el hombre cae en el pozo porque andaba tras una estrella, produce un efecto cómico de mayor calado. Dicho de otra manera: el humor puede ser simple humor, pero el mejor tiene una facultad alegórica, lo que significa que alude asuntos serios de un modo simbólico peculiar, que resulta imposible de lograr por otros medios. La alegoría humorística es desacralizadora: rebaja y revela al mismo tiempo.
El efecto cómico de “Argentina 1985” no llega tan lejos. Permite abordar llevaderamente un tema que de otra manera quizá sería insoportable, pero no intenta involucrar en sus efectos a este tema como tal. En otras palabras, no es una “comedia negra”, un “Jojo Rabit” de la dictadura argentina. Como vimos ya, su humor es ligero y políticamente correcto. Solo se emplea en la periferia del drama al que la película hace referencia indirecta.
En el momento del juicio, la película pasa de la narrativa clásica ya mencionada sobre la “misión” del héroe a la descripción dramática y documental de un hecho real. A mi juicio, este es su momento más débil. En primer lugar, el drama no se representa completamente, porque llega a nosotros a través de las declaraciones de algunas de las víctimas de la represión militar en el juicio, a instancias de Strassera y del “fiscal joven” –el acompañante del héroe– Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani). Em segundo lugar, el tono y el planteamiento general de la película bloquean la posibilidad de profundizar en esta parte; imposibilitan que el espectador se enfrente realmente a los sucesos que en ella se relatan. Los planos de los jueces y del público conmovidos por lo que se dice en el estrado no consiguen el efecto buscado.
Al final, de esta película uno se queda con la humanidad de los dos personajes principales, con el hijo de Strassera, que derrocha simpatía, con los también simpáticos fiscales auxiliares, igual que podría quedarse con personajes similares de una película, no sé, de deportes. El espectador no logra acceder, en cambio, ni siquiera tangencialmente, al misterio y el pavor de uno de los grandes crímenes del siglo XX.
“Argentina 1985” es una película interesante pero que no se compara con “La historia oficial” de Luis Puenzo, que sigue siendo, hasta donde conozco, la mejor aproximación cinematográfica a este ominoso periodo de la historia argentina.
Fernando Molina es periodista y escritor