El libro fue publicado por editorial Aguilar, que pertenece al conglomerado Penguin Random House, y se distribuye desde enero en Chile. En los siguientes meses se venderá en el resto de los países de la región.
Brújula Digital |06|02|23|
Odette Magnet / El
Desconcierto
Cinco años les tomó a los destacados periodistas bolivianos Raúl Peñaranda y Robert Brockman terminar el libro Escape a los Andes, en el cual revelan una extraordinaria historia, hasta ahora desconocida: la de Mauricio Hochschild y cómo llegaron a Sudamérica miles de refugiados judíos que fueron salvados del Holocausto. No por casualidad se le conoce como “el Schindler boliviano”, afirma una nota publicada por el portal chileno El Desconcierto.
Este es el texto: Fue un empresario minero de origen judío alemán y uno de los hombres más acaudalados de su tiempo en América. Su sede central estuvo en Chile, la fuente de su riqueza en Bolivia y abrió oficinas en Perú y Argentina, cuya nacionalidad adoptó después de perder la alemana en 1933 a causa del nazismo.
Poco se sabía de su faceta filantrópica, sin embargo. Gracias a su poder económico e influencia política, movió recursos y barajó fórmulas hasta que logró que cerca de veinte mil judíos provenientes de Alemania, Austria y Polonia, Checoslovaquia, Hungría e Italia llegaran a Bolivia desde fines de los años treinta. El libro fue publicado por editorial Aguilar, que pertenece al conglomerado Penguin Random House, y se distribuye desde enero en Chile. En los siguientes meses se venderá en el resto de los países de la región.
“Es un texto de 500 páginas porque había mucho que contar”, aclara Brockman. Y relata que cuando los nazis colocan a Hochschild en el bando contrario por ser judío, éste busca rescatar a tanta gente como fuese posible, pero también pone a disposición de los aliados la producción de estaño de Bolivia (con él se hacían aviones, casquillos, turriles de petróleo).
El libro describe lo que sucedía en diversos lugares, particularmente en varias capitales de Europa, Estados Unidos y, obviamente, en ciudades de América Latina y Bolivia. “La red que tuvo que crear Hochschild para salvar tantas vidas fue compleja, pero funcionó muy bien”, acota Peñaranda. “Y después del fin de la guerra Bolivia mantuvo sus puertas abiertas a los judíos.”
Los autores reconstruyen no solo sus esfuerzos por salvar al mayor número posible de judíos, sino también pasan revista a sus enormes habilidades, los obstáculos que debió superar, las denuncias de que fue un explotador, las veces que estuvo a punto de morir debido a los tiempos volátiles y revolucionarios en Bolivia, y no menos importante, su extraordinaria y compleja vida amorosa y familiar.
-¿Qué aporta el libro a las nuevas generaciones? ¿Les interesará?
-El libro también debe servir para no olvidar- advierte Brockman. Han pasado más de 75 años desde el fin de la guerra y el tema de la persecución judía empieza a borrarse, a ser más tenue. Y no se puede olvidar, como no podemos olvidar otras muestras de percepción sucedidas en el mundo. Hoy mismo vemos una invasión cruel de un país poderoso, como Rusia, a Ucrania, solo por razones geopolíticas y miles de personas sufren.
“A las nuevas generaciones queríamos mostrarles esta historia, que es antigua, pero también actual: hoy se ven migrantes impedidos de ingresar a algunos países, hay persecuciones, torturas, crímenes políticos. Obviamente, la escala es menor a la sucedida en el siglo pasado, pero los problemas no se han resuelto. De todos modos, con todo lo dicho, ahora la humanidad es más proclive a sensibilizarse ante estas situaciones y existen organismos internacionales que se preocupan mucho más de resolverlas que lo que sucedió hace 75 años.”
“Esta es una historia bastante universal”, dice Peñaranda. “Muchos capítulos están ambientados en Europa, obviamente, porque allí estaban las desesperadas familias judías sufriendo las espantosas políticas nazis. Otros son en ´alta mar, en los barcos que traían á esas personas hasta Bolivia. Chile también está retratado en el libro, puesto que todos llegaban a Arica, primero, para partir de allí a La Paz, en tren. En general, se trata de una historia universal: la persecución a los judíos y el Holocausto es parte imborrable ya de la historia de la humanidad.”
–¿Cómo fue trabajar a cuatro manos?
–Fue más más fácil de lo que podríamos imaginar-aclara. Robert y yo nos conocemos hace más de 30 años, estudiamos juntos en la universidad y luego incluso coincidimos en algunos trabajos. Todo eso ayudó. Al principio nos dividimos el trabajo con precisión para que cada uno tuviera responsabilidades claramente establecidas antes de empezar a redactar el texto. Luego editamos mutuamente lo que habíamos escrito. Ambos fuimos lo suficientemente abiertos para escuchar las críticas del otro y finalmente creo que salió un producto bueno.
-¿Qué es lo que más les cautivó de la historia y el personaje?
-El haber podido descubrir a un personaje de su talla en todas sus dimensiones. En los libros escolares bolivianos aparece sólo el villano, un empresario minero explotador, parte del trío de los llamados Barones del Estaño, Hochschild, Patiño y Aramayo-explica Peñaranda-. Pero, como siempre sucede, las personas no están en blanco y negro y nosotros intentamos describir todos los grises, los matices. Nuestro reto era mostrar al personaje con más facetas. El libro pretende contextualizar una época, matizar esta figura. Con toda esta información, que es nueva, descubrimos a alguien que era visto tan negativamente, pero que tenía esta otra cara.
“Luego, también nos cautivó la idea de que Hochschild, después de decir que no salvaría judíos, o por lo menos no en Bolivia (esa idea era para él impensable), de repente, como en una epifanía, cambia de criterio cuando todos los países empezaron a cerrar sus puertas. Bolivia fue, en un momento dado de 1939, el único país que aceptaba judíos sin limitación de una cuota o de que esas personas tuvieran un contrato previo o recursos para ingresar.”
-Cuál fue el principal obstáculo en la investigación?
-En realidad no hubo obstáculos, más bien teníamos mucha información y el problema era cómo reducir, cómo acotar-recuerda Brockman. Lo que obtuvimos en el nuevo Archivo Histórico de la Minería Nacional, de Bolivia, hasta lo que estaba en el archivo de la Joint, en Nueva York, era mucho. Además, hicimos entrevistas a muchas personas y leímos hasta el último libro que mencionaba a nuestro personaje. Por eso, a medio camino de la investigación, estábamos hundiéndonos en papeles y archivos digitales. Al final logramos cortar lo que teníamos entre manos. ¡Podríamos haber escrito un libro de mil páginas!
-Más allá de la influencia política y su poder económico, la apuesta de Hochschild fue más bien solitaria? Riesgosa fue…
-Sí, fue arriesgada-coincide Brockman-. Al punto que luego tuvo que sufrir los rigores de la política boliviana. Ahí surge la parte más cinematográfica de su vida: es detenido en una cárcel pública y en un cuartel, secuestrado, amenazado con ser fusilado. Eso fue en parte debido a su rol como empresario poderoso, y de cierta manera, es verdad, a su arrogancia. Pero también por haber salvado vidas de judíos. Estuvo cerca de morir por causa de ello. El libro también muestra complots de espías, de países, embajadas, que fueron bastante complicados.
-Ustedes hablan de la compleja vida amorosa y familiar de Hochschild. ¿Pueden ahondar un poco en este tema?
– Mauricio se casó y divorcio dos veces de la misma mujer, una aristócrata belga con la que tenía una relación a la vez amorosa y tormentosa- explica Brockman. Era una de esas parejas que no podía vivir unida, pero tampoco separada. Esta mujer fue crucial también para definir la relación difícil que tuvo él con su único hijo, Gerardo. Mauricio podía ser encantador en un primer momento, pero nunca tuvo, en el largo plazo, relaciones sanas, ni con su esposa ni con su hijo o sus principales gerentes.
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