Tres Tristes Críticos-Libros y artículos
Daniel Romero Sotomayor./ Brújula Digital |11|12|22|
Los hijos de Goni (Sobras Selectas, 2022) de la escritora alteña Quya Reyna (1995) es un libro que reúne nueve relatos centrados temáticamente en la ciudad de El Alto y contados desde la intimidad de la narradora, es decir, desde sus pensamientos y sus inquietudes. Hay varias distintas y posibles lecturas de este libro, aunque dos han sido hasta ahora las frecuentes: en principio, podemos aplicar una obvia lectura “sociológica” (el libro como descripción de una generación de alteños) y, luego, una segunda, inclinada a destacar lo “literario” y que considera que los relatos de Reyna son, más que una forma de denuncia social, una experiencia estética. En realidad, tal vez puede decirse que el libro permite esas dos maneras de lecturas a la vez: son relatos y también “testimonios”, son narraciones ficcionales pero también textos “autosociobiográficos”.
En una reseña del libro de Reyna, Rosario de la Cruz Mamani propone una estrategia para la lectura de Los hijos de Goni según el tipo de sensaciones que producen sus relatos, según los sentimientos que nos provocan. En su presentación del libro para la feria Enjambre de Libros de 2022 (realizada en Santa Cruz), y a propósito del racismo de un comentario aparecido en un periódico, Jhonnatan Torrez se concentra en uno de esos posibles ‘sentimientos’ mencionados por de la Cruz Mamani: el que solemos nombrar con palabra “resentimiento”, aunque Torrez prefiere su sentido literaral, o sea, entiende el ‘resentimiento’ como una especie de reflujo o regreso, como “volver a experimentar una sensación a través de los sentidos”, una noción que rompería binarismos e imágenes prediseñadas. Torrez, en concreto, cree que los relatos de Los hijos de Goni crean una sensación dominante de incomodidad, de algo impropio, sentimiento común en el género de la “autosociobiografía” (que, por ejemplo, tiene en la escritora francesa Annie Arnoux, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2022, a una de sus maestras).
Por su parte, en su crítica sobre el libro, el escritor Daniel Averanga sostiene que el texto de Reyna es un “libro con vida”, que se acerca a la “novela-evidencia”, género que tiene en la escritora bielorrusa Svetlana Aleksiévitch, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2015, a una de sus mayores figuras. O podríamos simplemente deternernos en este rasgo innegable: al leer Los hijos de Goni tenemos la sensación de que alguien nos está contando las vivencias más significativas de su vida, sensación que ha sido identificada como la principal característica de la “oralitura”.
Reyna reconstruye las costumbres y rutinas particulares de su intimidad familiar, tal vez en la persecución de una visión de “lo alteño”. Bajo esta perspectiva, el libro tiene una “ética”, pues retrata formas dinámicas de ser, y no nos conduce a ningúna “moral” o conclusión clara. El principal recurso para configurar esas formas de ser dinámicas es el humor, que complejiza la características de lo “alteño”, de lo kolla y de lo “humano”, una complejidad que solemos encontrar en los buenos textos literarios. Y este lo es: por eso merece la pena ser leído.
Sobras Selectas –que es la editorial que publica Los hijos del Goni– es lo que podría llamarse una ‘editorial boutique’, es decir, un emprendimiento que publica unos pocos libros al año, producidos de maneras algo artesanales, con intereses y cuidados muy específicos. Es una editorial que es, a la vez, extensión de una “librería de viejo”, concentrada en antiguas ediciones bolivianas y latinoamericanas, con un catálogo bibliográfico sorprendente no solo por su diversidad sino por sus (altos) precios.
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