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Cultura | 30/10/2022   06:00

Gloria: Espías en Portugal y en Netflix

La Gloria de este artículo es portuguesa, lo cual contribuye a llamar la atención porque no se trata de un país que tenga una gran producción televisiva, o por lo menos una que sea reconocida a nivel internacional,

Rodrigo Ayala Bluske/Brújula Digital |30|10|22|

Tres Tristes Críticos

No debe confundirse con su homónima francesa, que también está enmarcada en el thriller de suspenso, y de la que también hay buenos comentarios-

La Gloria de este artículo es portuguesa, lo cual contribuye a llamar la atención porque no se trata de un país que tenga una gran producción televisiva, o por lo menos una que sea reconocida a nivel internacional. Quizás por eso es que la serie ha sido aclamada como un hito.

La Gloria francesa es una mujer, nuestra Gloria, la portuguesa, es una pequeña ciudad situada en el centro del país, al lado de la frontera con España, sitio que por determinadas características geográficas era ideal en los años sesenta, durante la guerra fría, para que los norteamericanos tuvieran una poderosa estación de radio destinada a difundir mensajes subversivos en los países situados en la orbita soviética, tras la cortina de hierro.  Eso hace que Gloria, se convierta en un hervidero de espías de ambos bandos, a los que además se suma el propio servicio secreto portugués, todopoderoso en le época de la dictadura de Oliveira, enemigo de los comunistas, pero no necesariamente obsecuente con la CIA norteamericana.

De Hithcock para acá, los dramas de espías, o thrillers, como se los conoce popularmente son uno de los géneros más importantes de la cinematografía occidental, y generalmente su calidad depende de dos factores; la habilidad con la que el equipo creativo construye los mecanismos narrativos tendientes a generar el suspenso (situaciones límite anunciadas desarrolladas lentamente, golpes de efecto repentinos, etc.) y la verosimilitud del contexto, donde se asientan la historia y los personajes.  

Gloria es eficiente en los dos ámbitos: Pedro López y Tiago Guedes (dos de las glorias del cine portugués, guionista el uno y director el otro), logran que el interés no decaiga en ningún instante a lo largo de los diez capítulos de cuarenta minutos que componen el metraje.  Pero las mayores virtudes de la serie se asientan en la historia y la construcción de los personajes.

Los realizadores hacen un esfuerzo y logran “aclimatar” el género a Portugal. No se trata de una serie norteamericana o inglesa trasladada mecánicamente a un contexto exótico. Gloria “es” portuguesa por distintos y valeros motivos. La historia recrea muy bien el ambiente de “pueblo chico” tan propio de nuestros países (chismes, estructuras patriarcales, prejuicios alimentados por el manto de una moral católica fuertemente instalada). Y por otra parte los vínculos familiares del protagonista, hijo de un importante ministro del régimen, le dan cierto aire telenovelesco.

Sin embargo, el mérito principal de la serie se encuentra en hacernos entender con cierto detalle el contexto político de Portugal en la época; desconocido creo para la mayoría (por lo menos para quien suscribe estas páginas). La durísima guerra, prolongada años y años que el país libró contra los movimientos independistas de sus colonias africanas (Angola, Cabo Verde, Mozambique) y que sin exageración alguna podría compararse con la de Vietnam, por ejemplo. Los aires de grandeza de la dictadura de uno de los países más atrasados de Europa, encabezada por un civil, lo que le confería a su servicio secreto una fuerte preeminencia sobre el resto de las instituciones del Estado.

El ambiente de Gloria es asfixiante, y en él se mueve Joao Vidal, un agente doble que debe lidiar con las presiones de los amos a los que sirve y sobre todo con sus propios escrúpulos, confrontados con el pragmatismo y la amoralidad emergentes de la forma en que se encaró la lucha político-ideológica en esa época (amoralidad, que por cierto palidece, si la comparamos con la que se vive en la nuestra).

Si esas son las virtudes de la serie, su mayor defecto es el haber sido demasiado ambiciosa en sus tramos finales. Da la impresión que los realizadores, a pesar de haber construido un andamiaje sólido y creíble, se sintieron inseguros y buscaron “el gran golpe de efecto” para rematar el trabajo. Sin embargo, no se trata de un óbice, para disfrutar de la serie; tan solo un pequeño traspié en una propuesta ampliamente disfrutable.

Rodrigo Ayala Bluske es cineasta y ensayista





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