Brújula Digital |12|09|22|
Luis Antonio Tuco Serrano
Vamos, no es frecuente una película boliviana con tanta pretensión de ser universal como ésta. Razón por la que comienzo por darle una primera felicitación y también mis primeros sonoros aplausos.
Un perfecto thriller que tiene a uno(a) pendiente de la historia que narra desde un principio hasta el final y que bien puede haber ocurrido en la Bolivia de hace unos veinticinco años, como en casi cualquier otro país del mundo de entonces o actual. Lo digo a partir de los datos con que nos ubica el filme en términos temporales y espaciales. Son años en que, para usar sólo un dato que tiene relación con el tiempo, los teléfonos celulares enviaban o recibían sólo mensajes de SMS. Y hago hincapié en esta primera observación porque es de lo que más llamó mi atención a lo largo de la función.
No cabe duda que la acción transcurre en La Paz, Bolivia, pero Patiño y Reneo, guionistas y directores del filme, no hacen vínculo muy estrecho con la realidad boliviana en casi todos los aspectos de la obra: la construcción de los personajes, el lenguaje que ellos emplean, la propia historia y los grados de violencia con que se resuelven los diferentes hechos que están liados a la trama principal, para la que se ha contratado a Martín, que es por igual Milton Cortez y Cristian Mercado, ambos de notable trabajo.
En todo caso, el hecho de hacer una película que sea boliviana, que muestre los tan interesantes escenarios paceños, al extremo de hacerlos parte del argumento, pero que no proponga códigos regionales como requisito para entenderla a plenitud, me parece de una honestidad intelectual loable. Me explico, muchas veces el guionista y/o director de una película boliviana cree que tiene que hacer referencia a tradiciones y términos lingüísticos nacionales de los que sabe casi nada y acaba perjudicando su creación en función de un compromiso inexistente.
Me gustó Pseudo; pero, honestidad obliga, debo hacer notar algunas de sus falencias: la música es una de ellas. Está bien el empleo del sonido que caracteriza el suspenso o que nos predispone a él, lo cual ocurre con frecuencia en este filme, pero me parece que se abusó de ese recurso y que hizo falta para esos y otros momentos composiciones originales.
Por otro lado, las actuaciones en general son de buen nivel, pero pudieron ser mejores. El actor que tiene cierta trayectoria, en el afán de imprimir un sello personal a su personaje, suele interpretarse primero a sí mismo como actor y luego recién hacer el rol que le toca; lo que merma la convicción con que transmite sus parlamentos. Por último, el ritmo con que se narra la historia, me parece muy constante, demasiado parejo a lo largo de toda la función, y esto hace que se pueda perder interés en seguir la acción, no obstante los hechos importantes que van ocurriendo.
De igual manera hay que destacar la magnífica fotografía de la película y escenas de un empleo impecable de las técnicas cinematográficas como la del encuentro de Martín y Amaru o la que transcurre en el Cementerio General.
Véanla, apoyen el cine nacional; pero también comenten la película, que sólo a partir de muchas opiniones es que los realizadores sabrán qué tanto de sus intenciones iniciales, del momento que idearon la película, es que llegaron a cumplirse en el gusto del púbico.
Luis Antonio Serrano es escritor y crítico del cine