Tomado de Cabildeo Digital
Por: Zulema Alanes B.
“Las escritoras no han sido olvidadas, han sido silenciadas de una manera premeditada”, aseguró Liliana Colanzi una de las galardonadas escritoras bolivianas que hace parte de la Feria Internacional del Libro, FIL La Paz 2022.
Y en criterio de Quya Reyna, la más reciente revelación de la literatura boliviana que a principios de año emergió desde la ciudad de El Alto, “las mujeres brillan con luz propia, y no esperan espacios sólo por el hecho de ser mujeres”.
Ambas, coincidieron que las mujeres han dinamizado el libro en Bolivia en los últimos años con mucho talento, inventiva, trabajo y compromiso que no ha tenido correspondencia en un adecuado impulso en la industria editorial.
Este año, la FIL La Paz decidió destacar “La participación de las mujeres en la literatura: desde la capacidad de imaginar y decir, crear nuevos mundos posibles, transgrediendo los contextos sociales desde las letras” a través de “diálogos de autoras desde miradas diversas y plurales, a partir de los textos escritos, las ideas y pensamientos de mujeres españolas y latinoamericanas, que narran en español, en aymara, en mapudungun, en quechua y en otras lenguas, de donde quizás surjan (sigan surgiendo) revoluciones literarias (necesarias y urgentes)”.
Anna K. Franco y Elsa Osorio de Argentina; Daniela Catrileo, Yosa Vidal y Romy Jones de Chile; Katiuska Blanco de Cuba; Laura Freixas, María Lois y Ana Flecha de España; Fernanda Trías de Uruguay; Chary Gumeta de México; y las bolivianas Liliana Colanzi, Magela Baudoin, Giovana Rivero, Reyna Suñahua y Elvira Espejo, son las invitadas especiales y protagonistas de la “Fiesta de literatura, fiesta de cultura” que la FIL La Paz 2022 ha organizado del 3 al 14 de agosto.
Escritos con sentido político
Liliana Colanzi y Quya Reyna, compartieron su experiencia literaria en un conversatorio con Daniela Catrileo, poeta chilena, feminista y profesora de filosofía, de origen Mapuche, y con la escritora, traductora y cantautora española, Ana Flecha y, todas, coincidieron que desde la ficción y los distintos géneros literarios, las escritoras se ocupan de abordar diferentes temas íntimos para otorgarles un sentido político.
Para la escritora alteña Quya Reyna, seudónimo literario de Reyna Maribel Suñagua Copa que este año publicó su primer libro, “el aspecto político tiene que ser intencional, originalmente no lo pensé así, pero desde la crisis del 2019 decidí otorgarle un sentido político”.
Liliana Colanzi, admitió que “he encontrado una dimensión política narrando el cuerpo, en medio de una ideología que privilegia la razón como el lugar de la civilización o de lo humano, el cuerpo sería el lugar de lo bárbaro, de lo animal, de lo irracional; yo crecí en un colegio católico que condenaba el cuerpo como el lugar del pecado ,y para mí volver al cuerpo y a esa zona ciega que tiene el cuerpo, y también al deseo y al placer, es un lugar de manifestación de lo político. Otros lugares que en el momento en que estoy escribiendo no lo considero político, pero luego me doy cuenta que tiene resonancia con lo político, son la contaminación y la destrucción de los ecosistemas y ciertos paisajes como la amazonia”.
Daniela Catrileo, explicó que “escribo poesía y narrativa, y pertenezco a una nación indígena, que tiene problemáticas derivadas de la expropiación territorial, eso lo describe en distintos relatos, hay una herida permanente y mi búsqueda es como contar esa herida para no volver a caer en el silencio que cayeron muchas generaciones anteriores como forma de estrategia política, abuelos y abuelas que tuvieron que callar por miedo al racismo y la persecución”, y subrayó “No somos la vanguardia de nada, heredamos las luchas de las generaciones anteriores”.
Para la española Ana Flecha, “la mayor virtud de la literatura es que nos permite imaginar y vivir vidas alternativas, pensar en otras formas de hacer las cosas y, queriéndolo o no, otorgamos un sentido político a nuestros relatos que inevitablemente forman parte de la memoria y de la historia de las mujeres”.
Para las escritoras, en todos los casos se trata de «poner el cuerpo», que significa pensar políticamente el campo literario, trastocando las representaciones creadas sobre el rol de la mujer en la literatura.
Diferentes estilos, sentidos convergentes
Para Liliana, Quya, Daniela y Ana, existe un vínculo entre la literatura y su tiempo y, ese vínculo se produce en forma de subversión, porque la literatura escrita por mujeres trae a la superficie desigualdades y violencias.
Liliana Colanzi detalló que “los mundos que yo creo no son luminosos ni amables, son mundos oscuros, no creo que necesariamente sea el mundo que yo espero, me considero optimista, pero me interesa comprender ciertas zonas problemáticas de la realidad, otras formas vivas que no son las humanas, sino las animales y las vegetales, para mí es una forma de expandir la mirada”. En su libro de cuentos Ustedes brillan en lo oscuro, galardonado con el Premio Ribera del Duero, Colanzi escribe desde el cuerpo y desde la historia de violencia y explotación de la mujer.
En su libro Los hijos de Goni, Quya Reyna, “quería mostrar mi vida, porque no puedo contar otra vida que no sea la mía. Detallo los dos extremos con los que intentan explicar El Alto: somos romantizados como los mártires de las revoluciones, nos creemos ese discurso de morir por causas ajenas; o nos etiquetan con esa identidad del alteño incivilizado, terrorista, sucio, dos extremos que nos deshumanizan, en el libro, lo único que intento es entender y relatar cómo se representan las violencias”.
Aunque nació en Santiago, al rastrear sus raíces, Daniela Catrileo, se dio cuenta que su familia había sido afectada por la expropiación territorial y sufrido la violencia que el Estado chileno ejerció en contra del pueblo mapuche. Su escritura se vincula con la experiencia propia de ser mapuche y su libro “Piñen” con el que ganó el premio a la Mejor Obra Literaria en la categoría Cuento de los Premios Literarios 2020 articula tres narraciones “donde niños y adolescentes atraviesan conflictos sociales y étnicos en un entorno urbano donde se materializan el racismo y la desigualdad”.
Ana Flecha, escribe, traduce libros del noruego, inglés y francés al castellano y ha sido ilustradora de varias publicaciones. Recupera y reinterpreta la memoria popular “reescribiendo canciones tradicionales desde una perspectiva feminista, subvirtiendo así la tradición sin olvidarla del todo”, pero admite que “la traducción es mi oficio y ha forjado mi personalidad también como autora: sin duda, escribiría otras cosas y de otra manera si no pasara parte de mi tiempo traduciendo de dos lenguas extranjeras, si estuviera anclada en un solo idioma, en una sola cultura, en un solo territorio. Dejar de traducir sería renunciar a aquello que me ha hecho ser como soy”. De