Se genera cierta sensación de tristeza, ya que de alguna manera podríamos pensar que se trata de uno de los últimos manotazos de la “edad de oro” que vivió la televisión en las primeras décadas de este siglo.
Better Call Saul, sexta temporada. Foto: Hipertextual
Rodrigo Ayala Bluske/ Tres Tristes Críticos
En estos días se están por estrenar los últimos capítulos de la sexta y última temporada de la serie televisiva Better Call Saúl (2015-2020). Se genera cierta sensación de tristeza, ya que de alguna manera podríamos pensar que se trata de uno de los últimos manotazos de la “edad de oro” que vivió la televisión en las primeras décadas de este siglo, sobre la base de series como Los Soprano (1999-2007), The Wire (2002-2008), Lost (2004 -2010), Breaking Bad (2008- 2013), Fargo (2014-2019), la primera temporada de True Detective (2014), entre varias otras más.
Vince Gilligan fue el creador de Breaking Bad, y de su spin off Better Call Saúl, y si el prestigio de los creadores televisivos estuviera al mismo nivel que el de los cinematográficos, sin duda el nombre de este productor - realizador tendría el mismo reconocimiento social que los de personalidades como Alfonso Cuaron o Alejandro Gonzales Iñarritu, por dar algunos ejemplos básicos. Y es que ambas series son modélicas en cuanto a su construcción narrativa, con el mérito adicional de que el spin off, no se “cuelga”, es decir, no se apoya en los factores de éxito de su predecesora, sino que realiza una propuesta estilística y temática nueva, e igualmente relevante.
Breaking Bad en sus cinco temporadas, nos narró la travesía Walter White, un profesor de química inteligente, aunque de vida profesional mediocre, frustrado y acosado por el cáncer, que, a través de la producción y el tráfico de anfetaminas, luchaba para superar su autoestima, mejorar sus posibilidades de supervivencia y en definitiva lograr relevancia en su ecosistema vital. En ese camino se encontraba con Saul Goodman, un abogado corrupto de medio pelo.
Better Call Saul, es la historia que cuenta como Jimmy Macguill, joven abogado que busca abrirse camino en los lujosos bufetes de Nuevo México, termina convirtiéndose en el abogado corrupto, ligado a la mafia, que encontramos en Breakin Bad (en la que ya ha adoptado el nombre de Saul Goodman). Pero si en la primera serie veíamos un Walter, que se “rebelaba” contra su aparente “destino manifiesto” de mediocridad e irrelevancia, en la segunda vemos a un Jimmy, acompañado de su pareja, la también abogada Kim, que tienen el camino abierto, pero que, por determinadas características de sus respectivas personalidades, no terminan de integrarse a los moldes de la formalidad social establecida.
Jimmy y Kim, intentan, pero definitivamente no pueden encajar el ambiente de abogados exitosos, cuya única función es servir a las grandes corporaciones. Esos círculos sociales establecidos, tienen una serie de rituales y modalidades de vida, con los que de una manera nuestro héroe y nuestra heroína chocan una y otra vez.
Y es que ambos personajes llegan al mismo derrotero, pero por casusas diferentes. Jimmy es una especie de transgresor natural; su inteligencia, la velocidad con las que resuelve las cosas y su sentido moral ambiguo (porque no puedo “trampear” a los que hacen trampa desde lo “establecido”), hace que su marcha hacia la marginalidad del sistema sea inevitable. Kim por su parte es una justiciera en el mejor sentido de la palabra; poco a poco le va resultando insoportable el nivel de injusticia y desigualdad existente en el sistema legal, por lo que con el solo aliciente de su “decencia” (absolutamente creíble por la forma en que Gilligan construye el personaje), también termina entrando en disputa con los círculos legales dominantes de su entorno.
Better Call Saul, retrata en forma soberbia el choque existente entre las reglas establecidas por las relaciones sociales, y los elementos básicos de la ética: la verdad, la justicia, etc. Es por tanto una temática universal; ¿acaso en nuestro país no sufrimos constantemente el accionar de las “roscas”, “grupos”, “logias”, etc., en ámbitos tan diversos como la política, las universidades, el empresariado, la intelectualidad, etc.?
Junto a Jimmy y Kim, encontramos en la serie a algunos de los personajes secundarios más importantes de Breakin Bad, entre ellos el pistolero Mike y el mafioso Fring (pollos), que también en este caso están “construyéndose” para llegar al punto en que los conoceremos en la serie original. Y también en sus propios ámbitos, ellos tendrán que enfrentar dilemas éticos, que finalmente los definirán como personas.
Es interesante como Gilligan define la construcción narrativa y estética de ambas series, de acuerdo a los objetivos temáticos que se plantea: el Breaking Bad de Walter White tenía una violencia explosiva, adosada de fuertes dosis de humor negro. En cambio, el Better Call Saul, tiene una violencia contenida, a momentos imperceptible. Y en ambos casos, a pesar de la duración de ambas propuestas, el ritmo no decae en ningún momento, merced a una construcción en la que los elementos son exactos, ni sobran, ni faltan, en ningún sentido.
Da la sensación de que el final de Better Call Saul, significará la oficialización de lo que estamos viviendo todos los días en el universo televisivo del stremaing; una fuerte tendencia a la producción masiva y mediocre; aunque ese es tema de comentario para otro artículo.
Rodrigo Ayala es cineasta y ensayista