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Cultura | 19/06/2022   06:10

“La escalera”

The Staircase (“la escalera”), el documental sobre un bullado homicidio, Foto: Netflix

Por Fernando Molina/Tres Tristes Críticos 

El lenguaje cumple una “función metalingüística” cuando se usa para describir y reflexionar sobre el propio lenguaje. Por ejemplo, si digo que el castellano no es un idioma económico, sino abundoso; o si digo que “abundoso” es sinónimo de “abundante”, estoy haciendo un discurso metalingüístico. Por analogía, se habla del lenguaje meta-cinematográfico cuando una película se refiere a otros filmes. Un ejemplo precioso es “La rosa púrpura de El Cairo”, de Woody Allen (1985). En ese sentido un poco impreciso, también puede encontrarse más de un ejemplo de “meta-televisión” como este: el de una miniserie de una cadena de streaming que recrea un documental de una cadena rival.
Quizá sea mejor que lo cuente todo desde el principio, porque existe el riesgo de que, de otra manera, usted se confunda. Todo comenzó con un caso policial real: la muerte de Kathleen Peterson el 9 de diciembre de 2001. Su marido Michael Peterson llamó al 911 para informar que la había encontrado agonizando al pie de la escalera de su casa en Carolina del Norte. Cuando llegó la policía al lugar, esta sospechó violencia intrafamiliar y acusó a Michael de haberla golpeado hasta matarla, lo que él negó. El juicio de este hombre que –se descubrió entretanto– era bisexual, dividió y entretuvo a Estados Unidos durante 16 años. Inicialmente fue condenado, pero luego su historia daría un vuelco sorprendente.
Hasta aquí, nada demasiado nuevo, aunque el misterio en torno a la muerte de Kathleen se mantendría con el tiempo, adoptando nuevas formas tras las revelaciones que se irían produciendo a lo largo de la investigación. Lo que en verdad fue singular de este caso fue que se convirtió en un documental. Michael Peterson permitió que un equipo de documentalistas franceses, dirigidos por Jean-Xavier de Lestrade, un realizador galardonado por el Oscar, tuviera un acceso amplísimo a él, a su compleja familia y a sus abogados durante la preparación y la realización del juicio. Con el material resultante, en 2003, Lestrade estrenó el documental “La escalera”, que se convertiría en una referencia mundial del género. La editora del audiovisual era Sophie Brunet, que después terminaría enamorándose de Michael Peterson mientras este se hallaba en prisión. El documental, que se completó en 2012 con las vicisitudes de las apelaciones judiciales de Peterson, buscaba introducir al espectador al interior del sistema estadounidense de justicia. Actualmente se exhibe en Netflix. 
Hasta aquí, la televisión. Ahora es el turno de la meta-televisión. El director Antonio Campos pensó hacer una versión ficcional del documental de Lestrade. Así que compró el material filmado por este, le concedió el título de “productor asociado”, interesó a HBO y creó la miniserie “La escalera”, que está exhibiéndose actualmente en la plataforma HBO Max, con gran éxito de crítica y público. 
La miniserie de ocho capítulos de Campos es en parte una versión del documental de Lestrade. Ya veremos qué clase de versión. Aquí digamos solamente que, como ficción audiovisual, tiene varias virtudes: primero que nada, la formidable actuación de Colin Firth como Michael, secundado por la también excelente Toni Collete como Kathleen. Segundo, que mantiene la complejidad del caso real, la cual había disuadido a Lestrade de tratar de responder, en su documental, a la pregunta de si Michael había matado a su mujer o no. Tercero, además de ser un relato judicial, la miniserie cuenta la historia de una familia estadounidense singular, formada por los hijos de Michael y Kathleen, que son como sacados de “Los tuyos, los míos y los nuestros”: dos del primer matrimonio de él, dos hijas adoptadas por Michael y su primera mujer y una hija de un matrimonio previo de Kathleen. Estos jóvenes pasan de distintas maneras por la tragedia; además, su relación con el padre/padrastro acusado de matar a su madre/madrastra muta en el tiempo que dura el procesamiento de este. La miniserie es atrapante sin golpes bajos y profunda sin monsergas. A mí me gustó mucho. 
En este momento, Campos está cosechando aplausos, pero también enfrentando varios reclamos por las “licencias artísticas” que se tomó al ficcionalizar la historia, sin aclarar con suficiente hincapié que si bien la miniserie recrea un documental, no por eso es uno. 
A despecho de su título de “productor adjunto” de la miniserie, Lestrade declaró que nunca había llegado a conocer el guion de esta y que por eso no había podido oponerse a que en ella Sophie Brunet, la editora de su documental y ulteriormente la amante de Michael, apareciera como una lobista de este, y llegara al punto de decir que la pieza de Lestrade iba a concluirse antes de la apelación del juicio, con la intención de ayudar a Michael a salir de prisión. Los descontructivistas creen que todo discurso es metalingüístico, pues habla de otros discursos, nunca de la realidad. Ellos no tienen problemas con eso, pero los documentalistas (o los periodistas) no pueden se descontructivistas, porque en tal caso tendrían que dejar de ser documentalistas o periodistas. Los que practican estos oficios deben creer que la realidad existe y que ellos son capaces de reflejarla sin trucos. 
Pero la queja más disruptiva en contra de la miniserie “La escalera” fue la del mismísimo Michael Peterson, el personaje en el que aquella se inspira, que no solo afirmó que la miniserie “miente estruendosamente” sobre él –lo que no le importa– y sobre sus hijos –lo que lo molesta profundamente–, sino que Lestrade había hecho una suerte de “venta de proxeneta” del relato que él le había confiado, y que lo había hecho sin consultarle y solamente por dinero. 
Vale la pena tomar en cuenta esta información para no mirar “La escalera” como si cumpliera una “función referencial”, esto es, como si buscara reflejar los hechos tal como ocurrieron. No, en parte es invención, aunque los personajes lleven nombres reales. 
Fernando Molina es periodista y escritor



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