El cineasta y ensayista destaca que Christopler Nolan es uno de los directores más interesantes de la industria cinematográfica contemporánea.
Por: Rodrigo Ayala Bluske
Está claro que Christopler Nolan es uno de los directores más interesantes de la industria cinematográfica contemporánea. A nuestro juicio sus obras no son trascendentales ( es muy posible que el mismo, y muchos de sus fans tengan una opinión contraria), pero si, en general, están muy bien narradas e incorporan determinados elementos conceptuales que las hacen más interesantes que el común; el uso del espacio - tiempo en Interestelar (2014), el uso del silencio y los grandes espacios geográficos en Dunkerke (2017), etc.
A mi juicio su mejor trabajo sigue siendo Batman, El caballero de la noche (2008), que por otra parte es la obra cumbre del cine de superhéroes. Ahí Nolan pudo darle un carácter dramático al personaje, logrando que fuera creíble, y que al mismo tiempo mantuviera el interés del público. Una obra redonda, ya que el realizador supo desarrollar un planteamiento estético, preciso para este tipo de propuesta (los grandes espacios urbanos, las luces brillantes; lo que algunos han denominado como la “estética del Iphone”). Posteriormente el realizador tuvo la inteligencia para retirarse de esta línea de trabajo (continúo solo como productor de otros directores como Zack Snyder, para el “universo” de DC), porque me imagino que intuyó que era insostenible. El “drama de superhéroes” se diluyo en argumentos cursis y tramas aburridas, que sucumbieron repetidamente frente a las propuestas humoristas y con ciertos niveles de irreverencia que llevo adelante la compañía rival, Marvel.
Fuera del genero de superhéroes, a nuestro juicio, el trabajo más destacado de Nolan es Interestelar (2014). Allí el realizador logró en forma realista y hasta cierto punto “descarnada”, hacernos sentir lo que realmente puede llegar a significar el concepto del espacio – tiempo; la diferencia en el transcurso del último motivada por las diferentes densidades de la materia, etc. El mérito es importante ya que el realizador incorpora esas variables en la estructura dramática de la historia, merced a lo cual se diferencia de la mayor parte de los trabajos del género.
Pero esa habilidad para expresar estéticamente los conceptos argumentales que desarrolla, no la encontramos en otros trabajos; el caso de Inception (2010), un thriller, que aborda el mundo de los sueños, y en el que nuevamente Nolan toca, aunque de refilón el tema del tiempo (los distintos niveles del sueño, tienen temporalidades distintas). Pero, aunque es una historia que se desenvuelve en forma interesante, su gran déficit, a diferencia de las anteriores, se encuentra en que el director en este caso no recurre a lo “onírico” para llevar adelante la historia. Los ingresos en la mente de los personajes, los pasos de uno a otro nivel, podrían también haber sido tránsitos entre dimensiones distintas, planetas, universos paralelos, etc. Una oportunidad perdida a nuestro juicio, dada la potencialidad que los “sueños” y el subconsciente en general han demostrado tener para el séptimo arte.
Tenet (2020), a nuestro juicio, es la obra más deficiente del director hasta la fecha, ya ni desarrolla adecuadamente el concepto temático que constituye el eje de la historia (los viajes a través del tiempo), ni logra desarrollar una trama bien hilvanada.
La idea base de la película evidentemente es interesante; las personas, los objetos, las acciones, etc., pueden estar en el mismo espacio yendo tanto hacia el futuro, como hacia el pasado. En este caso la realidad sería una suerte de autopista, donde los vehículos pueden ir hacia un lado y hacia el otro (la palabra Tenet se puede leer de atrás hacia adelante y viceversa sin problemas).
El concepto le sirve al director para desarrollar una serie de artificios visuales, que finalmente constituyen el eje de la película: escenas de acción en las cuales unos personajes pelean con movimientos que “van hacia el futuro”, contra otros cuyos movimientos “van hacia el pasado”. Esta idea probablemente se haya traducido en jornadas interminables en la sala de efectos especiales (concatenar la pelea con el movimiento de un puñetazo que tiene que desarrollarse de una manera, con un movimiento de otro puñetazo que tiene que marcar la diferencia “temporal”). En los primeros minutos de la cinta el asunto evidentemente llama la atención, pero luego se transforma en una seguidilla de escenas de acción en las que uno nota que hay algo “rarito”, aunque no sepa identificar muy bien que es.
Sin embargo, la mayor deficiencia está en el armado de la historia. Probablemente la causa este en la subordinación del director al “enigma temporal visual”. Argumentalmente Tenet quiere ser una de esas historias de espionaje trepidante, llenas de giros y guiños, pero el problema es que los episodios que se suceden casi no tienen justificación, un amigo que en una parte de la película es ayudante, en otra es compañero y luego termina siendo jefe, sin que se entienda muy bien porqué. En la primera parte de la película los héroes hacen una operación compleja para hablar con una maleante, matan gente, se arriesgan, etc., pero al final cuando van a enfrentar al “malo- malo” ella termina apareciendo como parte de su equipo. En general, la trama descarrilla y aunque no aburre, es difícil si quiera plantearse el verla nuevamente para tratar de aclarar algunas cosas. En medio del maremágnum audiovisual destaca la presencia de la protagonista femenina Elizabeth Debicki, que evidentemente emite elegancia; si logra papeles adecuados da la impresión que podría convertirse en un Audrey Hepburn contemporánea.
Rodrigo Ayala es cineasta y ensayista