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Cultura | 27/12/2020   04:09

Sanjinés, según Carlos Mesa

Brújula Digital |27|12|20|

Fernando Molina / Tres Tristes Críticos

El capítulo central del libro que estamos reseñando, Historia del Cine Boliviano 1897-2017 (Plural), está escrito por el coordinador de esta obra colectiva, Carlos Mesa, y trata del principal cineasta boliviano, Jorge Sanjinés. Desde sus célebres cortos Revolución (1963) y Aiza (1964) hasta su película más importante, La nación clandestina (1989) pasando por Ukamau (1966), Yawar Mallku (1969), El coraje del pueblo (1971), El enemigo principal (1974), Fuera de aquí (1981) y Las banderas del amanecer (1983). La revisión deja fuera, aunque tomándolas en cuenta incidentalmente, las películas de Sanjinés que son posteriores a La nación clandestina y que suelen considerarse como menores o como una expresión, diría Mesa, de los límites estructurales de un cine que se había propuesto ser pedagógico y político antes que estético y narrativo.

La prosa de Mesa es desordenada e incorrecta, pero también eficaz, así que estas páginas, como la mayoría de las suyas, tienen fuerza y logran interesar rápidamente al lector. El autor establece una división de la obra sajineana en tres etapas principales (cuatro si tomamos en cuenta las películas finales que no son consideradas): la etapa inicial, en la que Sanjinés explora las posibilidades expresivas de su arte y está más interesado en contar historias que en la ideología.

Esta fase va de Revolución a Yawar Mallku, es decir, transcurre en los años 60 del siglo pasado. La siguiente etapa se extiende sobre las dos décadas posteriores, en las cuales Sanjinés hace un “cine programático”, es decir pretende seguir unos lineamientos externos al oficio cinematográfico mismo, dictados por una concepción del mundo y por determinados objetivos políticos. Uno de estos lineamientos preconiza la erradicación de los primeros planos, de los actores profesionales, del individualismo del montaje, de los libretos minuciosos, porque se supone qué hay una analogía entre estos recursos técnicos y el capitalismo. En cambio, la participación de los retratados en sus retratos, el colectivismo, la espontaneidad, la crítica y autocrítica de los creadores y las obras de arte, etc. se relacionan con los valores anticapitalistas o, al menos, antimodernos.

La “bisagra” entre la etapa inicial y esta segunda es, según Mesa, El coraje del pueblo, que pretende asemejarse al documental político, como ocurriría también con El enemigo principalFuera de aquí y Las banderas del amanecer, pero que, a diferencia de estas últimas películas, mantiene cierta espontaneidad narrativa. Mesa rescata la fuerza del Coraje, que a su juicio se pierde en los demás filmes de esta etapa, ahogados por el doctrinarismo del cineasta boliviano.

En los años 70 Sanjinés publica Teoría y práctica de un cine junto al pueblo, libro que hace explícitos los principios que inspiraban su trabajo fílmico. Según estos, las películas podían ser bellas, pero sobre todo debían ser capaces de transformar la realidad, esto es, ser útiles como documentos históricos, análisis políticos y llamados a la lucha militante.

Sanjinés procuró seguir haciendo este tipo de cine en un tiempo en que ya no era posible seguir filmándolo en el país, que desde comienzos de la década había caído en manos del dictador Banzer. Lo haría entonces en Perú (El enemigo principal) y Ecuador (Fuera de aquí). Y lo haría, como está dicho, a costa de sus dotes como creador individual, para producir ejemplares tardíos del “realismo socialista”.

Sanjinés acompañó así la radicalización de las clases medias latinoamericanas y bolivianas de fines de los 60 y los 70. El fracaso de este impulso, en el cual puede inscribirse el fracaso artístico de El enemigo y Fuera de aquí, y el nuevo clima político democrático de los años 80, lo llevaron a retornar a un cine más intuitivo y más narrativo, a establecer un puente entre su nueva película y sus grandes logros de los 60. Ese puente y ese retorno parcial se llamaron La nación clandestina, que se convirtió rápidamente en una de las mejores películas bolivianas de la historia.

No vamos a entrar con detalle en el análisis que hace Mesa de este filme. Podría decirse que repite el “sentido común” de la crítica nacional sobre la gran obra de Sanjinés. La busca de la identidad, el “blanqueamiento” como alineación y el “retorno a la raíz” como salvación. La descalificación de la metáfora del universitario “vanguardista” corriendo por el altiplano en busca de indios que acaudillar para la revolución. La paralela admiración por la metáfora antropológica del hombre que, para retornar a su comunidad, “danza (practica la tradición) hasta morir”. La lectura de Mesa reproduce sintéticamente el conocimiento establecido sobre la película y, en esa medida, constituye un aporte de carácter divulgativo.

Lo mismo puede decirse del capítulo en su conjunto y, si me apuran, del libro como tal. Siempre he visto a Mesa como el mejor o uno de los mejores divulgadores nacionales. Y me parece un muy honroso título. El problema es que él se ve a sí mismo de otra forma y entonces es que surgen los problemas. Pero dejémoslo aquí. Quedémonos con esto: Si alguien quiere una introducción al cine de Sanjinés, el texto de Mesa es excelente para este propósito.





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