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Cultura | 19/06/2020   07:07

Cuento de Gregorio Lanza: Foto de familia

Las fotos siempre habían sido su obsesión. Le gustaba ver los rostros de la gente, las emociones que expresaban, eso lo había aprendido desde joven, prefería las imágenes a la lectura. Con el pasar del tiempo, cuando ya era más conocido, algunas de ellas le causaron problemas, eran motivo de burla o escarnio. Cuando ya era Presidente decidió destruir las que guardaba, unas en blanco y negro, las últimas en colores, pero había una foto que deseaba conservar.

Se topó con otra que ya había circulado entre los militantes y redes del partido, era con el Jefe de las brigadas de jóvenes “Che Guevara”, que a su vez era financiador de actividades de la campaña. “Como muchos, este busca estar al lado del Jefe, eso le da autoridad” pensó. El hombre alto, fornido, con una gorra, tenía abrazado al Presidente y se veía su regordeta mano sobre su hombro. ¿Buscaba cercanía, protección? Uff, estos ya me cansan se dijo, y la empujó a la máquina que hacia trizas el papel. Pero, en ese caso, fue en vano, pues a las pocas semanas, apareció la foto en las tapas de los periódicos. “Asesor de campaña del Presidente cae con 100 kilos de droga en Brasil”. La prensa se preguntaba “¿por qué tanta cercanía?, ¿Desde cuándo eran amigos?, ¿Se trataba de un militante próspero que tenía recursos para pagar el traslado de la gente a las proclamaciones o simplemente cubría los costos de las poleras?”. A los pocos días, fotos del Asesor con el ministro de Finanzas, con el de Gobierno y el comandante de la Policía inundaban las redes.

Lo que arreciaba las preguntas de los medios era si la relación con esos jerarcas le daba la confianza y la fachada necesarias para desarrollar sus actividades ilícitas ¿Por qué en los registros de inmigración figuraban innumerables viajes del Asesor a Venezuela y Brasil? ¿Tendría relaciones con el cartel de los Soles conformado por militares venezolanos? ¿Cuántas veces había transportado droga al Brasil antes de aquel fatídico 5 de julio?

Pasado el escándalo, que era cada vez menos escándalo, volvió todo a la normalidad. El narcotráfico tenía muy buena salud. Los dólares entraban a raudales, inundaban las parcelas de los cocaleros o las cuentas de los capos. Colmaban de dólares las cuentas los bancos y en empresas que blanqueaban.

Sin embargo, al año, extrañamente, se desataron una serie de golpes al narcotráfico, todo comenzó con el apresamiento de un capitán de Policía, protegido por el ministro de Gobierno. Pero, claro la denuncia se originó en las redes, era un secreto a voces que desde sus oficinas de Jefe de la Fuerzas Especial de Lucha contra el Crimen, manejaba el negocio ilícito. Después aparecieron informes de la propia inteligencia de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico, dirigía una línea de tráfico desde el propio aeropuerto de Chimoré, centro de la producción de coca(ina), pasando por el aeropuerto de Viru Viru hasta Miami.

A los pocos días, en otros sorpresivo y diferente operativo, combinado en varios lugares del Beni, miembros de un clan familiar fueron detenidos en posesión de droga y avionetas para su trasiego; era otra línea que exportaba vía Paraguay y Brasil. Todo indicaba que era una vendetta. Esta vez, involucraban al ministro de la Presidencia; en lo que aparecía una sórdida lucha por el control del negocio. Al día siguiente, en medio de esa vorágine de revelaciones, apareció publicada su foto con todos ellos. La que guardaba con tanto esmero. Sonriente, arropado en medio del patriarca, hombres y mujeres de distintas edades. La noticia describía con detalle los cargamentos decomisados a cada uno de los que posaban confiadamente en la foto.

Pasada la sorpresa, una idea cruzo por su mente, “es la conspiración imperialista”. Recobró su aplomo. Buscó la foto, la levantó, miró una vez más, posó su vista sobre la más joven, era linda, se acercó a la máquina de triturar papel, su mano bajaba lentamente, se detuvo al borde, pensó, ya no es necesario destruirla. 





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