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Cultura y farándula | 03/05/2025   15:26

La Paz se ríe: el stand-up crece como una forma de arte, catarsis y comunidad

Comediantes bolivianos impulsan la escena del stand-up en la sede de gobierno con más espacios, talleres y una creciente audiencia.

Javicho Soria, pionero en stand-up. Foto: RRSS
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Hace una década, la palabra stand-up apenas era reconocida en Bolivia. Hoy, es parte del vocabulario de un público que crece en bares, teatros y clubes donde la risa comenzó a organizarse como un arte y un oficio. En La Paz, una ciudad más conocida por su seriedad que por su humor, el stand-up está desafiando estereotipos.

“La comedia stand-up es muy personal. Lo que escribes es tuyo, parte de tu vida, y toma tiempo pulirlo”, explica Adrián Aliaga, conocido como El Adri. “Un buen show de una hora puede tomar un año en ser armado”. Como muchos comediantes paceños, El Adri comenzó su carrera tomando un taller con Javicho Soria, pionero del género en Bolivia.

Soria, que se formó en Argentina entre 2012 y 2016, trajo a Bolivia no solo las técnicas del stand-up sino también su visión del escenario. “Es un ejercicio de ego absoluto, pero también un ejercicio de humildad. Cuando no se ríen, sientes un rechazo muy personal”, admite. Hoy, él dirige su propio teatro, Mala Fama, en Auquisamaña, inaugurado este año y que ya presenta funciones con lleno total cada fin de semana.

Uno de los espacios clave en esta movida es Mapinguari, el primer club de comedia dedicado exclusivamente al stand-up en La Paz. Su creador, Jorge Estévez, cuenta que la inspiración vino de clubes de Nueva York y Toronto: “El lugar tiene una capacidad ideal para 40 personas. Está diseñado para que tanto comediantes consagrados como nuevos puedan sentirse cómodos”, explica. Mapinguari presenta funciones todos los viernes y sábados, con estilos diversos que van desde lo familiar hasta el humor negro. Las entradas suelen estar entre 30 y 60 bolivianos, y el lugar se llena casi todos los fines de semana.

Pero también hay shows en otros escenarios más accesibles. El Mateus Pub, por ejemplo, ofrece open mics cada dos semanas donde cualquier persona puede probar su material. “Ahí se comienza, con cinco minutos. Si ya tienes experiencia, igual vuelves para probar y mejorar”, dice El Adri. Los open mics en Matheus son de acceso gratuito, lo que ha ayudado a democratizar el acceso a esta forma de comedia.

La estructura del show también ha evolucionado. Rossio Góngora, comediante activa desde 2018, explica: “Una rutina puede durar entre 5 minutos y una hora, pero todo parte de la escritura. Es lo más difícil. Puedes pasar semanas creando y luego descubrir que no funciona en escenario”. La improvisación o “cabareteo” con el público también ha ganado espacio como técnica complementaria.

En paralelo, lugares como Tuthawi, Chabuca, Casa Piedra, y teatros como el 6 de Agosto o el Teatro de Mala Fama, se han abierto a esta forma de comedia. “Actuar en mi propio teatro fue muy especial. Desde la luz hasta el micrófono, todo lo hemos armado con los socios para ofrecer una experiencia real”, relata Javicho.

“La gente llega con sus problemas cotidianos y sale con otro chip”, dice El Adri. “El stand-up es catártico, es como ir al psicólogo pero con cerveza y risas”. Nata Calpurnia, comediante con una década de experiencia, coincide: “Es un placer indescriptible cuando alguien se ríe con algo que escribiste. Pero no es para todos. Mi humor no le gusta a los religiosos o retrógradas, y está bien. El stand-up te obliga a encontrar tu público”.

Uno de los retos es la difusión. “La parte publicitaria es difícil. Las redes han cambiado sus políticas, y nos cuesta llegar al público”, señala Góngora. Además, aún existe confusión entre el stand-up y otras formas de humor como los cuenta chistes o los sketchs. “Todavía hay gente que dice ‘¿ya hiciste tu stand-up?’ como si fuera un proyecto escolar”, dice entre risas Javicho.

Más allá del entretenimiento, la comedia también genera reflexión. “La risa es terapéutica. Puedes reírte de tus problemas, ver la vida con más ligereza”, dice Mateo Tejada, otro comediante paceño. Enrique Koch añade: “El stand-up es un espejo de la sociedad. Todo lo que se dice ahí viene de lo que vivimos”.

Hoy, La Paz alberga al menos 50 comediantes activos. Algunos, como Pablo Soria o Leila Castro, ya cuentan con seguidores fieles. Otros están en proceso de construir su voz. “Cuando empecé, éramos seis. Ahora somos muchísimos más”, afirma Rossio. “Y el público también ha cambiado: ya reconoce a los comediantes, ya elige a quién ir a ver”.

Los públicos, según los entrevistados, oscilan entre los 25 y 45 años. Son parejas, grupos de amigos, gente que busca una experiencia diferente. “El público paceño es leal pero exigente. Quiere humor inteligente, no la risa fácil”, asegura Koch.

La escena aún es emergente, pero sólida. Los comediantes dictan talleres, forman a otros, crean comunidad. “Este es un momento muy lindo”, dice El Adri. “La escena está creciendo como una bola de nieve”.

El futuro, según los actores del rubro, dependerá de dos factores: formación y difusión. “Falta que el público naturalice el género. Todavía no es común ver una publicidad y saber de qué se trata”, dice Nata Calpurnia. Sin embargo, quienes se suben al escenario coinciden en algo: vale la pena. “Es arte, es entretenimiento, es escape”, resume Javicho. “Y además, es compartir una risa que puede cambiarte el día”.

BD/ML





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