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Buenas prácticas| 22/10/2022

Opinión - Buenas prácticas de participación ciudadana

Opinión - Buenas prácticas de participación ciudadana

“Laboratorio de innovación ciudadana”, realizado en el municipio de Sica Sica. Foto: Fundación Construir.

Por Sandra Villegas*

La participación como ese “tomar parte” y “compartir” con otros, lo que la define como una relación social, tiene diversas expresiones. En este sentido, se distingue la participación social de la participación comunitaria, la participación política y la participación ciudadana.

La participación ciudadana es concebida como un derecho, condición y fundamento de la democracia, que se ejerce de forma individual o colectiva, directamente o por medio de sus representantes; en la conformación de los órganos del Estado, en el diseño, formulación y elaboración de políticas públicas, en la construcción colectiva de leyes, y con independencia en la toma de decisiones (Art. 5 Ley Nº 341 de Participación y Control Social, 2013).

Hace poco tuve ocasión de visitar el municipio de Sica Sica donde se desarrollaba una actividad denominada “Laboratorio de innovación ciudadana”. Gratamente descubrí que esa iniciativa forma parte de un proyecto impulsado por Comunidad de Derechos Humanos gracias al apoyo de ONU Hábitat y la Fundación Construir. Esa iniciativa pretende crear una red municipal de lucha contra la violencia que está constituida, por un lado, por autoridades como el Alcalde, representantes del Concejo Municipal, el Servicio Legal Integral Municipal (SLIM), la Defensoría de la niñez, la Fuerza Especial de Lucha contra la Violencia (FELCV), la Fuerza Especial de Lucha con el Crimen (FELCC), la Fiscalía y la Policía; y por otro, organizaciones de la sociedad civil como centrales agrarias, maestros, líderes y lideresas adolescentes y autoridades originarias, entre otros.

Esa red se está construyendo participativamente para proponer y tomar decisiones en alianza y consenso entre servidores públicos y representantes de la sociedad civil. Ese es un espacio de participación ciudadana que permite el diálogo y la escucha para frenar la violencia y el flagelo contra niñas, adolescentes y mujeres adultas. Es un proceso lento, pero garantiza la sostenibilidad de esta iniciativa de la mano del compromiso y liderazgo de ciudadanos que tienen interés en aportar desde donde están a la atención y prevención de la violencia, más aún, tratándose de un municipio con más de 90 comunidades rurales dispersas a cuya población atiende con servicios de salud, educación y justicia.

Ahora bien, si toda ciudad es concebida como comunicante, los actores sociales serían actores dialogantes, cuya participación garantiza el sentido democrático de su sociedad más allá de posiciones político-partidarias.

La comunicación en lo cotidiano es el lugar de toda interacción y base de la conformación de todo tejido social, a través del ejercicio pleno de la democracia participativa. Lo comunicacional es, en definitiva, el ámbito simbólico de debate socio-político-cultural, también económico y tecnológico donde los sujetos organizan sus vínculos en función de objetivos y propósitos.

Uranga (2005, p. 8 -11) considera básico articular: alteridad y complejidad; la democracia en la base del desarrollo; reconstruir lo público desde la sociedad civil; educar para la participación; la comunicación para el desarrollo; pensar lo local como lugar de construcción, participación y comunicación; las estrategias de comunicación para el desarrollo y la comunicación al servicio de la democracia y el desarrollo.

La propuesta de la Asociación Internacional para la Participación Pública (IAP por sus siglas en inglés) divide a la participación ciudadana en cinco niveles para el ejercicio público del control social:

•  Primer nivel. Información: cuando sólo se difunde información no puede haber diálogo sino comunicación unidireccional.

•  Segundo Nivel. Consulta: tampoco existe diálogo sino una comunicación bidireccional; el ciudadano solicita y las entidades del Estado responden.

•  Tercer Nivel. Participación: Comienza el diálogo, el Estado involucra al ciudadano en el diseño de políticas públicas.

•  Cuarto Nivel. Colaboración: Se establece al interactuar un grupo de ciudadanos con el Estado en la toma de decisiones o en la búsqueda de soluciones para un problema determinado.

•  Quinto Nivel. Empoderamiento. En este nivel se traspasa el poder de la toma de decisiones al ciudadano (IAP, 2018).

Rescatando esas nociones a nivel teórico, un estudio realizado sobre el municipio de La Paz constató que la anterior gestión edil trabajó en un primer nivel de información al difundir muchos datos que transparentan su gestión y en un segundo nivel cuando se promovió el diálogo a través de audiencias ciudadanas (espacio en que los vecinos expresan sus quejas y demandas). No obstante, queda pendiente avanzar hacia un tercer nivel en el que la participación se traduzca en el diseño de políticas públicas, de un cuarto nivel de colaboración mutua para la búsqueda de soluciones y acciones conjuntas y un quinto nivel de empoderamiento en que el ciudadano efectivamente tome decisiones participando informado (Villegas, 2019).

Estoy segura que las buenas prácticas en la participación ciudadana existen muchas en nuestro país, aunque lo que hace falta es visibilizar más esas experiencias positivas como referente que se puede replicar en otros municipios.

*Es consultora en estudios de la Comunicación y Ciencias Sociales; docente en Comunicación de la UCB y UMSA. Trabajó en la Oficina del Coordinador Residente (OCR) del Sistema de NNUU en Bolivia y fue Coordinadora Metodológica del Observatorio Nacional de Medios (ONADEM), una iniciativa de la Fundación UNIR Bolivia.