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Buenas prácticas| 06/11/2021

Opinión - La nueva esencialidad que debemos encontrar

Opinión - La nueva esencialidad que debemos encontrar

El capital humano aún es el centro de todos los procesos productivos.

Por: Ibo Blazicevic*

Después de la pandemia uno de los conceptos que se ha popularizado es la “nueva normalidad”, que vendría a ser el resultado de una transformación estructural en los modos de producción, consumo e interacción de la humanidad luego de un evento tan significativo como el que hemos atravesado. Sin embargo, esta nueva normalidad solo resulta ser un primer paso para un desafío aún más importante: encontrar la “nueva esencialidad”.

A pesar de que el cambio climático, la cuarta revolución industrial o los conflictos migratorios eran, hasta antes de enero del 2020, temas que estaban tensionando la agenda mundial, no fue hasta la Covid-19 que por primera vez en la historia contemporánea, las sociedades de todo el mundo enfrentaron problemas sociales, políticos y económicos prácticamente al mismo tiempo.

Esto obligó a las empresas y a las familias a enfrentar la crisis consumiendo sus ahorros, buscando nuevas fuentes de ingreso, generando redes de protección solidaria, nuevas formas de negocios y de abastecimiento. Como consecuencia de esto, se modificaron sustancialmente las formas de producción y consumo, implementando estrategias aceleradas de adopción tecnológica, producción descentralizada y restructuración de las cadenas globales de valor.

En ese momento las políticas sociales y económicas, así como las estrategias de los actores privados apuntaron a proteger la vida de los individuos, ya que más allá de todos los avances tecnológicos introducidos en las últimas décadas, había quedado claro que el capital humano aún es el centro de todos los procesos productivos. Esta es una primera gran enseñanza que se ha recogido desde el ámbito empresarial: lo que debe estar en el centro de las decisiones es el bienestar de la gente.

La segunda enseñanza recogida resulta de un hecho observado durante la pandemia. En un momento de crisis las diferencias suelen exacerbarse. Como vimos, las economías grandes y desarrolladas pudieron enfrentar la crisis de mejor manera, mientras que las economías pequeñas y en desarrollo tuvieron que administrar mejor los recursos con los que contaban. De hecho, en muchos casos tuvieron que optar por otorgar menos ayuda de la necesaria, recurrir a más deuda y asumir más riesgos que las economías desarrolladas.

En el ámbito micro, los trabajadores más capacitados, con mejores ingresos, pudieron trabajar más. Aprovecharon la tecnología, el internet y las comunicaciones, mientras que los trabajadores que se encuentran en sectores menos desarrollados enfrentaron fuertes pérdidas en sus ingresos, imposibilidades para salir a realizar sus ocupaciones y, en muchos casos, una total ausencia de redes de protección social. Esta situación puso en tela de juicio el perfil de crecimiento que seguíamos hasta antes de la pandemia.

Por eso, una segunda enseñanza que recogimos es que debemos crecer mejor. La senda de crecimiento previa a la pandemia estaba asentada en un extraordinario entorno de estabilidad y precios altos, que junto a políticas económicas que fomentaron el consumo y la ocupación antes que la inversión y la creación de empleo de calidad. Esa senda simplemente ya no existe, ya que hoy los reclamos por mejores redes de protección social, que son solo posibles con empleo de calidad, son cada vez mayores. En definitiva, una segunda condición esencial es que debemos crecer mejor.

Finalmente, durante la pandemia los gobiernos pusieron el énfasis en el apoyo a corto plazo; los recursos se destinaron a reforzar los sistemas de salud, a cubrir los ingresos perdidos de familias que estaban desprotegidas y a sostener las cadenas de abastecimiento rotas por las medidas de protección sanitaria. Todas estas fueron medidas de urgencia, sin embargo, el desafío que sigue es atender los problemas estructurales.

El principal es la inversión y su calidad. La infraestructura que debemos pensar para el futuro es una infraestructura 4.0, que debe estar enfocada en los procesos, la productividad y el desarrollo de la innovación y de la creatividad. Gran parte de esa inversión, por lo tanto, es inversión en capital humano.

Pero la necesidad de modernización no es solo tecnológica, debe ser también social e institucional. Hemos salido de la pandemia con tensiones sociales y políticas como hacia mucho tiempo no veíamos, por eso será necesario el apoyo continuo a las familias, empresas y gobiernos para prevenir nuevas olas y pandemias. Esto significa crear nuevos mecanismos de coordinación y dialogo entre cada uno de los actores de la economía.

Y debemos hacer esto sabiendo que hemos alcanzado límites que ya no podemos superar. La capacidad de regeneración del planeta está seriamente amenazada y eso ya tiene repercusiones económicas sobre los que menos tienen. La pandemia ha sido un evento natural que ha afectado más a quienes menos capacidad de respuesta tienen (un ejemplo es Bolivia). Por eso, una tercera enseñanza es la sostenibilidad: debemos reconstruir hacia la sostenibilidad.

Es por eso que bajo estas tres ideas esenciales: mejor crecimiento, empleo de calidad y sostenibilidad se plantea el concepto de “reconstruir mejor”.

*Es Presidente de la Cámara Nacional de Industrias y Gerente Institucional de la CBN