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Sociedad | 09/02/2024

|OPINIÓN|Combate desigual contra un monstruo que se esconde: los abusos sexuales|Andrés Eichmann|

|OPINIÓN|Combate desigual contra un monstruo que se esconde: los abusos sexuales|Andrés Eichmann|

Brújula Digital|09|02|24|

Andrés Eichmann 

La Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) creó en marzo de 2019 una Comisión de Prevención y Atención de Denuncias de Abuso Sexual de Menores en ámbitos eclesiales modificándola el mes de mayo del 2023 en cuatro ámbitos de trabajo para abordar el terrible flagelo de los abusos sexuales por parte de clérigos y otras personas con oficio en la Iglesia. Se trata de las Comisiones de Escucha, de Prevención, de Investigación y de Comunicación. He estado a cargo de esta última desde mayo hasta diciembre del pasado año, y por ello puedo decir que conozco el camino (difícil y muy doloroso) que está recorriendo la Iglesia para superar esta situación y para ofrecer ayuda y reparación a las víctimas.

Desde mi experiencia, el abordaje del tema ha sido objeto de muchos trabajos por parte de todas las comisiones. Habría que referirse, ante todo, a las publicaciones y actividades desarrolladas por la Comisión de Escucha, dado que la CEB habilitó para ello una oficina estable, en un espacio independiente para este fin, a cargo de la Lic. Nancy Loredo, en procura de superar algunas de las limitaciones atravesadas en la etapa anterior. Esta especialista, además de atender los casos que llegaron a dicha oficina, articuló entre las distintas jurisdicciones eclesiásticas y congregaciones religiosas un proceso sistemático de apoyo en el fortalecimiento de habilidades técnicas para las personas que tienen este encargo pastoral. A la vez, lideró la coordinación interinstitucional con actores clave en el tratamiento de los delitos sexuales, principalmente los cometidos contra la niñez y adolescencia. Subrayemos que la escucha es el primer paso de la reparación y de la rectificación.

En segundo lugar, la Comisión de Prevención trabajó en los protocolos que toda institución educativa de Iglesia (u otras en las que se encuentran o a las que acuden niños o adolescentes) debe cumplir para asegurar la protección del menor de edad. También desarrolló talleres en distintas ciudades del país, para ayudar a que tales protocolos puedan aterrizar en los distintos contextos. Entre el material producido hay que destacar los Códigos de buena conducta y el titulado Cultura del cuidado y prevención, documentos que expresan la voluntad de generar ambientes sanos y seguros para todos los que se acercan a obras que la Iglesia Católica ha puesto al servicio de la comunidad. La creación de estos espacios seguros es tarea de todos y su aprendizaje una necesidad permanente.

La Comisión de Investigación se pone al servicio de las instancias competentes de la Iglesia que deben encarar investigaciones y no cuentan con herramientas/instrumentos para hacerlo. Una buena investigación, transparente, ayuda a conocer la verdad, inicia un camino de justicia y de sanción a los culpables y, en algunos casos, también esclarece denuncias fruto de confusiones.

Desde la Comisión de Comunicación, a mi cargo hasta diciembre 2023, se concedieron numerosas entrevistas solicitadas por los medios de comunicación y se elaboraron comunicados en viarias circunstancias en las que esto era necesario. Asimismo, se participó en las conferencias de prensa y en un informe oral ante una comisión formada ad hoc en la Cámara de Senadores. Por último, se organizaron actividades para escuchar a líderes de opinión, con el fin de entender mejor las diversas aristas de lo que nuestra sociedad percibe y espera como respuesta de la Iglesia. Esto fue vital para transmitir, tanto a los obispos como a las demás Comisiones, cómo es sentido por la población el modo en que la Iglesia busca responder a este cáncer. Porque es vital, para la gente, saber qué hacen las autoridades, con qué diligencia buscan el remedio, qué atención brindan a las víctimas de aquellos agresores que, a la vez, son traidores a todo el mensaje del Evangelio, de ese mensaje que dicen sostener y difundir. Pues bien, con lo dicho hasta aquí puede verse el comienzo de este camino de conversión y reforma de una Iglesia que se reconoce (también) pecadora y necesitada de purificación.

Está dando inicio el año escolar, y pienso que tal hecho debe llevarnos a varias reflexiones de las que puede resultar un bien para todos, tanto católicos como de otras religiones e incluso para los no creyentes. En primer lugar, como ya se dijo, en el ámbito de la Iglesia la lucha ha comenzado. Pero vale la pena recordar que es una lucha contra un monstruo difícil de localizar. Las víctimas a menudo no se sienten capaces de hablar y, mucho menos, de denunciar, de manifestar un dolor que llevan demasiado adentro del corazón. Ojalá todos los ciudadanos del país pudieran ver esto, conmoverse ante tanta pena y, aquellos que son cercanos a una o más víctimas, supieran ayudarlas a acudir a la Comisión de Escucha (de la CEB o de la circunscripción u orden religiosa en la que se produjo el crimen), y/o a la Fiscalía.

No hay que olvidar que este es un mal que solamente podrá superarse si se lo combate con la ayuda de todos: las autoridades competentes del Estado, las de la Iglesia, el servicio de los medios de comunicación y todas las personas, familias y educadores.

En algunos casos hubo quien pudo aprovechar el tema como una oportunidad para atacar a una institución, la Iglesia, por la que siente una antigua aversión. La expresión “Iglesia encubridora” u otras semejantes son ilustrativas del tipo de abordaje emprendido. Lo que manifiestan es una esperable indignación (compartida por todos en la misma Iglesia, empezando por el Papa Francisco), pero también una percepción que considero equivocada.

Hay que recordar que todos los fieles católicos somos “la Iglesia”. Sería igual de errada la expresión “país narcotraficante” aplicada a uno en el que se verifican acciones de ese tipo, dado que el país es constituido por todos sus ciudadanos. A lo que voy: si un cura ha abusado debe ser identificado, castigado por la sociedad de acuerdo con sus leyes (lo mismo que un narco, por los delitos cometidos) y, además, debe perder su “categoría” clerical.

Si un obispo ha encubierto a un cura abusador (lo que lamentablemente ha ocurrido en varios países) merece exactamente lo mismo: ser procesado por las autoridades del país y, al interior de la Iglesia, ser despojado de todo “rango”. Esto es lo que queremos todos: el pueblo católico, o sea la Iglesia; y también todo ciudadano, independientemente de sus creencias. Otra cosa que también queremos todos es que se desplieguen todos los esfuerzos necesarios para, de un lado, sanar (en cuanto esto sea posible) a las víctimas; y de otro, para evitar que se repitan estos hechos deplorables. Y todo ello no solamente en el ámbito de las instituciones eclesiásticas, sino en todos los ámbitos de la sociedad. Pero creo que es muy positivo que se empiece por la Iglesia, dado que este tipo de atrocidades es el más opuesto al mensaje de amor que desea llevar a todos.

Me queda agradecer la confianza que los obispos han tenido conmigo al confiarme la dirección de la Comisión de Comunicación. Acabadas mis funciones, puedo decir que han sido unos meses en los que he podido ver, por propia experiencia, el esfuerzo de la Iglesia para abordar este tema tan complejo y lacerante, en el que queda, empero, tanto camino que recorrer.

Andrés Eichmann pertenece a Voces Católicas Bolivia.



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