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Sociedad | 21/09/2020

Madidi, la reserva más biodiversa del planeta, cumple 25 años

Madidi, la reserva más biodiversa del planeta, cumple 25 años

Brújula Digital |21|9|20|

Alex Villca Limaco 

Nací en 1978, en Santa Catalina, Apolo, la pequeña comunidad quechua que también vio nacer a mi padre. Nueve meses después, partimos hacia San José de Uchupiamonas, el territorio milenario de mis ancestros maternos. Ese era mi destino, crecí rodeado de ríos, lagos, montañas, valles y una exuberante vegetación boscosa, ese paraíso que hoy se conoce como parque nacional Madidi.

Corría el año 1989 cuando culminé el quinto grado y la única posibilidad de estudiar el nivel intermedio era el internado del pueblo indígena de Tumupasa, a 33 kilómetros de casa, un proyecto impulsado por un misionero católico que recibía a niños procedentes de varias comunidades indígenas de la región, sin recursos para costearse los gastos e educación.

Culminado el ciclo intermedio, el siguiente destino fue Rurrenabaque, el colegio Obispo Juan Claudel, donde concluí el bachillerato. Coincidencias de la vida, el 21 de septiembre de ese mismo año, 1995, mediante Decreto Supremo 24123, se creó el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Madidi, hoy recocido mundialmente como la reserva natural más biodiversa del planeta.

Entonces ya trabajaba como sereno de un modesto hospedaje hasta que enrolé al servicio militar en el “Batallón Ecológico del Ejército”.  Ese año, 1997, la UMSA anunció la apertura de la regional universitaria de San Buenaventura con las auxiliaturas de ecoturismo, contabilidad y enfermería. Fue la mejor noticia para los jóvenes bachilleres que prestábamos el servicio militar y que logramos el permiso de nuestros superiores para estudiar en horario nocturno. Me inscribí en Ecoturismo y cumplí la hazaña de graduarme al finalizar ese año.

El esfuerzo no me garantizó trabajo y, junto a mi hermano, cursamos la auxiliatura de Auditoría, con la expectativa de culminar estudios en La Paz. No ocurrió como lo planeamos, el certificado de la regional de la UMSA no nos sirvió para ingresar a la Carrera de Auditoría, la burocracia echó por la borda nuestro sueño. Caminamos de un lado a otro, hasta que nos quedamos sin dinero. La familia solo podía financiar los estudios de uno de los dos hijos, elegimos a mi hermano.

Tan poderoso es el llamado de la naturaleza, que volví mis pasos atrás y retorné a Rurrenabaque, a trabajar en el mismo modesto hospedaje donde laburé de adolescente.  Suerte sin blanca, ahí se hospedaba el primer director del Parque Madidi, que no paraba de hablar de su trabajo en la reserva.  Mi expectativa crecía y un día me arriesgué a preguntarle si pensaban contratar a nuevos guardaparques, me dijo que sí, “con concurso de méritos y entrevistas a los postulantes, preferentemente de comunidades locales e indígenas”.

En agosto del 99 emprendí la aventura de ser guardaparque en el Madidi. Un tiempo de realización, pero también de muchos riesgos. Ser guardaparque en el Madidi  es adrenalina pura, la naturaleza te pone a prueba y los infractores, cazadores, pescadores y taladores de madera te desafían. Pero también es plenitud, cómo no, en medio de semejante paraíso.

El Parque Nacional Madidi abarca alrededor de 19.000 Km2 y va desde los 6.000 metros en los nevados de Apolobamba hasta los 180 metros en las Pampas del Heath. Mi primer destino fue el Puesto de Control Andino, sobre el río Beni, luego me destinaron al Puesto de Control del río Tuichi, a cargo del registro y control de ingreso de embarcaciones y turistas nacionales y extranjeros.

En el Puesto de Control Sadiri, puerta de entrada al territorio indígena San José de Uchupiamonas, las tareas eran más complejas. Por entonces, el Servicio Nacional de Caminos abría una brecha caminera para conectar a Tumupasa con San José de Uchupiamonas, mi tarea era vigilar a los trabajadores de la empresa caminera, evitar el ingreso de cazadores y pescadores. Control y vigilancia que solía hacerlo en solitario.

En Alto Madidi, a donde se ingresa desde la población de Ixiamas, te sientes prácticamente en medio de la nada. Este puesto estaba reservado para los guardaparques solteros.  Se llegaba luego de cruzar numerosos ríos y arroyos, largas caminatas y travesías por el bosque y con las mochilas llenas de víveres para sobrevivir en medio de la nada.  Era intimidante, en esta zona los madereros abrían caminos sobre el espesor del bosque con tractores orugas, había que lidiar con los nuevos asentamientos de colonos provenientes de Potosí en las proximidades del Arroyo Tigre a unos 150 Km de distancia de Ixiamas. Y, por si fuera poco, el calor y los bichos, el peligro de Leishmaniasis y todo el rigor de la naturaleza.  

Para llegar a la zona del río Heath hay que tomar la ruta hacia Riberalta, conectar a Cobija, dos a tres días en bus. De Cobija hacia Chive, una población a orillas del río Madre Dios, donde se encontraba el campamento de los guardaparques de Manuripi Heath, en el límite natural del Madidi, hay que viajar en peque peque, aguas arriba, por el río Madre de Dios, hasta la confluencia del limite internacional entre Bolivia y Perú. Aguas arriba se llega al puesto de control de Bahuaja Sonene en Perú, un campamento para el intercambio de experiencias de trabajo.  Nuestro puesto de control estaba mucho más arriba justo sobre la confluencia de los ríos Asunta y Heath, un lugar remoto y de difícil acceso. En este sitio no viven conciudadanos bolivianos, raras veces se ve transitar a hermanos indígenas Esse Ejjas del Perú. Aquí pasé mis últimos meses como guardaparque, en la nada y en solitario, porque mi compañero se replegó por enfermedad.  Me unía a los patrullajes de los guardaparques del Manuripi (Pando) o del Bahuaja Sonene (Perú).

Fue un año y medio intenso, maravillado por la naturaleza, pero también asustado porque en medio eres nada. Solo queda perseguir otros tus sueños, imaginar otro futuro.  En diciembre del 2000 cargué mi mochila y volví a la ciudad, a retomar mis estudios universitarios. 

Después de esa experiencia en el Madidi, sellé un pacto con la naturaleza y, luego de constatar las desigualdades y condiciones infrahumanas en las que viven los pueblos indígenas de la cuenca amazónica, marginados, excluidos y olvidados por los gobiernos de turno, afirmé mi compromiso de lucha por el territorio, la biodiversidad, el agua y la vida.

Puedo atestiguar que el Madidi vale más que todo el oro del mundo, es nuestro mayor tesoro de vida. No debemos permitir que lo destruya la minería, el petróleo, las megarrepresas, las plantaciones de coca para el narcotráfico, los nuevos asentamientos, etc. Recientes estudios científicos realizados en algunas zonas del Madidi, dan cuenta del incalculable valor que posee en su interior, gracias al sabio manejo y aprovechamiento del territorio por nuestros antepasados. Madidi no solo es el parque natural más biodiverso del mundo, es sobre todo el lugar sagrado de nuestros ancestros y un tesoro de vida que debemos cuidar para mejorar nuestra vida y heredarlo a las futuras generaciones.

¡Felicidades Madidi en tus 25 Aniversario!

Alex Villca Limaco es vocero de la Coordinadora Nacional de Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas (CONTIOCAP)



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