Recientes hallazgos arqueológicos —respaldados por tecnología aérea de última generación— revelan un sofisticado paisaje cultural construido por antiguas sociedades que supieron adaptarse a un entorno marcado por inundaciones estacionales.
Brújula Digital|10|12|25|
Nuevas investigaciones científicas están derribando el arraigado mito de que la Amazonía fue, durante milenios, una selva virgen sin mayor intervención humana. En los Llanos de Mojos, en el noreste de Bolivia, recientes hallazgos arqueológicos —respaldados por tecnología aérea de última generación— revelan un sofisticado paisaje cultural construido por antiguas sociedades que supieron adaptarse a un entorno marcado por inundaciones estacionales, según una nota de DW.
Durante décadas se creyó que esta vasta región de sabanas inundables, de más de 100.000 kilómetros cuadrados, solo había albergado pequeños grupos de cazadores y recolectores debido a la pobreza de sus suelos y a sus crecidas anuales. Pero rastros documentados desde principios del siglo XX, y confirmados ahora por investigaciones binacionales entre Bolivia y Alemania, muestran una realidad completamente distinta.
Ciudades ocultas bajo la vegetación
Según la DW, el uso de tecnología LiDAR —capaz de atravesar la densa vegetación para registrar el relieve del terreno— permitió identificar plataformas piramidales, centros ceremoniales, fortificaciones, redes de canales y sistemas agrícolas elevados. Estas estructuras forman parte de un complejo entramado urbano-agrícola que estuvo habitado entre los años 600 y 1400 d.C., según dataciones por radiocarbono.
Una expedición multidisciplinaria realizada en 2021, liderada por la arqueóloga boliviana Carla Jaimes Betancourt (Universidad de Bonn), confirmó la magnitud del hallazgo en torno a los lagos Rogaguado y Ginebra, parte de los humedales reconocidos por la UNESCO. Bajo el agua y entre las praderas, el equipo encontró cerámicas, campos elevados y extensos canales construidos para convivir —no combatir— con las inundaciones.
Ingeniería adaptativa y dieta diversa
Las evidencias botánicas y arqueológicas demuestran que estas sociedades desarrollaron una agricultura variada basada en maíz, legumbres y palmeras, combinada con pesca, caza y recolección. Peces pulmonados, tucunarés, nutrias, capibaras, caimanes, tortugas y pacas formaban parte de su dieta, revelando un aprovechamiento equilibrado de los recursos.
Según Jaimes Betancourt, estos pueblos no buscaban dominar la naturaleza, sino integrarse a ella. “Las inundaciones no eran una amenaza, sino un componente del ciclo productivo”, sostiene en la revista Frontiers in Environmental Archaeology.
Pueblos vivos, patrimonio vivo
Los actuales pueblos Cayubaba y Movima, herederos de este territorio, continúan cultivando yuca, arroz, plátano y caña, además de criar ganado. Su conocimiento ancestral mantiene vivo un patrimonio biocultural único que, según la investigadora, ofrece valiosas enseñanzas en tiempos marcados por la deforestación, el avance agrícola y la crisis climática.
La arqueóloga recuerda que los paisajes culturales de los Llanos de Mojos no solo contienen restos arqueológicos, sino un modelo de sostenibilidad basado en la diversidad ecológica y cultural. En este contexto, proteger la Amazonía implica también resguardar la memoria y los derechos de las comunidades que han sido sus guardianas durante siglos.
DW/