La integración de la neurociencia en la educación no es una moda, sino una necesidad urgente para transformar la práctica educativa, haciendo el aprendizaje más efectivo, motivador y humano.
Brújula Digital|05|10|25|
Natalia Pillco
El cerebro, órgano central del aprendizaje nunca dejará de desarrollarse en todo el proceso de vida del ser humano, gracias a la plasticidad cerebral, cada experiencia es un aprendizaje; día a día se puede llegar a fortalecer o debilitar el cerebro.
A partir de lo señalado surge la pregunta: ¿Qué es neurociencia? Es la disciplina que estudia el sistema nervioso (incluyendo su estructura, función desarrollo, química y biología) y comprende todo su funcionamiento, al momento en que se producen (y la manera en la que se regula) emociones, conductas, procesos cognitivos como la memoria, atención, y funciones corporales básicas como la respiración. La neurociencia tiene ramas como la neuropsicología, neurocriminología, neuroeducación, entre otras; con esto se evidencia el avance de la neurociencia y cómo está transformando la manera en que entendemos la mente humana. Gracias a estos avances se puede comprender como emociones, memoria y comportamientos dependen del cerebro, lo cual, permite expandir y mejorar tratamientos en enfermedades neurológicas y mejorar la salud mental.
Teniendo en cuenta estos conceptos, surge la interrogante: ¿De qué manera la neurociencia está conectada con la educación?
A este proceso se le denomina neuroeducación, es un campo interdisciplinario y emergente que evidencia cómo la comprensión del cerebro puede revolucionar nuestra manera de enseñar y aprender, para Francisco Mora, en su libro Neuroeducación: Solo se puede aprender aquello que se ama, Francisco Mora (2017) la neuroeducación surge de la unión de la neurociencia, psicología y educación, su objetivo es entender cómo funciona el cerebro durante el aprendizaje y aplicar ese conocimiento para mejorar los métodos de los maestros de aula y educadores. Es conocer al humano, que siente, lo que cree y hace. El aprender es producto del funcionamiento del cerebro y por eso mismo su importancia es trascendente, pero por su novedad es tan discutida y debatida que, surgen los “neuro-mitos” que son creencias erróneas sobre el funcionamiento del cerebro que son interpretaciones incorrectas o exageradas de resultados de diversas investigaciones de neurociencia como, por ejemplo: Las personas usan solo 10% de su cerebro, sugiriendo que el 90% del cerebro permanece inactivo, lo cual es falso.
En el libro Más mitos sobre aprendizaje y educación, los autores Kirschner, De Bruyckere y Hulshof (2020) sostienen que este tipo de mitos suelen difundirse en contextos educativos, médicos y pueden influir en prácticas que no están respaldadas científicamente, es vital desmentir e informar con fuentes verídicas para fomentar un uso de la teoría mucho más óptimo en el proceso de aprendizaje y enseñanza de la educación.
Conforme profundizamos en esta área, es primordial distinguir que la integración de la neurociencia en la educación no únicamente enriquece el desarrollo y crecimiento del estudiante, sino que optimiza los métodos de enseñanza y aprendizaje, por ejemplo: gamificación, jugar es una actividad que en realidad puede ser enriquecedora, es una forma instintiva que tienen los niños y niñas de adquirir conocimiento , ya que es una manera de relacionarse a su entorno, (socialmente y consigo mismos), y aprender es tan importante para el cerebro, que cuando se aprende algo nuevo el cerebro produce su propia recompensa intrínseca, llamados opiáceos (dopamina, serotonina) el sistema recompensa con la satisfacción de realizar dicha actividad y busca repetir esta actividad, lo cual crea motivación para que vuelva a jugar y finalmente vuelva a aprender. Se ha demostrado en una investigación que los niños que tienen mucho tiempo de juego libre (sin intervención de los adultos) estimula que en el proceso de vida tengan más capacidad de gestionar situaciones de estrés y ansiedad, autorregular emociones y asumir riesgos de forma consciente hasta el punto que deseen.
Con este ejemplo se demuestra la relevancia de las neurociencias en la educación, la cual se basa en que hay más allá del aprendizaje en cómo funcionan los procesos cognitivos cuando se codifica información o como se retiene la misma, como se distribuye y equilibra la atención, otro aspecto significativo es la creación de ambientes positivos (es un espacio, ya sea físico, emocional o social, en el que las personas se sienten seguras), ya que las emociones desempeñan un papel clave en el proceso de aprendizaje, en ese sentido incorporar estrategias como la creación de espacios de descanso planificado durante una clase, mejorando la atención focalizada y concentración, permitiendo que los cerebros de estudiantes se recarguen y puedan procesar la información. Aplicar este ejemplo y otros en aulas es fundamental para un aprendizaje más efectivo.
Al final de cada actividad los maestros/educadores pueden llevar a cabo una retroalimentación reflexiva para consolidar el aprendizaje y valorar la experiencia, los beneficios esperados son múltiples: mayor retención de información, desarrollo de habilidades sociales, un ambiente de motivación y aprendizaje más dinámico y motivador. Integrar principios de neurociencias a la educación, no es una moda, sino una necesidad urgente para que los maestros-educadores puedan transformar la manera en la que los estudiantes interactúan con el conocimiento y entre sí y potenciar el desarrollo de emociones en su forma positiva que generan vínculo y altruismo. Porque si vamos a educar, hagámoslo con cariño.
Natalia Pillco es miembro de la Sociedad científica de la carrera Ciencias de la educación "Socien-edu" de la UMSA.