Cuatro estudios exponen las múltiples formas de violencia sexual contra menores y mujeres en Bolivia

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La violencia sexual en Bolivia tiene múltiples rostros y afecta a niños, niñas, adolescentes y mujeres en distintas esferas. Así lo revelan cuatro investigaciones desarrolladas por el Instituto de Investigaciones en Ciencias del Comportamiento (IICC) de la Universidad Católica Boliviana (UCB), que serán presentadas este viernes en el restaurante Manq’a, desde las 8:30.

La investigadora Paola Bedoya explicó que los estudios abordan diversas dimensiones del problema, desde la respuesta del sistema de justicia hasta las prácticas culturales que normalizan el abuso. “Estos estudios reflejan distintas facetas de la violencia sexual en Bolivia. Algunos analizan el funcionamiento del sistema judicial, otros la acción del Estado y su presupuesto destinado a esta problemática, y también se abordan los discursos y prácticas sociales que perpetúan esta forma de violencia”, dijo Bedoya a Brújula Digital.

El primer estudio, según Bedoya, realiza un seguimiento crítico a la respuesta del sistema judicial frente a los casos de violencia sexual, explorando los llamados “cuellos de botella” y la experiencia emocional de las víctimas que enfrentan un proceso judicial. “Es un intento de entender lo que implica atravesar este calvario, desde la denuncia hasta la espera de justicia”, explicó.

El segundo estudio examina cuánto presupuesto destina el Estado boliviano para combatir la violencia sexual. “Sabemos que es una problemática grave y recurrente, pero ¿cuánto se está invirtiendo realmente para prevenirla y atenderla? Este estudio analiza prioridades estatales, líneas de acción, y en qué áreas se distribuyen los recursos públicos”, señaló la investigadora.

El tercer estudio, realizado por Save the Children, se enfoca en un tema invisibilizado: la violencia sexual dentro del entorno familiar. “Este trabajo expone cómo el adultocentrismo y el silencio cultural hacen que los abusos dentro del hogar sean minimizados o ignorados. Es alarmante que espacios que deberían ser seguros se conviertan en lugares de riesgo para los más vulnerables”, enfatizó Bedoya.

El cuarto y último estudio examina cómo ciertas prácticas culturales arraigadas pueden actuar como reproductoras de la violencia sexual. Estas conductas normalizadas dificultan el reconocimiento del problema y frenan su erradicación.

Bedoya informó que los resultados serán presentados a representantes del Estado, autoridades legislativas, municipales y sociedad civil. “Queremos que esta evidencia contribuya a la creación de políticas públicas, leyes y acciones concretas para prevenir y erradicar la violencia sexual. Este es un esfuerzo colectivo para visibilizar y transformar una realidad que no puede seguir siendo ignorada”, concluyó.

BD/MC