Brújula Digital|22|12|24|
Mirna Quezada Siles
El apagón de las luces en Times Square y la Quinta Avenida, realizado en noviembre del año pasado por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, representó una forma diferente de encarar la Navidad, enfocándose en el verdadero significado de esta celebración: la luz que trae Jesucristo. Durante este evento, las pantallas publicitarias se apagaron para dar paso a un mensaje que invitaba a la reflexión sobre valores como la compasión y la unidad, en un contexto donde el consumismo suele dominar.
Este tipo de iniciativas debería ser un ejemplo a seguir en Bolivia, especialmente en momentos de crisis económica, social y política, cuando el país atraviesa muchas dificultades por la escasez de dólares, el aumento de precios y tensiones políticas internas que han generado un clima de descontento y desesperación entre la población.
En lugar de dejarse llevar por el pesimismo que genera la crisis actual, los bolivianos podrían abrazar esta temporada como una oportunidad para fortalecer los lazos familiares y de amistades, promoviendo un espíritu de unidad que trascienda las divisiones políticas y sociales. La Navidad tendría que ser un momento para recordar que -a pesar de las dificultades- es posible encontrar esperanza y luz en la comunidad.
La Iglesia católica, mediante sacerdotes de varias parroquias en diferentes regiones, recordaron en sus homilías durante esta época de adviento que la esencia de Navidad debe ser la celebración del nacimiento de Jesucristo y compartir con la familia y amigos, antes que una fecha para el despilfarro y consumismo exagerado, más aún si se enfrentan tiempos de crisis social y económica.
También abogaron para que esta época del año se llene de espiritualidad y verdadera devoción entre los feligreses, evitando compras desenfrenadas y otro tipo de distracciones que tienen como única meta los regalos materiales y una protagonista: la vanidad.
Es verdad, tecnología, shows montados, publicidad de las transnacionales así como la realidad económica y social asedian a la mayoría de los hogares y las costumbres de antaño quedan en el olvido. Antes, por ejemplo, se armaban en familia, con anticipación y mucha emoción los pesebres y arbolitos; ahora un “sinfín” de adornos chinos y taiwaneses invaden las paredes y otros espacios de las viviendas.
Los villancicos, así como los cantos interpretados con “chulu chulus” elaborados con tapas coronas aplastadas y los bombos de latas de leche para celebrar el nacimiento del Niño Dios, fueron reemplazados por música chicha, reguetón u otros géneros que se escuchan en grupos o individualmente.
Las tarjetas navideñas enviadas por correo o entregadas en persona a los seres queridos, vecinos o amigos para llenar las salas de sus viviendas u oficinas, fueron suplantadas por mensajes cortos y grupales que se mandan por redes sociales.
Y si bien se conserva la costumbre de la cena de Nochebuena (cuando se cuenta con recursos suficientes, por supuesto), en la misma actualmente predomina el intercambio de regalos que se realiza de manera mecánica y acelerada olvidando –muchas veces– la acción de recogimiento y una oración de circunstancia.
Las autoridades locales y nacionales deberían tener como último punto de su agenda social el rescate de las tradiciones. Año que pasa, año que la Navidad cambia en Bolivia y eso llena de melancolía y tristeza a muchos quienes gozaban de cada detalle de esta hermosa celebración como salir con los niños a la calle, compartir con los vecinos y –lo más importante– pensar en la llegada de nuestro Salvador.
Poco a poco, también hizo su aparición y ganó gran espacio la imagen de Santa Claus, más conocido como Papa Noel. Está en todas partes aquel viejecito regordete y sonriente que trae regalos a los niños buenos en Navidad y que tuvo su origen en Nicolás, un santo de quien cuenta la historia ayudaba a los demás, especialmente a los pobres y gozaba de buen sentido del humor.
En cuanto a las campañas navideñas en Bolivia han perdido fuerza en los últimos años, reflejando un cambio en la imagen que se promueve durante esta festividad. En lugar de centrarse en el Niño Dios, muchas iniciativas ahora utilizan a Papá Noel como símbolo principal, lo que ha desvirtuado el significado espiritual de la Navidad.
A medida que la crisis económica se intensifica, las personas priorizan la compra de alimentos básicos sobre los regalos y decoraciones navideñas. Esto ha llevado a una disminución notable en las donaciones y el apoyo a las acciones solidarias, que tradicionalmente buscaban ayudar a los más necesitados, especialmente a los niños de familias de escasos recursos. La falta de interés y compromiso se evidencia en la baja participación de la comunidad, lo que resulta en menos recursos disponibles para aquellos que realmente lo necesitan.
Además, el ambiente festivo que solía caracterizar esta época se ve opacado por la realidad del día a día, en la que la lucha por la supervivencia económica predomina. Las iniciativas que antes generaban un impacto significativo están perdiendo relevancia y los mensajes que fomentan la solidaridad y el apoyo mutuo se diluyen entre la saturación publicitaria y el individualismo.
La Navidad ha cambiado y eso llena de melancolía y tristeza a muchos quienes gozaban de cada detalle de esta hermosa celebración; sin embargo y la parte buena es que quedan los buenos deseos para días mejores en el año venidero. Esperemos sea así y que Jesús sea el centro de la Navidad boliviana.
Mirna Quezada es comunicadora social.