En los pasillos del Cementerio General de La Paz, los altares improvisados, adornados con sombreros, flores y cigarrillos, dieron la bienvenida a las Ñatitas el 8 de noviembre.
Festividad de "Ñatitas" o "Calaveritas". Foto: PAG
Brújula Digital|09|11|24|
Todos sabemos que la muerte nos espera algún día. Generalmente, los cuerpos descansan en entierros o cremaciones, pero en Bolivia existe una tradición que va más allá: una creencia en la que una parte de tu ser no solo permanece con tus seres queridos, sino que es honrada, cuidada y celebrada. Así es la festividad de las Ñatitas, una tradición que conecta a vivos y fallecidos en un vínculo de respeto y gratitud.
En los pasillos del Cementerio General de La Paz, los altares improvisados, adornados con sombreros, flores y cigarrillos, dieron la bienvenida a las Ñatitas el 8 de noviembre. Este es un día especial, lleno de color y vida, donde los vivos honran a sus seres queridos que ya no están físicamente, pero que siguen siendo parte activa de su vida cotidiana. El vínculo entre ambos mundos, el de los vivos y los muertos, se refuerza a través de una serie de ofrendas y rituales cargados de simbolismo.
Cuidar a una Ñatita no es una tarea sencilla; es un compromiso constante que va más allá de un simple gesto de devoción. Las personas creen firmemente en la protección, guía y sabiduría que ofrecen estos cráneos, pero esta relación no es unilateral. Aunque la festividad del 8 de noviembre es un día especial, muchas familias honran a sus Ñatitas a diario.
Algunos les prenden velas y cigarros los lunes, otros les ofrecen comida y otras ofrendas en distintos momentos del año. Este intercambio de energía y respeto se convierte en una tradición que trasciende generaciones. Aunque su presencia es misteriosa, su vínculo con los vivos es permanente. Los altares y las ofrendas no solo representan devoción, sino una relación de reciprocidad, un lazo que no se rompe y que se mantiene vivo a lo largo del tiempo.
Esas son seis historias que Brújula Digital recogió en el Cementerio General de La Paz, durante la festividad de las Ñatitas.
Cuidan la salud
Hace 14 años, María paseaba por el Cementerio General de La Paz, curiosa y sorprendida por las personas que rendían devoción a los cráneos de los fallecidos. Un desconocido se le acercó y, tras explicarle el significado de la festividad, le regaló dos cráneos reales para que los cuidara.
María aceptó, iniciando así una relación de protección y fe con sus “ñatitas.” “Me cuidan de la salud y de la envidia que hay tanto,” afirma mientras coloca coronas de flores a sus compañeras. Para ella, estos cráneos no son simples objetos, sino guardianes espirituales que la acompañan y le dan fuerza ante las adversidades de la vida.
“Ella me cuida”
Adela fue una joven que falleció justo después de salir bachiller. Fue unos años después que su hermana Ángela decidió mantenerla cerca, recordándola y convirtiéndola en su protectora. Ángela cuida a su Ñatita desde hace 25 años.
Este cráneo, que pertenece a Adela, quien falleció a los 20 años, ha llegado a ser mucho más que un recuerdo; es una guardiana que la acompaña. “Me avisa si algo malo va a pasar, me lo dice en sueños”, cuenta Ángela, mientras coloca flores frescas sobre el altar. Para ella, Adela no solo es una parte del pasado, sino una presencia que sigue guiándola.
Les gusta el chocolate
En otro rincón del cementerio, Darío relata con orgullo la historia de Cirilo y Andresito, dos ñatitas que han estado en su familia por más de 50 años. Aunque los antiguos guardianes de estos cráneos ahora viven en España, Darío y su familia continúan con la tradición de los Revollo, organizando cada año un preste en honor a las Ñatitas que están bajo su cuidado en esa temporada.
“Todas las ñatitas tienen algo especial; a estas, por ejemplo, les encanta el chocolate. En la casa tienen bombones y sublimes, pero dulces no”, comenta con una sonrisa mientras muestra las ofrendas. Los vecinos también se acercan a pedirles favores, normalmente por temas sencillos como la salud o el bienestar. La creencia es clara: “si la gente pide con fe, las Ñatitas cumplen… y cumplen enormemente.”
Siete Ñatitas
Regina, una artesana local, cuenta cómo ha ido acumulando Ñatitas a lo largo de los años. La primera en llegar fue Lucas, un regalo de su abuelo. Con el tiempo, otras figuras aparecieron en su vida, en su mayoría obsequios de clientes, incluyendo una Santa Muerte. Hoy, Regina cuida con esmero a sus siete Ñatitas, como si fueran parte de su familia.
“Su flor favorita de todas son los lirios,” comenta. Para Regina, estas calaveras no son solo símbolos de la muerte; representan la fuerza y la esperanza. Tanto ella como sus clientes confían en su poder, pidiendo salud y prosperidad en diversas áreas de sus vidas.
Un café para ir a pedir favores
Cerca de las rejas del cementerio, un grupo de jóvenes llama la atención. Con chalecos de cuero y lentes de sol, acompañan a dos Ñatitas que portan letreros de mármol con los nombres "Jack" y "Ez" grabados en ellos. Ambas calaveras están adornadas con lentes de sol, flores y cigarrillos, y a Jack le han colocado un chaleco de cuero bajo su caja de madera, decorada también con el logo de un motoclub.
“Jack era nuestro amigo, era parte del motoclub; lo tenemos hace unos cinco años”, comenta uno de los jóvenes. Este año, decidieron honrar a sus Ñatitas en la fiesta típica.
“Nosotros tenemos un café-pub en San Pedro donde la gente puede ir a pedirle favores a Jack o a Ezequiel”, añade. “Ez apenas lleva un mes con nosotros; nos lo regalaron”, dice otro de los chicos, destacando el vínculo único que han formado con estos cráneos. Para ellos, estas Ñatitas no son solo símbolos, sino protectores que cumplen los deseos de quienes creen con fe.
Velas cada lunes
Máxima, una mujer de más de 80 años de edad, tiene tres Ñatitas que han sido parte de su vida durante 68 años, un legado de su suegra. “Cada lunes les pongo velas y les pido fuerza y valor para trabajar, porque a mí ya me cuesta”, dice mientras señala los letreros con los nombres de cada una.
“Una es Martín, la otra es Carmelita y la última le decimos joven estudiante porque es joven” Además de su cuidado, otras personas acuden a su altar para dejar peticiones y ofrendas, como velas marcadas o pequeños papeles con deseos. Máxima se encarga de llevar estos objetos a su hogar, donde mantiene viva la relación con las Ñatitas, cumpliendo sus deseos y los de los demás.
A lo largo de los años, la tradición de las ñatitas ha forjado una profunda conexión entre los vivos y los muertos, donde la fe, el respeto y la protección trascienden las fronteras de la vida misma. Como María, Regina, Darío y Máxima, muchos paceños encuentran en estas calaveras no solo un símbolo de la muerte, sino una fuerza espiritual que les acompaña en su vida cotidiana, ofreciendo consuelo y protección frente a las adversidades. Cada uno, a su manera, ha forjado un vínculo único con sus ñatitas, quienes no solo son guardianes, sino también un espacio de esperanza y fe. En la festividad de las ñatitas, la muerte no es el final, sino una oportunidad para celebrar la vida, honrar a los que se han ido y pedir por la salud y la fortuna de los que aún permanecen.
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