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Sociedad | 29/10/2024   05:36

|ANÁLISIS|La salud pública en Bolivia, un retroceso catastrófico|Javier Torres Goitia|

CDC/Unsplash

Brújula Digital|29|10|24|

Javier Torres Goitia Caballero

El retroceso que ha sufrido el sistema de salud pública es catastrófico, que nos ha llevado al menos 40 años atrás. Bolivia, que en 1983 comenzó un proceso de reforma ambicioso, centrado en la atención primaria de salud con un enfoque integral, ha visto cómo este esfuerzo se ha desmoronado bajo políticas actuales.

En aquel entonces, logramos un cambio de paradigma, alejándonos de la visión médica hospitalaria tradicional para enfocarnos en la promoción, prevención y reparación, con la participación activa de la comunidad en una estructura descentralizada y democrática.  

Entre 1983 y 1994, esta estrategia fue profundizada por diferentes gobiernos, permitiendo avances notables. Con la Ley de Participación Popular se consolidó un modelo sanitario innovador en el que los municipios, los comités de vigilancia elegidos democráticamente por la comunidad, las gobernaciones y el gobierno central compartían responsabilidades.

De este esfuerzo nació el primer seguro público de salud en las Américas: el Seguro Nacional Materno Infantil en 1996. Este programa tuvo un impacto notable, logrando reducir la mortalidad materna en un 40%, la mayor reducción en toda la región de las Américas en ese tiempo. Asimismo, avanzamos en la erradicación de enfermedades como el bocio endémico, la poliomielitis infantil paralítica y redujimos drásticamente las tasas de sarampión, difteria y tétanos, entre otras.

Es importante destacar que todo esto se logró en un contexto de recursos económicos limitados, antes de que el país comenzara a beneficiarse de las inversiones realizadas en hidrocarburos por la Capitalización de YPFB en 1996.

En esos 20 años de democracia, y a pesar de las restricciones, Bolivia dio pasos importantes en salud pública, como la notable reducción de la mortalidad infantil y las tasas de desnutrición, además del aumento en el acceso a servicios esenciales para madres y niños.

Ahora los datos son alarmantes. La mortalidad infantil, que en 2003 era de 60 por cada 1.000 nacidos vivos, hoy bajo el gobierno del MAS es de 25 por cada 1.000, muy lejos de la meta proyectada de 15 para 2025. La mortalidad materna, que habíamos logrado reducir a 230 por 100.000 nacidos vivos, hoy es de 160, cuando nuestra meta era llegar a 80 para 2025. Además, las coberturas de vacunación, que en 2003 alcanzaban el 93% para enfermedades como el sarampión, ahora han caído a menos del 83% y lo peor es que este año se ha presentado un caso nuevo de sarampión desde de casi 24 años. La desnutrición crónica infantil, que en 2005 afectaba al 27% de los niños, solo ha bajado al 16%, muy lejos de nuestro objetivo de reducirla al 10%.

La pandemia del Covid-19 destapó la catastrófica situación del Sistema de Salud del Estado Plurinacional creado por el MAS.

¿Por qué hemos retrocedido tanto? El camino técnico y democrático que seguimos hasta 2003 ha sido reemplazado por una gestión centralizada, politizada y carente de capacidad técnica. En lugar de fortalecer los mecanismos participativos que existían a través de los Directorios Locales de Salud (DILOS) y otros instrumentos, se ha impuesto un control gubernamental directo, desmantelando estructuras que permitían una participación genuina de la comunidad.

El Sistema Único de Salud (SUS), que en teoría debería haber expandido las coberturas, en la práctica se ha convertido en un mero enunciado. Los tiempos de espera para recibir atención superan los seis meses y no hay un esfuerzo serio para equipar y fortalecer los sistemas de salud locales. 

Además, el gobierno ha sustituido a profesionales altamente capacitados por personal formado rápidamente en Cuba, con una orientación más política que técnica.

Bolivia necesita retomar la senda democrática en la gestión de la salud pública. Es urgente devolverle a la comunidad el protagonismo en la planificación y ejecución de los planes de salud, descentralizar nuevamente los recursos y responsabilizar a las autoridades locales por su gestión. Solo así podremos recuperar el terreno perdido y garantizar una atención sanitaria de calidad para todos los bolivianos.

Javier Torres Goitia Caballero fue Ministro de Salud de 2002 a 2003. Participó en un evento organizado por la Interamerican Institute for Democracy.



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