En el corazón de las comunidades rurales de Bolivia, donde la agricultura es la base de la subsistencia, los predictores comunitarios se han convertido en guardianes de la esperanza.
Pedro Mamani, predictor clímático de comunidad Chillavi, de la provincia Ayopaya – Cbba /Foto: Sumando Voces
Brújula Digital |25|08|24|
Sumando Voces
Yenny Escalante
En el corazón de las comunidades rurales de Bolivia, donde la agricultura es la base de la subsistencia, los predictores comunitarios se han convertido en guardianes de la esperanza.
Estos sabios ancestrales, cuya sabiduría se ha transmitido de generación en generación, juegan un papel crucial en la preparación y planificación de las cosechas.
Con la temporada de siembra en marcha, las comunidades confían profundamente en los conocimientos tradicionales de estos predictores del tiempo. Al observar patrones climáticos, o piedras, estrellas y nubes, son capaces de anticipar las condiciones que influirán en la productividad agrícola.
Su experiencia ha sido, y continúa siendo, vital para la supervivencia de estas comunidades, especialmente en tiempos de cambios de clima impredecibles.
«Las nubes y las piedras hablan», refiere el Centro de Comunicación y Desarrollo Andino (CENDA), luego de haber realizado dos encuentros de estos sabios y sabias del Cono Sur de Cochabamba, de la zona Andina, del norte de Potosí, de La Paz y Oruro.
Las nubes, por ejemplo, son un indicador clave de la presencia o ausencia de lluvias y el tipo de precipitaciones: si el cielo está nublado el 1 de agosto, es señal de que las siembras tempranas serán las más favorables; si el cielo se nubla el 2 de agosto, se auguran buenas cosechas para las siembras intermedias; y si el 3 de agosto amanece nublado, las últimas siembras serán las más prósperas, especialmente en el cultivo de papa.
Las piedras también actúan como indicadores naturales. Los días 1, 2 y 3 de agosto, entre las seis y siete de la mañana, los predictores examinan la humedad debajo de las piedras para prever cómo será el año agrícola. Esta práctica ancestral continúa siendo un pilar en la toma de decisiones agrícolas de las comunidades donde no existe riego, para tierras a secano.
Otro indicador es el aullido del zorro. Si su «llanto» es continuo y claro, se interpreta como un presagio de mala cosecha de papa; en cambio, si el aullido es entrecortado, se dice que el zorro se está atragantando con la papa, lo que augura una buena producción. Además, el momento en que aúlla también es significativo: si lo hace a mediados de agosto, será un buen año para la siembra intermedia, y si aúlla en septiembre, la siembra tardía será la más favorable.
“A mediados de agosto aullará, para la primera siembra llorará claro, cuando se atora es bueno (…) sabe siempre ese zorro, (el 2018 lloró último (…) En las noches se debe escuchar. Cuando aúlla claro no es bueno, es para la siembra tardía, cuando se atora será buena la primera siembra”, relata Trinidad Quispe, una mujer de 75 años, oriunda de Chillavi, del municipio de Cocapata, provincia Ayopaya del departamento de Cochabamba.
Los productores gestionan el riesgo climático diversificando las épocas de siembra. Para asegurar la disponibilidad de alimentos, realizan dos siembras: una anticipada y otra posterior, lo que les permite mitigar los efectos adversos y garantizar la subsistencia de sus familias.
Mientras algunos predictores ponen atención en las señales de los animales (zooindicadores), otros lo hacen en las plantas (fitoindicadores), no obstante, en la actualidad algunos indicadores han cambiado como consecuencia del cambio climático.
Este 2024, el 1, 2, 3 de agosto no hubo presencia de nubes, recién el 4 aparecieron algunas nubes, los predictores indican que esté ciclo de lluvia que viene será atrasado y no habrá lluvia para iniciar la primera ni la segunda siembra. Sin embargo, hay otros indicadores como el zorro, la floración de la muña, y otros que definirán el comportamiento de las lluvias para este ciclo agrícola 2024-2025.
En un contexto donde el acceso a la tecnología moderna es limitado, los predictores comunitarios representan una conexión vital con la naturaleza y una fuente de seguridad para los agricultores. Sus pronósticos, basados en la observación minuciosa y la intuición desarrollada a lo largo de los años, no solo guían la siembra, sino que también infunden confianza en la comunidad, asegurando que el trabajo colectivo esté alineado con las mejores oportunidades de éxito.